La agrupación terrorista libanesa Hezbollah y la República Islámica de Irán han estado bajo observación en América Latina. Hechos como los atentados en Argentina contra la embajada de Israel y la sede de la AMIA -el 17 de marzo de 1992 y el 18 de julio de 1994 respectivamente- o el reciente caso del avión venezolano-iraní, encienden las alarmas sobre su presencia en la región.
El especialista en terrorismo Emanuele Ottolenghi, senior fellow de la Fundación para la Defensa de las Democracias que tiene su sede en Washington DC, ofreció este martes una charla virtual en el marco de la Licenciatura en Relaciones Internacionales y Ciencia Política de la Universidad de Palermo, Argentina, que analizó el ingreso y la expansión de Irán y Hezbollah en la región, así como el estado actual de su organización.
“Irán y Hezbollah son temas muy complejos”, comenzó el experto. “Están estrechamente interconectados pero sus tareas son diferentes. Irán, miembro de las Naciones Unidas, utiliza las herramientas de la soberanía para adelantar sus ambiciones políticas y aprovecha sus contactos para adelantar esta agenda que incluye exportar su ideología y difundirla afuera de sus fronteras”.
Por su parte, explicó que “Hezbollah no es un país soberano, es una organización terrorista con base en el Líbano, y que principalmente opera en la región para recaudar recursos que puedan financiar sus actividades en Oriente Medio, garantizar la continuidad del apoyo de la diáspora libanesa en la region, y establecer redes de infraestructura logística que puedan contribuir al trabajo de recaudación de recursos, pero que puedan también ser activadas para armar ataques terroristas, como fue el caso en Argentina”.
Ottolenghi contó también cuáles son los métodos de reclutamiento y adoctrinación de su maquinaria de propaganda, especialmente a través de universidades y centros culturales: “Están metidos en fuertes actividades que buscan multiplicar su ideología, como viajes plenamente financiados a Irán para ‘ejercer su derecho a la información y conocer el Islam’. El trabajo intenta establecer también de medios de comunicación para propagar sus ideas”.
Además, aseguró que Hezbollah “disfruta de apoyo desde las comunidades de su diáspora global para construir redes de lavado y que invierte recursos (Dawa Global) para mantener la lealdad de la diáspora y su apoyo concreto. La inversiones concretamente incluyen dinero para mezquitas, escuelas, centros culturales, movimientos de jóvenes, asociaciones de beneficencia. La organización envía clérigos, instructores y maestros para liderar las instituciones que financia, garantizando el adoctrinamiento de las comunidades y su continua lealdad”.
Antes de la conferencia, coordinada por el profesor Julián Schvindlerman, Infobae habló con Ottolenghi para dilucidar las pistas que apuntan a la expansión y el impacto de estas organizaciones en Latinoamérica.
—¿Cómo ocurrió el ingreso y la expansión de Irán y Hezbollah en la región?
—Los dos fenómenos están claramente interconectados porque el Hezbollah es una creación de Irán y es un agente que participa en los objetivos estratégicos de Irán. Pero tienen una historia un poquito distinta porque en el caso de Hezbollah estamos hablando de una organización que se concentra en el desarrollo de contactos, de redes, aprovechando la presencia de comunidades de diáspora libanesa y por eso se concentra en lugares de Latinoamérica, sobre todo donde existen estas comunidades, como la triple frontera de Argentina-Brasil-Paraguay, en Colombia, Panamá y Venezuela, donde hay comunidades de tamaño importante y con presencia también en otros lugares de relevancia comercial.
El caso de Irán es un poquito diferente porque desde 1979, cuando se afirma y se establece la revolución iraní en el país, tiene una visión revolucionaria global y por eso quiere exportar su ideología. Lo hace no solamente adelantando su agenda diplomática de formal oficial, sino también difundiendo su ideología gracias a una red de instituciones religiosas que financia y establece en todo el mundo. Ya a partir de 1981-82 Irán identifica a Latinoamérica como un lugar con mucho potencial porque queda en una zona muy cercana a Estados Unidos, el principal adversario ideológico de Irán. Entonces le da la posibilidad de molestar a Estados Unidos, penetrar una zona de influencia de su peor enemigo. Segundo, porque en Latinoamérica existe una presencia política ideológica y movimientos que se identifican de alguna manera con el antagonismo a lo que se llama el imperialismo de Occidente. Entonces Irán identifica a la región como una zona potencial de expansión. Este proyecto es de largo horizonte y que pacientemente desarrolla una red que hoy existe prácticamente en toda Latinoamérica
Se beneficia ahora del apoyo formal de unos países como Cuba, Nicaragua, Venezuela y también aprovecha la libertad que existe en la mayoría de los países de Latinoamérica para desarrollar centros culturales y actividades religiosas que en verdad son fachadas para reclutar miembros, adoctrinarlos, convertirlos y transformarlos en activistas que adelanten la causa iraní.
