Esta semana, los ojos del mundo se han puesto sobre Afganistán tras la reciente decisión de los talibanes de prohibir el acceso de mujeres a las universidades públicas y privadas de todo el país.
De esta manera, quedó vetado “con efecto inmediato y hasta nuevo aviso” cualquier tipo de enseñanza para las mujeres.
Ante las críticas del mundo, el ministro de Educación Superior de Afganistán, Nida Mohammad Nadim, explicó la decisión y mencionó que emitió el decreto de este martes para evitar que ambos géneros coexistan en los edificios educativos. Por otro lado, comentó que las estudiantes habían ignorado en reiteradas oportunidades las instrucciones islámicas, entre las que están las relativas a la vestimenta o a ir acompañadas de un familiar varón.
“Desgraciadamente, tras el paso de 14 meses, las instrucciones del Ministerio de Educación Superior del Emirato Islámico sobre la educación de las mujeres no se aplicaron”, mencionó en una entrevista en la televisión estatal. “Se vestían como si fueran a una boda. Las chicas que venían a las universidades desde casa tampoco seguían las instrucciones sobre el hiyab”, agregó.
Asimismo, señaló que considera que ciertos temas que se enseñan en las aulas violan los principios del islam y no son adecuadas para las mujeres. “La ingeniería, la agricultura y algunos otros cursos no se ajustan a la dignidad y el honor de las estudiantes y tampoco a la cultura afgana”, comentó.
El G7, sin embargo, ratificó este jueves su condena “con toda severidad” sobre el veto y exigió “frenar de inmediato” la represión que infringe a su población.
“La persecución de género es un crimen contra la humanidad”, sostuvo la ministra de Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, tras la reunión virtual que mantuvo con sus homólogos del grupo.
Las medidas adoptadas por los talibanes, como la exclusión de las mujeres de las universidades, implican una “forma de represión sistematizada políticamente” por parte del régimen, continuó.
Esta condena de las siete grandes potencias -Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Alemania- le sigue a las de Washington, la Unión Europea (UE) y otros aliados occidentales, así como la del secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
A estas voces se sumaron, incluso, países como Turquía y Arabia Saudita que expresaron su repudio este jueves.
El ministro turco de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, denunció que el veto no era “ni islámico ni humano”. Pidió, también, que se revierta la decisión: “¿Qué daño hay en la educación de las mujeres? ¿Qué daño hace a Afganistán? ¿Hay una explicación islámica?”, señaló y agregó que “por el contrario, nuestra religión, el islam, no va en contra de la educación, al contrario, fomenta la educación y la ciencia”.
En tanto, el ministro de Exteriores saudí también instó al talibán a cambiar el rumbo y expresó su “descontento y pesar” porque se negara una educación universitaria a las mujeres afganas. Por su parte, en un comunicado publicado este miércoles, dijo que la decisión era “desconcertante en todos los países islámicos”.
La postura de Arabia Saudita se da luego de una leve relajación en las duras restricciones que, hasta el 2019, mantenía sobre el desplazamiento, el empleo y otros aspectos cruciales de la vida cotidiana de las mujeres como la conducción.
Qatar, otro de los países donde las mujeres no gozan de plenos derechos, también se comunicó con las autoridades talibanas para condenar la decisión.
Al interior del país, la sociedad misma también demostró gran rechazo a la medida que ya rige. Varios jugadores de cricket -un deporte muy popular allí y por lo que los deportistas tienen miles de seguidores en las redes- se sumaron a la condena sobre el veto.
A la par, Kabul fue el escenario de marchas que nuclearon a unas dos docenas de mujeres que corearon lemas en favor de la libertad y la igualdad. “Todos o ninguno. No tengan miedo. Estamos juntos”, se oía.
Estas protestas fueron violentamente reprimidas por las fuerzas de seguridad. Una mujer allí presente comentó a la agencia AP que “las chicas fueron golpeadas y azotadas” y agregó que “también llevaron mujeres militares con ellos, que azotaron a las chicas. Salimos corriendo, algunas fueron detenidas. No sé qué ocurrirá”.
Los talibanes llegaron al poder en agosto del 2021 y, desde entonces, han estado imponiendo su propia interpretación de la ley islámica o sharía, lo que los llevó a poner en práctica severas restricciones en lugar de cumplir con sus promesas de un gobierno más moderado que respetara los derechos de las mujeres y las minorías.
En ese sentido, han vedado a las niñas de la educación intermedia y secundaria, prohibido que las mujeres trabajen en la mayoría de los empleos y ordenado que vayan cubiertas de la cabeza a los pies en público. También les prohibieron la entrada a parques y gimnasios.
Paralelamente, la sociedad afgana, aunque mayoritariamente tradicional, ha estado luchando durante las últimas dos décadas por aceptar -progresivamente- la educación de mujeres y niñas en el país.
(Con información de AP y EFE)
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