La temperatura en la estepa ucraniana del Donbás no va a subir esta semana de los nueve grados bajo cero. Los que luchan alrededor de la pequeña ciudad minera de Soledar llevan la mejor parte. Allí, los soldados de ambos bandos se protegen en los interminables pasadizos de las minas de sal. Aquí se extraía la sal de mesa tanto para rusos como ucranianos desde finales del siglo XIX, cuando era territorio del Imperio Ruso. Ahora, es desierto arriba con la que fue una ciudad de 10.000 habitantes arrasada y abajo, donde las enormes bóvedas esculpidas en la sal apenas se iluminan cuando se dispara o explota una granada.
Los soldados ucranianos que están del otro lado, camino a Bakhmut, la que fue una ciudad más grande, de unos 70.000 habitantes, están más expuestos, tanto a los bombardeos de la artillería rusa como a la hostilidad del clima. En dos semanas, todo será una enorme autopista de hielo por la que sólo podrán circular y dificultosamente tanques y algunos carros de transporte con orugas. El resto, tendrá que esperar a que todo comience a ser barro y agua hacia fines de marzo.
Soledar no tiene ninguna importancia estratégicrraa en esta guerra, más allá de que su control abre el camino hacia Bakhmut, a unos 18 kilómetros de distancia, y ésta tampoco es decisiva salvo que se tenga en cuenta que podría llevar a las fuerzas rusas hacia Kramatorsk, un importante centro industrial y administrativo en el óblast de Donetsk, que sigue bajo el control del gobierno de Kiev. Sin embargo, allí los rusos desplegaron lo que aparece como su grupo de combatientes más motivados, los mercenarios del Grupo Wagner organizado por el oligarca amigo de Vladimir Putin, Yevgeny Prigozhin. Desde el frente se habla de algunas de las batallas más encarnizadas desde que comenzó la invasión. Las bajas son numerosas en ambos bandos. Del lado ucraniano se ven salir caravanas de ambulancias y camiones repletos de cadáveres todas las tardes.
Hay que tener en cuenta que Putin va de mal en peor con su invasión y necesita desesperadamente mostrar algún triunfo aunque sea menor. Sus tropas vienen perdiendo terreno permanentemente desde septiembre. Hace dos semanas, un error de sus comandantes terminó con la vida de decenas y decenas de jóvenes reclutas (entre 89 y 400) que estaban por equivocación en la línea del frente. Y este miércoles tuvo que destituir al general Sergei Surovikin, conocido como el “perro sanguinario” del Kremlin por su crueldad en Siria y Chechenia, como jefe de las fuerzas invasoras. Lo sustituyó por el actual jefe del Estado Mayor del Ejército ruso, Valery Gerásimov. Como siempre, nadie explica nada desde el Kremlin. Pero, al parecer, la tragedia de los cadetes habría sido decisiva. Ahora, Surovikin tendrá que explicar sus decisiones a Gerásimov y aguantar que Prigozhin le vaya con cuentos a Putin y que el oligarca se siga manejando en forma casi independiente con sus 40.000 mercenarios, incluidos los 20.000 que sacó de las cárceles rusas y a los que les prometió la conmutación de sus penas a cambio de pelear en Ucrania. En este contexto, Putin necesita una victoria, aunque sólo sea la conquista de esta zona de tierra agujereada, para poder mostrar que aún tiene fuerza para seguir luchando cuando se produzca el deshielo de la primavera.
En Moscú, circula la versión de que Prigozhin tiene un interés particular por declarar a sus tropas de convictos y mercenarios como victoriosas para después poder reclamar a su amigo Putin la posibilidad de quedarse con la explotación de las minas de la zona, que van mucho más allá de la sal y donde hay minerales “raros” que se utilizan en chips, baterías y otras tecnologías de avanzada. Y para conseguirlo, obviamente, no tiene límites. Vladimir Osechkin, del sitio web gulagu.net y activista de la oposición a Putin informó que de acuerdo a sus fuentes, apenas un 15% de los presidiarios reclutados por Prigozhin en la última movilización habrían conseguido sobrevivir a los combates. Según Osechkin, estos delincuentes son enviados al frente sin entrenamiento ni equipo adecuado y les disparan desde la retaguardia si intentan rendirse al enemigo. Esto explica los relatos que aparecieron en los últimos días sobre el salvajismo de los rusos en los combates.
En Soledar quedan 559 civiles atrapados entre las ruinas de las casas en el campo, entre ellas 15 chicos. El gobernador de la región de Donetsk, Pavlo Kirilenko, dijo que les habían ofrecido evacuarlos antes de que comenzaran los combates, pero que en ese momento creían sentirse a salvo por estar alejados del centro de la ciudad. Se cree que están refugiados en algunas de las bóvedas y pasadizos de las minas de sal y que allí tienen comida suficiente de las reservas que fueron dejando los mineros.
Antes de la guerra, las salinas no sólo abastecían del suministro a toda Ucrania, sino que eran una atracción turística. Había visitas guiadas bajo tierra, a 200 o 300 metros de profundidad. Se estima que son unos 300 kilómetros de túneles subterráneos. En las profundidades hay un museo, una iglesia, una sala de conciertos de música sinfónica, una cancha de fútbol, esculturas hechas de cristales de sal y un sanatorio para enfermedades respiratorias con capacidad para 100 pacientes. Es posible que los rusos hayan utilizado sus instalaciones para albergar a los centenares de heridos que tienen.
Desde el miércoles se suceden los comunicados en que ambas partes dicen estar en control de Soledar. Este sábado, los rusos aseguraban que habían conquistado la ciudad. Antes fue Prigozhin quien se autocongratuló desde Moscú por la victoria de sus mercenarios. Lo desmintieron de inmediato desde Kyiv y luego el ejército ruso tuvo que admitir que la situación aún no estaba definida. El presidente Volodymyr Zelensky se reunió el jueves con el Estado Mayor de sus fuerzas armadas y después dijo en un posteo en su cuenta de Telegram que las unidades que defienden Bakhmut y Soledar están siendo abastecidas con “munición y todo lo necesario” de forma “presta e ininterrumpida”, una indicación de que los combates continúan más allá de que los comandantes en el frente admitieran que la situación era “muy difícil”.
El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), el think tank de Washington, afirmó en un análisis el viernes que las imágenes geolocalizadas indicaban que las fuerzas de Moscú “probablemente controlan la mayor parte de Soledar, si no toda”, pero calificó la captura de “en el mejor de los casos, una victoria táctica pírrica rusa” después de que Moscú hubiera comprometido importantes recursos. Añadió que la batalla habrá contribuido a “degradar el poder de combate de las fuerzas rusas y al agotamiento acumulado”.
El frío, la nieve y el hielo suponían que, para esta época del año, a diez meses y medio desde la invasión rusa, todo podía quedar en un paréntesis de silencio hasta que el agua convierta esa región en barro. Pero esta vez, en Kiev creen que en este invierno les puede dar una oportunidad ante las tropas desmoralizadas rusas y la arrogancia de los asesinos de la Wagner. Son los tanques Abrams M1A1 estadounidenses y los Leopard alemanes que ya fueron comprometidos por la OTAN y que podrían comenzar a llegar a Ucrania la próxima semana, cuando Polonia adelante el traspaso de una unidad de carros de combate que recibió el año pasado desde Berlín.
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