En el diálogo entre el filósofo Michel Houellebecq y el director de la revista Front Populaire, el filósofo libertario Michel Onfray, se deja deliberadamente de lado lo políticamente correcto. En las 45 páginas del número especial publicado en noviembre pasado, ambos están convencidos del inevitable declive de Occidente y debaten en profundidad los peligros que nos esperan… Se desmenuza “el pensamiento Houellebecq”, tal como invita Onfray.
Aquí lo más destacado -y controversial- de esta conversación que le valió una denuncia del rector de la Gran Mezquita de París ante la Justicia francesa por “incitación al odio contra los musulmanes”. El intercambio atraviesa, según el porpio Houellebebecq, nuestra época: un recorrido por los peligros del “Gran Reemplazo”, la americanización, la descristianización y más.
Houellebebecq y Onfray dedican gran parte de la charla a analizar la posibilidad del “Gran Reemplazo” (la sustitución de la población francesa por una población no europea). Para el autor de Sumisión no se trata de una teoría, “sino que es un hecho”. “En materia de inmigración, nadie controla nada, ése es todo el problema. Europa será barrida por este cataclismo”.
“Es objetivamente lo que dicen las cifras”, asiente Onfray.
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Los dos pensadores coinciden en que el declive demográfico -y el declive cultural, económico y espiritual- de Occidente es inevitable.
Houllebecq cree que aunque Francia no está declinando a un ritmo más rápido que otros países europeos, sí tiene, a diferencia de otros, “una conciencia excepcionalmente alta de su propio declive”.
“Debo reconocer una incertidumbre real sobre la dimensión religiosa del gran reemplazo. Porque no sé de qué religión son estas personas que acuden cada vez más a Europa. La hipótesis común es que hay muchos musulmanes. Pero también hay cada vez más evangelistas en los países africanos.Y lo que ocurra depende en gran medida de esto. En África ya hay guerras religiosas, con Boko Haram por ejemplo. Se exportarán sin problema…”, vaticina.
Y agrega sin anestesia: “El deseo de la población autóctona francesa no es que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robarles y agredirlos. O, en su defecto, que se vayan”.
Es que para Houellebebecq el colapso de Francia es una obviedad. “Es la modernidad en sí misma que genera su propia destrucción. Esto es muy inquietante”, explica. Para el autor, todo lo que vive Francia es una copia americana.
“Por ejemplo -advierte- sólo creo a medias en el izquierdismo. Siempre me ha costado tomármelo en serio. Lo veo como algo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, digamos desde 1945, a saber, una servil imitación de todo lo que se hace en los Estados Unidos. Un poco como una moda que la gente sigue sin creerlo. Y creo que si cambia Estados Unidos, cambiaremos también nosotros”.
Houellebebecq llega a la conclusión de que “la única posibilidad de sobrevivir sería que la supremacía blanca se convierta en ‘trendy’ (a la moda) en Estados Unidos”.
Bataclan al revés
Aunque los dos pensadores coinciden en que a los franceses les aguarda una serie de peligros, como la descristianización, la degradación del medio ambiente, el transhumanismo, el americanismo, el Gran Reemplazo y la burocracia europea, sus opiniones divergen en el tema del islam.
Onfray cree que el islamismo representa una amenaza menor para Francia que Houellebecq, argumentando que el islam político “no es un fenómeno tan poderoso” sino más bien “una reacción al poder estadounidense”. El director de Front Populaire sostiene que los musulmanes, con el tiempo, sustituirán sus creencias religiosas por el consumismo, al igual que ya han hecho muchas otras culturas tradicionales de todo el mundo, incluidos los europeos cristianos de Occidente.
Houellebecq, sin embargo, cree que “cuando territorios enteros estén bajo control islamista, se producirán actos de resistencia”.
“Lo que podemos ver -asegura Houellebebecq- es que la gente se está armando. Compran armas, hacen cursos en campos de tiro. Y no son exaltados. Cuando territorios enteros estén bajo control islamista, creo que se producirán actos de resistencia. Habrá atentados y tiroteos en mezquitas, en cafés frecuentados por musulmanes... En resumen, habrá un Bataclan al revés”, en referencia a los atentados de 2015 en el teatro Bataclan de París, en los que 130 personas fueron asesinadas y 416 resultaron heridas por los islamistas. Los atentados fueron los más mortíferos ocurridos en Francia desde la Segunda Guerra Mundial.
“Pero los musulmanes no se conformarán con poner velas y ramos de flores…”, ironiza alarmado.
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Onfray fue más allá: “Algunos creen que la guerra civil está por llegar; pero yo creo que ya está aquí. Creo que vamos hacia la horda primitiva”
Pena de muerte
Houllebecq vuelve a la polémica cuando analiza la pena de muerte. “¿Es la abolición el progreso?”, se pregunta. “No lo sé. Cuando veo los crímenes atroces, me lo pregunto. Porque las familias de las víctimas piden claramente venganza, es una reacción normal”.
Onfray lo confronta, el dice que permanece de acuerdo con las posiciones de Albert Camus y Arthur Koestler en su “Reflexiones sobre la pena capital y la prisión” y afirma que no existe una buena razón para infligir la muerte a alguien.
“Pero nuestra sociedad se basa, entre otras cosas, en el hecho de que aceptamos renunciar a la venganza individual y eso es un gran esfuerzo… ¿No debería el Estado vengarnos un poco?”, insiste Houllebecq, de nuevo adentrado en el camino de lo políticamente incorrecto. “La pena de muerte no va a revivir a las víctimas, pero si el culpable muere, se restaura el equilibrio”, afirma.
Además, propone la elección popular de los jueces: “Sería una buena manera de que los ciudadanos tengan más control sobre el sistema judicial. Me parece que es una medida democrática básica”.
Curiosamente, el diálogo arriba a una inesperada conclusión: “Al final, usted es como yo, un populista”, dice Onfray. A lo que Houellebecq replica: “Me parece bien. De derecha, tengo mis dudas, pero ‘populista’ me viene bien”...
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