Bülent Kenes, un periodista turco exiliado en Estocolmo, estaba cenando con su familia cuando escuchó al presidente Recep Tayyip Erdogan reclamar su extradición como moneda de cambio para aprobar la adhesión de Suecia a la Alianza Atlántica.
“Solo fue mi nombre. No hubo una lista con otras personas. Solo mi nombre”, explica este antiguo redactor jefe de 53 años, en la lista negra de Ankara por sus simpatías hacia el movimiento del predicador Fethullah Gülen, que se convirtió en el acérrimo rival de Erdogan.
“Fue una sorpresa para mí y un choque para mi mujer. No logró decir nada durante varios minutos”, recuerda a la AFP.
Turquía reclama la extradición de activistas kurdos o disidentes refugiados en sus territorios como condición para aprobar la entrada de Finlandia y Suecia a la OTAN.
En un principio, Ankara pidió que se extraditaran a 33 personas. Después fueron 45 y finalmente 73. Los “terroristas”, como los califica el gobierno turco, figuran en una lista no oficial publicada por los medios cercanos al Ejecutivo.
Las autoridades suecas insisten sin embargo en la independencia del poder judicial, que tiene la última palabra. Las decisiones de la justicia no pueden ser revocadas.
Pero para Kenes, no es una garantía. “Hace seis o siete meses, les habría dicho que no estaba preocupado. Pero el ingreso a la OTAN supone un cambio de paradigma tan grande para Suecia, que ya no estoy seguro al 100%”, explica.
“Escándalo”
Para Bülent Kenes, Erdogan pudo haberlo citado “porque me conoce desde décadas” debido a su larga carrera de periodista. Puede ser el único nombre que tenía en mente cuando lo entrevistaron, señala.
“Otra explicación, más pesimista y grave, es que me odie profundamente. Que me odie y que pudo expresarlo una vez más”, cuenta.
Desde hace varias semanas, el periodista espera la decisión de la Corte Suprema sueca, encargada de analizar las peticiones de extradición. El país le otorgó el asilo político tras su llegada en 2017.
Kenes sigue confiando “en el Estado de derecho y en las autoridades suecas” y cree que una expulsión generaría “un escándalo enorme” y sería “ilegal”.
El columnista dejó Turquía unos días después de un fallido intento de golpe en 2016, que Ankara atribuyó al movimiento del predicador Gülen.
“No tengo nada que ver con el terrorismo, con la violencia, con un golpe de Estado”, asegura a la AFP.
“Hago periodismo y es por eso que Erdogan y su régimen me empezaron a seguir, acusar y perseguir”, denuncia el ex redactor jefe del diario Today’s Zaman.
De pro a anti-Erdogan
En cuanto al movimiento de Gülen, “respeto lo que hace y lo considero un movimiento humanitario (...) pero también lo critiqué en un texto de 90 páginas”, subraya.
Kenes recuerda los dos primeros mandatos de Erdogan y de su partido como algo positivo.
Pero en 2011, pasaron de ser de “democráticos a antidemocráticos para construir una especie de déspota, un gobierno unipersonal, primero en Turquía y luego en una región mayor”, momento en el que se volvió “muy crítico”.
“Consideraron que traicioné su causa”, cuenta.
Las columnas de Kenes empezaron a enfurecer cada vez más a Ankara y los casos judiciales se acumularon, hasta el punto de que tuvo que dimitir como redactor jefe a finales de 2015.
En Suecia, trabaja para el Stockholm Center for Freedom, una asociación creada por otros opositores turcos exiliados cuyos nombres también están en la lista del gobierno turco, como Abdullah Bozkurt y Levent Kenez.
Para el periodista, ambos países nórdicos se equivocaron en empezar negociaciones directas con Turquía. Cree que deberían de haber dejado a las grandes potencias de la OTAN, como Estados Unidos, en primera línea.
“Fue un gran error acudir a la mesa de negociaciones con un déspota para protegerse de la agresión de otro déspota, Vladimir Putin”, manifiesta.
(Con información de AFP)
Seguir leyendo: