La casa de subastas de Nueva York, Sotheby’s subastará el próximo 7 de diciembre un anillo de esmeralda de 400 años de antigüedad que fue recuperada en el naufragio del galeón Nuestra Señora de Atocha de 1622.
El objeto fue entregado por Mitzi Purdue y anunció que todas las ganancias serán donadas a los trabajos humanitarios en Ucrania. Esta es la primera vez que la casa subasta una joya para estos propósitos. Se esperan que se recuden unos 70.000 dólares por la piedra preciosa.
Purdue, que visitó el pasado verano Ucrania y pudo comprobar la devastación por la guerra emprendida por Rusia, dijo que “el dinero de la venta de esta esmeralda de Atocha se destinará a rehabilitar edificios en la frontera donde las mujeres puedan ser asesoradas antes de cruzar y tomar una decisión que les puede costar la vida”, explicó el diario El Mundo.
Además explicó, “Salí de Ucrania con el más profundo deseo de hacer todo lo posible para ser útil a ese país devastado por la guerra. También me fui con una admiración que no conoce límites, que los ucranianos tengan el coraje de enfrentarse al segundo ejército más grande del mundo”.
La esmeralda fue regalada a la escritora como anillo de compromiso, por su fallecido marido, el magnate del pollo, Frank Perdue.
En su blog persona, explicó un poco más detrás de su historia personal con el objeto. “Aunque Frank donó casi todas las monedas y otros elementos que recibió del Atocha a Delaware Tech y a la Institución Smithsonian, se quedó con esta pieza. Como era alguien que estaba fascinado con el romance de la historia, no me sorprende que se quedara con la esmeralda”.
Y agregó, “La hizo engastar en un anillo y me la dio como regalo de compromiso. Siempre la usé mientras él vivía, pero hoy, aunque sigo usando mi anillo de bodas, pongo esta esmeralda a la venta en Sotheby’s. Lo hago para apoyar los esfuerzos humanitarios en Ucrania”.
En su posteo concluyó diciendo, “sé que Frank estaría de acuerdo en que hiciera este regalo. Era la persona más filantrópica que he conocido, y estoy segura de que se regocijaría de que su regalo hacia mí pudiera salvar muchas vidas. Si tú compras esta esmeralda, ten en cuenta que tendrás mi agradecimiento eterno, que beneficiarás a innumerables personas a las que nunca conocerás y que serás dueño de un elemento histórico de valor incalculable. Mi sueño es poder entregártelo personalmente”.
EL ATOCHA
El galeón de 112 pies de eslora se hundió durante un huracán frente a los Cayos de Florida el 6 de septiembre de 1622, junto con una carga que desafía lo creíble: 24 toneladas de lingotes de plata, 180,000 monedas de plata, 125 barras y discos de oro y un cargamento de perlas de Venezuela y 70 libras de esmeraldas de Colombia.
En dólares de hoy, la carga valdría más de mil millones de dólares.
La pérdida del Atocha significó que casi mil millones de dólares en oro, plata y tesoros nunca llegaran a manos del rey Felipe IV de España. Esta pérdida tuvo un efecto desastroso en el Imperio español. A principios de 1622, España había sido la única superpotencia del mundo, con un imperio que se extendía desde Filipinas hasta gran parte de lo que hoy es América Latina y el Caribe. Ella era la dueña de las rutas de navegación, y los tesoros que llegaban en cantidades desde el Nuevo Mundo y el Lejano Oriente ayudaron a financiar las guerras de conquista en Europa. Antes de septiembre de 1622, un observador podía fácilmente haber pronosticado que España continuaría como la nación más poderosa del mundo.
Pero las cosas eran más frágiles de lo que parecían. En 1622, el rey Felipe estaba intensamente involucrado en la Guerra de los Treinta Años. Para solventar la guerra y también a su extravagante corte, el rey se había endeudado. Hasta septiembre de 1622 había logrado ahuyentar a sus acreedores con la promesa de la flota del tesoro que solía llegar todos los años, cargada con “las riquezas de las Indias”.
La pérdida del Atocha significó que el joven Felipe IV (de tan solo 16 años) ya no pudiera pagar a sus banqueros. Estos le negaron más crédito, y cuando ya no pudo pagar o incluso equipar a sus tropas, se vieron obligados a “financiarse a sí mismos”, un eufemismo de saquear, desvalijar y extorsionar. La situación se volvió insostenible y España ya no pudo controlar sus territorios conquistados. La pérdida del Atocha había creado una espiral descendente de la que España nunca pudo recuperarse.
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