La policía irrumpió el miércoles en un pueblo abandonado del oeste de Alemania para desalojar a los activistas que se habían refugiado en él para impedir su demolición con vistas a la ampliación de una mina de carbón.
Agentes antidisturbios entraron en la diminuta aldea de Luetzerath, que se ha convertido en un punto álgido del debate sobre los esfuerzos climáticos del país. Lanzaron algunas piedras y fuegos artificiales contra la policía que avanzaba, a la que se pudo ver desmantelando los puestos instalados por los manifestantes.
La policía anunció el inicio de la operación y el vallado de la zona. Dijeron en Twitter que la gente “actualmente tiene la posibilidad de abandonar el lugar sin más medidas policiales”. Dijeron que habían encontrado “más proyectiles almacenados”.
Decenas de activistas permanecen acampados en el pueblo, algunos en casas en los árboles, mientras la policía retira lentamente más barricadas cerca de la entrada. Algunos activistas leían libros o tocaban el acordeón encaramados a unos 3 metros de altura sobre trípodes.
Unos pocos se sentaron en los tejados de los edificios que quedaban en Luetzerath, uno de ellos ondeando una bandera arco iris. Las condiciones eran húmedas y fangosas.
Los ecologistas afirman que arrasar el pueblo para ampliar la cercana mina de carbón de Garzweiler provocaría enormes emisiones de gases de efecto invernadero.
El gobierno y la compañía eléctrica RWE afirman que el carbón es necesario para garantizar la seguridad energética de Alemania. La empresa de servicios públicos RWE llegó a un acuerdo con el gobierno regional el año pasado que permite destruir el pueblo a cambio de poner fin al uso del carbón para 2030, en lugar de 2038. El último residente del pueblo se marchó en 2022 tras ser obligado a vender a RWE.
El martes, los manifestantes se negaron a acatar una sentencia judicial que les prohibía el acceso a la zona. Algunos cavaron zanjas, construyeron barricadas y se encaramaron a trípodes gigantes para impedir que las pesadas máquinas llegaran al pueblo, antes de que la policía los hiciera retroceder por la fuerza.
Debate sobre cambio climático y desobediencia civil
El destino de Luetzerath ha desatado un acalorado debate en Alemania sobre el uso continuado de carbón en el país y sobre si la lucha contra el cambio climático justifica la violación de la ley.
Los estudios indican que podrían extraerse unos 110 millones de toneladas métricas de carbón del subsuelo de Luetzerath. El Gobierno y RWE afirman que este carbón es necesario para garantizar la seguridad energética de Alemania, mermada por el corte del suministro de gas ruso debido a la guerra de Ucrania.
Los críticos replican que quemar tanto carbón haría mucho más difícil para Alemania, y para el mundo, limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados como se acordó en el acuerdo climático de París de 2015.
Luetzerath “es ahora el lugar europeo de cristalización del movimiento por el clima”, declaró Lakshmi Thevasagayam, portavoz del grupo activista Vidas de Luetzerath. “Nos oponemos a que RWE avance un metro con sus excavadoras, porque sabemos que el carbón bajo Luetzerath no es necesario para la seguridad energética: debe permanecer bajo tierra para que podamos alcanzar la justicia climática”.
“Ahora podemos hacer algo contra la catástrofe climática, pero en algún momento ya no podremos”, dijo Thevasagayam. Afirmó que se había producido “una escalada total” por parte de la policía.
El jefe de la sección regional del sindicato policial Deutsche Polizeigewerkschaft, Erich Rettinghaus, afirmó que la policía estaba actuando “con mucha prudencia” y estaba dando a los manifestantes todas las posibilidades de manifestarse pacíficamente. No obstante, señaló que existía preocupación por la posibilidad de que se produjeran problemas, ya que en los últimos días se habían reunido en el lugar manifestantes potencialmente violentos procedentes de toda Europa.
“La protesta es una protesta simbólica”, dijo. “Las preocupaciones son comprensibles; la protección del clima es importante, pero la energía debe seguir siendo asequible para todos”, añadió, señalando el compromiso que prevé el fin anticipado del uso del carbón.
La empresa de servicios públicos informó en un comunicado de que una de las primeras medidas será la construcción de una valla de 1,5 kilómetros alrededor del emplazamiento.
Dijo que “hace un llamamiento a los ocupantes ilegales para que respeten el Estado de Derecho y pongan fin pacíficamente a la ocupación ilegal de edificios, plantas y emplazamientos pertenecientes a RWE”.
“Cuestión de democracia”
Stephan Pusch, jefe de la administración del distrito de Erkelenz en el que se encuentra la aldea, dijo en una reunión municipal el martes que, aunque simpatizaba con los objetivos de los manifestantes, había llegado el momento de abandonar Luetzerath.
“Consiguieron su objetivo. Ahora despejen el campo”, dijo ante los abucheos de la sala.
Pusch advirtió a los manifestantes de que infringir la ley intencionadamente no ayudaría a su causa en un país en el que la toma violenta del poder y los horrores de la dictadura aún están en la memoria viva.
“Les diré sinceramente que tengo miedo de que mis hijos crezcan en un mundo en el que ya no merece la pena vivir”, afirmó. “Pero me da al menos el mismo miedo que mis hijos crezcan en un país en el que cada uno se tome la justicia por su mano”.
“No salvarán el clima del mundo ustedes solos”, dijo Pusch. “(Sólo lo haremos) si conseguimos llevar con nosotros a la mayoría de la población”.
Debates sobre hasta dónde puede llegar la desobediencia civil han tenido lugar en Alemania y otros países en los últimos meses, en medio de una oleada de bloqueos de carreteras y otras acciones impactantes de manifestantes que exigen medidas más duras para combatir el cambio climático.
Algunos activistas afirman que, en última instancia, la ley está de su parte, citando una sentencia del Tribunal Supremo de 2021 que obligó al Gobierno a redoblar sus esfuerzos para reducir las emisiones. También señalan el carácter jurídicamente vinculante de los compromisos de Alemania en virtud del Acuerdo de París.
Tras la reunión, el estudiante Jannis Niethammer reconoció que la disputa sobre Luetzerath afecta a cuestiones fundamentales. “Es una cuestión de democracia y de cómo conseguimos que una democracia avance hacia la protección del clima, hacia la justicia climática”, afirmó.
(Con información de AP)
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