Los tres chicos esperaron casi tres horas escondidos en la entrada de un edificio de departamentos hasta que vieron llegar a la primera camioneta marrón, que bajó la velocidad, subió a la explanada y se estacionó en el medio de la enorme plaza de Svobody, en el centro histórico de Kherson. Cuando vieron que los que bajaban del vehículo vestían el uniforme militar ucraniano, se lanzaron a toda carrera para llegar al lugar haciendo flamear las banderas celestes y amarillas. No eran los únicos que habían estado esperando este momento. De otros rincones de la plaza, que hasta ese instante estaba desierta y bajo un silencio de sótano, aparecieron otras personas gritando ¡Slava Ukrayini! ¡Heróyam slava! (¡Gloria a Ucrania!). Un momento después, unas cien personas estaban alrededor de la camioneta sacándose selfies con los soldados. Muchos lloraban de emoción. Hasta que estalló un colectivo “Z-S-U, Z-S-U”, por las iniciales de Fuerzas Armadas de Ucrania.
Cuando los chicos terminaron de colocar la bandera ucraniana sobre la fachada del edificio del gobierno provincial, en la plaza ya había una multitud y no se paraba de cantar el himno nacional. A nadie le importaba que ya estaba cayendo la tarde y hacía frío. O que los soldados les dijeran que tuvieran cuidado porque aún puede haber algún francotirador o calles y edificios minados. Sabían que estaban viviendo un momento histórico en que las fuerzas ucranianas retomaban el control de la última ciudad importante invadida por los rusos y que se habían tenido que ir esa madrugada porque ya no la podían sostener militarmente. Todo lo registraron y subieron a diferentes canales de Telegram. Era la liberación después de nueve meses de brutal ocupación.
Habían pasado casi 48 horas desde que los generales rusos, en una extraña coreografía exhibida en vivo en la televisión de Moscú, anunciaran la retirada de Kherson hacia la margen oriental del río Dnieper, aceptando de hecho que la provincia ucraniana que tan pomposamente fue declarada territorio ruso por Vladimir Putin hace apenas unas semanas atrás, volvía a ser territorio de Ucrania. Fueron horas de confusión. En Kyiv, el gobierno pedía prudencia. Temía que todo fuera una trampa. Incluso, los jefes militares ucranianos ralentizaron el avance porque sabían que hasta la madrugada del viernes los rusos todavía estaban del lado oeste del río y que no habían abandonado totalmente la ciudad.
De hecho, recién el viernes por la mañana aparecieron videos y fotos de una columna de rusos huyendo por debajo del puente Antonovskyi que había sido dinamitado en la noche para evitar que los ucranianos puedan cruzar el magnífico estuario de Dnieper y empujarlos hacia el Mar Negro. Lo destruyeron en dos partes, cortando la autopista M14 que era la única vía de suministros con la que se habían quedado los rusos en el sur ucraniano. Hay reportes de que también dinamitaron el puente ferroviario de Prydniprovske.
Rusia había prohibido en Kherson que se hable ucraniano, impuso una nueva currícula en las escuelas con historia rusa como principal materia, toque de queda desde las 20 hasta las 6, bombardearon todas las instalaciones de telefonía celular local e impusieron el sistema ruso, secuestraron y torturaron a todo sospechoso de resistencia. A principios de septiembre fueron casa por casa y obligaron a punta de pistola a la gente a votar en un simulacro de referéndum en favor de la anexión con Moscú. La ciudad tenía unos 250.000 habitantes antes de la llegada de los rusos, ahora no hay más de 30.000.
Antes de irse, los rusos saquearon casi todo lo que pudieron. En los últimos días, algunos vecinos relataron en las redes sociales que veían cómo los soldados y oficiales del Kremlin cargaban todo lo que podía tener algún valor en camiones y cruzaban el puente hacia la zona aún controlada por las fuerzas ocupantes. Un testigo dijo haber visto cómo se llevaban una moderna ambulancia de un hospital repleta de artefactos médicos. Otros, se ocultaron aterrados en los sótanos de una casa mientras escuchaban cómo los soldados les robaban los artefactos eléctricos y hasta una cunita de bebé. Hace unos días, se supo que incluso se llevaron los huesos de del príncipe Grigory Potemkin, general y amante de Catalina la Grande, que permanecían en una cripta de la catedral blanca de Kherson, ciudad que había fundado.
