La maquinaria de propaganda del Kremlin insiste en asegurar que está en guerra con la OTAN y no con Ucrania. Es una manera de enaltecer para sus acólitos la “gran cruzada” que supuestamente están llevando a cabo de recuperar un territorio que consideran parte de la “gran Madre Rusia”. Por un lado, denominan a la invasión como una simple “operación militar especial”; por el otro, dicen estar combatiendo al mal encarnado por la OTAN y sus 30 países miembros. Pero hasta este momento, las fuerzas rusas se habían cuidado de limitar sus fallidas operaciones a Ucrania, en un intento de no atacar directamente a la organización militar occidental. Incluso, los aliados encabezados por Estados Unidos se negaron hasta el momento a entregar armamento de largo alcance para que los ucranianos no puedan caer en la tentación de atacar a los rusos en su territorio y llevar la guerra a un nivel más profundo.
Sin embargo, el ataque de los misiles rusos a Polonia cambia todo. La OTAN se rige por un código básico de “todos para uno y uno para todos”. El artículo 5 del Tratado de Washington sostiene el concepto de defensa colectiva. Establece que un “ataque armado” contra un país miembro en Europa y Norteamérica se considerará un ataque contra toda la Alianza. Como consecuencia y en virtud del artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas sobre la legítima defensa, los miembros de la OTAN pueden ejercer las medidas necesarias, incluso el uso de la fuerza, para restaurar la paz y la seguridad.
Lo que vimos hoy ocurrió cada vez que Rusia sufrió un revés en su intento de invadir Ucrania: respondió con un ataque indiscriminado de misiles, cohetes y drones kamikazes. Antes fueron los fracasos en la toma de Kyiv en los primeros días de la invasión de febrero y cuando tuvieron que replegarse se Kharkiv, la estratégica segunda ciudad ucraniana cercana a la frontera rusa. Esta vez es el humillante repliegue de la única ciudad importante que tenían en sus manos, Kharkov, durante el fin de semana, que abrió la posibilidad de que Ucrania termine por expulsar a los invasores de todo el sur del país. La respuesta fue siempre una lluvia de bombas sobre la población civil. Esta vez, más de cien misiles lanzados en forma indiscriminada que alcanzaron edificios de viviendas civiles en Kyiv y varias otras ciudades ucranianas. La gran diferencia es que, esta vez, dos de esos misiles se desviaron y terminaron alcanzando el territorio de otro país, Polonia, miembro de la OTAN.
Los ataques tuvieron como objetivo la estructura de energía del país. Es algo que las fuerzas rusas vienen intentando desde hace meses, dejar al país sin energía para provocar una gran crisis humanitaria cuando se acerca el invierno en las estepas. El ministro ucraniano del área, Herman Halushchenko, dijo que habían producido 15 ataques a centrales y redes eléctricas, así como diferentes objetivos civiles en al menos seis ciudades grandes, desde Kharkiv en el este hasta Mykolaiv en el sur y Lviv en el oeste. Yuriy Ihnat, portavoz de la Fuerza Aérea Ucraniana, dijo que habían sido más de100 misiles los lanzados –superando los 84 cohetes que Rusia lanzó el 10 de octubre- y que los sistemas de defensa antiaérea habían logrado interceptar a decenas.
Más allá de la variedad de misiles que manejan las fuerzas del Kremlin, muchos de fabricación iraní, ninguno tiene una gran precisión. Esa es la principal razón por la que los lanzan “al bulto” contra edificios en zonas urbanas. Algo van a alcanzar. En general, un departamento modesto habitado por una pareja de ancianos y su gato. Esa acción crea estupor, horror, angustia por la pérdida de vidas, aunque no tiene mayores consecuencias en el plano bélico para ninguno de los bandos. Pero cuando uno de esos misiles se desvía y alcanza un objetivo inesperado en un país vecino, todo se complica.
Esta vez, fue un proyectil que explotó en un secadero de granos de la localidad de Przewodów, dentro del territorio de Polonia, muy cerca de la frontera ucraniana. Mató a dos personas. Hay versiones que hablan de más de un misil. El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, llamó a una reunión inmediata del gabinete de crisis.
Y allí está la clave de la pregunta que todos nos hacemos en este momento ¿cómo va a responder la OTAN? ¿va a aplicar el artículo 5? Más simple ¿se siente atacada la Organización del Tratado del Atlántico Norte y va a obrar en consecuencia? La respuesta está en la actitud que tome el gobierno polaco. Para que se aplique el protocolo de la OTAN tiene que haber un pedido de uno de sus miembros que debe decir que está siendo atacado y que solicita ayuda militar a sus pares.
En estos momentos debe haber consultas paralelas entre las principales capitales occidentales y en Bali, Indonesia, donde se realiza la cumbre del G-20, en busca de la respuesta. El gobierno de Varsovia no dará ese paso si no tiene un consentimiento previo desde Washington. También pesará la opinión que provenga desde Londres y París.
Las opciones son múltiples. Los polacos pueden condenar, pedir reparaciones, pero no solicitar la aplicación inmediata del artículo 5. Todo se mantendría en los carriles actuales en los que Ucrania continúa su defensa territorial en solitario con la ayuda de materiales bélicos e información estratégica de la OTAN. Una posibilidad es que el gobierno de Varsovia pida la ayuda militar por carriles discretos y sus aliados le aconsejen, también en forma subterránea, que lo deje pasar y espere un mejor momento para asestar el golpe que le quisieran dar a Vladimir Putin y su entorno.
La salida de máxima que se barajaba esta noche en círculos diplomáticos era la de un ataque selectivo ucraniano contra algún objetivo ruso dentro de su territorio con el apoyo logístico polaco y por ende de la OTAN cuidándose de que sea “restringido y no constituya una excusa para escalar la guerra”.
Por ahora, en las capitales europeas y en Washington predomina la prudencia. Quieren evitar a toda costa darle a Putin la oportunidad de ocultar sus fracasos en Ucrania bajo una extensión de la guerra a otros territorios. Ni Rusia tiene interés en enfrentar directamente a la OTAN ni la OTAN tiene ningún interés en lanzarse directamente a una guerra contra Rusia.
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