Ya van seis semanas de constante bombardeos rusos contra la infraestructura energética de Ucrania y todo indica que no va a ceder por el momento. Algo que está dejando a millones de personas al borde de una grave crisis humanitaria sin electricidad, calefacción o agua cuando ya está allí instalado el invierno con temperaturas que pueden llegar a los 20 o 30 grados bajo cero. Nada de esto va a cambiar el curso de la guerra. Las fuerzas rusas sólo retroceden y pierden territorio desde septiembre. Pero puede causar una nueva ola de refugiados que colapse las ya abarrotadas instalaciones para recibirlos en los países vecinos. La Organización Mundial de la Salud dijo ayer que hasta tres millones de personas tendrían que buscar refugio cuando las temperaturas bajen aún más.
La pregunta que sobrevuela hoy sobre la helada estepa ucraniana es si Occidente va a dejar que esta nueva crisis ocurra sin hacer nada. Lo que está en el centro de la polémica es ¿por qué Estados Unidos y Europa no le proveen a Ucrania las armas para contener los bombardeos de los drones kamikazes o, incluso, contraatacar la infraestructura de los rusos en su propio territorio?
La primera ola de estos bombardeos se produjo entre el 10 y 11 de octubre. Los objetivos incluyeron centrales generadoras de electricidad, líneas de alta tensión, plantas de calefacción y plantas potabilizadoras de agua. El ministro ucraniano de Energía, Herman Halushenko, informó en ese momento que el 30% de las infraestructuras energéticas de Ucrania habían sido alcanzadas. Al día siguiente, los cohetes rusos dañaron otros 33 objetivos de infraestructura energética. Desde entonces, cada día una andanada de entre 20 y 50 cohetes tratan de llegar a objetivos estratégicos. La mayoría termina en un edificio de viviendas y matando civiles. No hay ningún objetivo militar en todo esto.
La central térmica de Ladyzhinska, fue una de las muchas que sufrieron impactos directos. También fueron alcanzadas varias centrales de producción combinada de calor y electricidad. Doce subestaciones resultaron dañadas en las regiones de Kyiv, Zhytomyr, Khmelnytskiy, Lviv, Sumy, Poltava y Mykolaiv. Las tropas rusas ya habían bombardearon la central nuclear de Zaporizhzhia, que están en manos de sus propios soldados, y la central de Zmiivska. También lanzó 14 cohetes contra la central hidroeléctrica de Kakhovka. Y dejó devastada la principal central de Kharkiv, la segunda más grande de Ucrania. Otros cohetes derribaron al menos 40 subestaciones de alta tensión y decenas de líneas eléctricas aéreas. El Primer Ministro ucraniano, Denys Shmyhal, informó ayer que “la mitad de la infraestructura energética del país está afectada”.
Lo que busca Vladimir Putin es una ventaja que no consigue en términos militares. Quiere minar la moral de los ucranianos y obligarlos a ir a una mesa de negociaciones teniendo él mayores ventajas. “Tenemos que congelarlos hasta que se rindan”, dicen en el Kremlin. “Se trata de la militarización de los refugiados”, explicó al Washington Post, el teniente general retirado del Ejército de Estados Unidos Ben Hodges, ex comandante del Ejército de Estados Unidos en Europa. “Al hacer que Ucrania sea inhabitable en la época de invierno, están enviando potencialmente a millones de ucranianos más a Europa”, dijo Hodges. “Eso presionaría a los gobiernos europeos. La esperanza es que Europa, a su vez, presione a Moscú”.
“Los rusos están perdiendo en todas partes”, agregó Hodges, “y su única táctica es apuntar a la infraestructura civil no militar para alargar las cosas y esperar obtener una solución más favorable al Kremlin”.
Sólo ocho de los 15 reactores nucleares de Ucrania están operativos, y los siete que no funcionan representan más del 25% de la capacidad de generación eléctrica del país. Ninguno de los seis reactores de la central nuclear de Zaporizhzhia está en línea debido a los bombardeos rusos de agosto, y sólo tres de los cuatro reactores de la central nuclear de Rivne están actualmente operativos. Los recursos energéticos renovables de Ucrania, que representaban aproximadamente el 12% de la generación antes de la invasión, están actualmente fuera de servicio en el territorio controlado por Rusia o en las regiones de la línea del frente. Al menos dos centrales hidroeléctricas también están fuera de servicio.