Ya comenzaron a aparecer informes de cadáveres encontrados en una de las oficinas gubernamentales, frente a la plaza Svobody y de tumbas colectivas como las que dejaron los rusos cuando tuvieron que huir desde los alrededores de la capital ucraniana, apenas unos días después de la invasión del 24 de febrero.
La pérdida de Kherson es el tercer gran revés de Rusia en la guerra, tras las retiradas de Kyiv, la capital y de la región de Kharkiv, en el noreste, en septiembre. Kherson era la única capital de provincia que las fuerzas rusas habían capturado desde la invasión de febrero, y un eslabón importante en el esfuerzo de Rusia por controlar la costa sur del Mar Negro, así como la conexión con la península de Crimea conquistada en 2014 y anexionada ilegalmente poco después. Vladimir Putin desapareció de escena desde que comenzaron los rumores de la retirada. El anuncio lo protagonizaron el miércoles los responsables militares. El general Sergey Surovikin, jefe de las fuerzas rusas en Ucrania, tuvo que poner cara de póker y decir ante las cámaras al ministro de Defensa ruso, el general Sergei Shoigu, que “tras evaluar la situación, propongo preparar las defensas a lo largo de la orilla izquierda del río Dnipro”. Una derrota con mayúsculas para las aspiraciones de Putin que pretendía tomar el control de Ucrania en apenas tres días cuando emprendió esta aventura bélica.
La reconquista de Kherson le da un espaldarazo al presidente Volodymyr Zelensky, que estuvo recibiendo presiones en los últimos días de algunos aliados europeos que prefieren unas negociaciones para terminar con la guerra, entregando parte del territorio ucraniano a Putin, para poder seguir recibiendo el suministro de gas barato que viene de Rusia y que ahora está cortado a causa de las sanciones comerciales. También es una muy buena noticia para el presidente estadounidense Joe Biden, el principal aliado de Zelensky, que puede mostrar que la entrega del costosísimo material militar a los ucranianos está dando sus frutos. Incluso, le va a ser mucho más difícil a los republicanos “trumpistas” que van a llegar a Congreso estadounidense como consecuencia de las elecciones del último martes y que ya habían anunciado que pedirían recortes en los gastos de la guerra.
Lo que sigue en el terreno militar es un reacomodamiento de las fuerzas en esta región. Los ucranianos tienen una durísima tarea de días y semanas limpiando las zonas minadas de la ciudad mientras los forenses buscan las huellas de los crímenes de los rusos que puedan llevarlos ante tribunales internacionales. También el control de un vasto territorio con aldeas y pueblos que habían sido tomados por los rusos y a los que todavía no pudieron llegar. Después, comenzará una batalla de artillería de uno a otro lado del río Dnieper en la que los sistemas HIMARS de lanzamiento múltiple de misiles que Estados Unidos entregó a Ucrania tendrán un papel preponderante. También los drones artillados y kamikazes que los iraníes vendieron a los rusos. Mientras las fuerzas ucranianas se prepararán para cruzar el río y tratar de empujar a las fuerzas de Putin hacia la otra orilla del Mar Negro. El resto, lo dictará el duro invierno que ya está llegando sobre la región.
En tanto, al caer la noche en la orilla occidental del extraordinario Dnieper, los habitantes de Kherson encendieron fogatas y cantaron la vieja canción popular cosaca, “Kalyna roja”, prohibida durante la ocupación rusa de Kherson y que hace referencia al fruto de una baya silvestre que crece en esta zona. “En el prado, allí, una kalyna roja se ha inclinado hacia abajo. Por alguna razón, nuestra gloriosa Ucrania se ha preocupado”, cantaron. “¡Y nosotros levantaremos esa kalyna roja y la mostraremos hacia el cielo!”. La misma canción que cantaron sus antepasados el 13 de marzo de 1944, cuando la ciudad fue liberada de los nazis.
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