Las inusuales protestas que se extienden en varias ciudades de China, ante el hartazgo de la gente con las restricciones de la política de COVID cero, están arrojando luces sobre cómo el régimen de Xi Jinping no pudo enmendar el rumbo a tiempo y se sumerge en una trampa de su propia cosecha a consecuencia de la rigidez del sistema autocrático.
Pese a la represión y la censura, las manifestaciones se repiten en Shanghái, Beijing, Wuhan, Hangzhou o en Urumqi, donde murieron 10 personas en un incendio en un edificio confinado por las autoridades. Las protestas también reflejan la frustración de muchos ante el sistema político chino.
“China se tambalea incluso cuando otras naciones están volviendo más o menos a la vida normal”, apuntó el destacado analista Paul Krugman en una columna para el New York Times. “Los dirigentes chinos parecen haber creído que los cierres podrían acabar con el coronavirus de forma permanente, y han actuado como si siguieran creyendo esto incluso ante la abrumadora evidencia contraria”.
Bajo el “COVID cero”, las autoridades continúan imponiendo confinamientos y cierres draconianos más propios de 2020 que de un fin de 2022 con vacunas y mayor conocimiento sobre el virus y los tratamientos.
“Los gobiernos tienen que ser capaces de cambiar de política ante el cambio de circunstancias y las nuevas pruebas. Y lo que estamos viendo en China es el problema de los gobiernos autocráticos que no pueden admitir errores y no aceptan las pruebas que no les gustan”, agregó Krugman sobre la rigidez de las medidas de salud pública.
El texto, titulado “Cómo perdió China la Guerra del COVID”, recuerda que muchos chinos de edad avanzada no están completamente vacunados y que China no ha utilizado vacunas fabricadas en el extranjero que serían más eficaces que las fórmulas nacionales. Por ello, sostuvo que “China ha fracasado por completo en el desarrollo de un Plan B”.
Las consecuencias pueden ser inimaginables. Sin especular sobre el malestar social que va en aumento, solo en el plano económico el impacto es fuerte, ya que los cierres ocurren en ciudades que representan casi el 60% del PIB del país. La paralización más simbólica fue la de Foxconn donde se producen los iPhones, a pocas semanas de la temporada navideña.
Krugman, que recordó las versiones que señalaba que China saldría fortalecida de la pandemia e incluso elogiaban la capacidad del régimen para organizar rápidamente a la ciudadanía (a falta de la disidencia y oposición política que existen en las democracias), señala que ahora Xi Jinping está en una trampa organizada por él mismo. “La autocracia no es, de hecho, superior a la democracia. Los autócratas pueden actuar con rapidez y decisión, pero también pueden cometer enormes errores porque nadie puede decirles cuándo se equivocan”, puntualizó.
“La política de COVID cero es obviamente insostenible, pero acabar con ella significaría admitir tácitamente el error, algo que a los autócratas nunca les resulta fácil. Además, flexibilizar las normas supondría un enorme aumento de casos y muertes”, explicó. No hay salida fácil aparente.
El autor consideró que el dogmanismo del Partido Comunista Chino es similar a los de los republicanos estadounidenses de derechas, también envueltos en un negacionismo.
En cuanto a las lecciones que se pueden extraer del escenario chino, Krugman indicó que se debe poner especial cuidado con los aspirantes a autócratas “que insisten, sin tener en cuenta las pruebas, en que siempre tienen razón”.
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