Ucrania tiene 14 centrales eléctricas que funcionan con carbón o gas natural. Ocho son propiedad de la mayor compañía eléctrica privada del país, DTEK, otras tres de la empresa estatal Centrenego, y el resto pertenecen a entidades públicas o privadas más pequeñas. Sólo una de las centrales de Centrenergo, Trypilska, está actualmente en funcionamiento. Dos de las seis centrales de DTEK que estaban operativas fueron dañadas esta semana por los ataques aéreos rusos.
Durante una reunión informativa con un grupo de periodistas en Kyiv, Volodymyr Kudrytskyi, el jefe de Ukrenergo, la operadora de la red eléctrica estatal, calificó de “colosales” los daños en el sistema eléctrico. Por su parte, el director general de la otra empresa estatal Naftogaz dijo que el ataque masivo había alcanzado 10 instalaciones de producción de gas en las regiones de Kharkiv y Poltava, incluida Shebelinka, una de las mayores zonas de producción y perforación. “Por supuesto, ahora haremos todo lo posible para recuperarnos, pero esto llevará tiempo, recursos y material”, dijo Oleksiy Chernyshov. “El tiempo es esencial, ya comenzó la temporada en que más necesitamos el suministro. El invierno es ahora”.
Mientras muchos ucranianos se preguntan por qué Occidente no les entrega las armas que necesitan para detener estos ataques y para responder destruyendo las redes de infraestructura rusas. Ucrania tiene el derecho legal de contraatacar dentro de Rusia, pero Estados Unidos y Europa que son los que la apoyan y le proveen de las armas, no se lo permiten. Le exigen a Kiev garantías de que el armamento que le proveen no se utilizará fuera del territorio ucraniano. Incluso, en las zonas previamente ocupadas y anexionadas como la península de Crimea. Si Ucrania recibiera las armas apropiadas y la luz verde de sus socios occidentales para devolver el golpe a la propia infraestructura rusa, probablemente Moscú se pensaría dos veces su actual campaña de bombardeos.
“Restringir la capacidad de Ucrania para defenderse podría tener consecuencias alarmantes para la seguridad internacional, lejos del frente del conflicto actual. Una cosa es que Estados Unidos restrinja a los aliados de la OTAN a los que protege directamente, pero otra muy distinta es que limite el derecho a la autodefensa de un país amigo no perteneciente a la OTAN al que sólo ayuda a distancia. Esto podría sentar un peligroso precedente e invitar a la invasión de otros aliados de Estados Unidos”, opina Ira Straus, el presidente del Centro de Estudios sobre la Guerra y la Paz del Consejo Atlántico.
El argumento de Washington para limitar la ayuda a Ucrania es que no quiere “provocar” a Vladimir Putin quien podría tener “reacciones desproporcionadas” en caso de verse “acorralado”. Algo que varios destacados analistas internacionales ya refutaron recitando la larga lista de barbaridades cometidas por las tropas rusas contra la población civil ucraniana. Otros creen que “si Putin se sale con la suya” no habrá límite alguno para sus ambiciones imperiales.
“La Administración Biden parece haberse decantado por una guerra de desgaste, pero este enfoque corre el riesgo de debilitar la alianza en apoyo de Ucrania. El desgaste socava la moral de la OTAN y aumenta las perspectivas de una derrota que desacreditaría a toda la alianza”, dice Ira Straus. “Y lo que es más importante, el desgaste deja a Ucrania y a Europa para soportar la carga principal de una guerra prolongada, con Ucrania sufriendo la destrucción y Europa pagando las sanciones. Estos costes se acercan ya a un billón de dólares para Ucrania y otro billón para Europa. Y todos juntos, en el norte europeo, se enfrentan a un invierno como no se vivía desde la II Guerra Mundial”.
La ola de ataques de las últimas horas también dejaron a la vecina Moldavia sin suministro eléctrico. Ingenieros británicos calculan que, si el sistema ucraniano colapsara, el apagón podría alcanzar a varios otros países de la región. El presidente Volodymyr Zelensky anunció que se están preparando unos centros calefaccionados donde se podrán refugiar los habitantes de las grandes ciudades mientras se prolonguen los cortes de energía. Los llamó “centros invencibles”. Aunque sabe que no serán de ninguna manera suficientes cuando en julio o agosto varios millones de personas puedan quedar sin calefacción con veinte grados bajo cero.
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