—¿Cuál es el objetivo final de toda esta estrategia?
—Los fines son múltiples. Se trata de ganar influencia en la sociedad. Es una estrategia de difusión similar a la que sale de la experiencia comunista soviética. No buscan difundir o ganar apoyo en números muy grandes; buscan reclutar gente que tiene talentos, que tiene influencia, gente que puede ser impactante. Por eso se concentran en académicos, periodistas, políticos, miembros de la sociedad civil que pueden amplificar el mensaje. También reclutar gente simple que puede hacer el trabajo diario.
Pero el intento es crear una base, una infraestructura de apoyo que pueda facilitar y adelantar sus agendas políticas en cada país. Y tenemos ejemplos: hay lugares donde esta actividad existe, donde los centros culturales y las mezquitas establecidas por los iraníes fueron activadas para facilitar el trabajo de logística de apoyo a actividades terroristas. Hay un caso bastante reciente en Francia de instituciones vinculadas que fueron incautadas, y los líderes de estas instituciones fueron detenidos en conexión a un ataque que por suerte no fue exitoso contra miembros de la oposición iraní en París en 2018. Son operaciones con caras múltiples, porque se trata así de adelantar la ideología y difundir la palabra de la revolución, pero también de reclutar miembros que puedan ayudar en otras funciones, siempre con el objetivo principal de adelantar la ideología y difundir la palabra de la revolución.
—¿Se ha notado en los últimos años un fortalecimiento de estas organizaciones?
—Yo creo que no se puede necesariamente identificar un fortalecimiento. Lo que se ve es que es un proceso gradual que sigue desarrollándose y que no parece sufrir de fluctuaciones en los recursos que tiene la república islámica o no parece impactado por las sanciones o por el cambio de liderazgo político en cada uno de los países. O sea, claramente en Venezuela se ve un desarrollo muy fuerte, porque el régimen bolivariano en Venezuela apoya fuertemente este tipo de actividades y da el espacio para que se desarrollen públicamente con recursos sin obstáculos.
Pero también en países como Colombia, Ecuador, Argentina y Brasil donde no necesariamente las fuerzas políticas encargadas de gobernar los países se ponen en relación de amistad, estas actividades siguen sin que nadie ponga obstáculos. Por eso yo creo que es una actividad a largo plazo.
Hay una universidad que se llama Al-Mustafa y que tiene un departamento dedicado a los hispanohablantes, y tiene un presupuesto de más de 80 millones de dólares por año. Es una institución del régimen iraní, que invierte en esta institución una cantidad bastante importante de dinero solo para la difusión de la ideología iraní en muchos idiomas, entrenando estudiantes convertidos que llegan desde el extranjero, entrenando instructores misioneros para que puedan viajar al extranjero. Por eso me parece algo importante. No es claramente del mismo tamaño que el programa nuclear, pero 80 millones de dólares por año de inversión en una institución que tiene como único objetivo la difusión de la ideología en todo el mundo es algo estratégico.
—¿Cuál es su análisis de lo ocurrido en el caso del avión venezolano-iraní que llegó a la Argentina?
—Que se trata claramente de una presencia anómala. Se trata de un avión sancionado que no tenía permiso de ser exportado a Venezuela, por eso la acción legal de Estados Unidos para incautarlo. A meses de su llegada y la recién salida de la tripulación, la pregunta más importante es qué querían hacer en Argentina, cuál era el objetivo de su misión, que presentaba muchas anomalías, como el tamaño de la tripulación, el alto rango de los miembros, venezolanos e iraníes. La otra anomalía es que el avión llega vacío a Ciudad del Este y sale con una carga que tiene un valor inferior al gasto del viaje, llega con mercadería a Buenos Aires, pero la intención era salir vacío, entonces no es una operación comercial. Tienen costos bajos porque la gasolina está subsidiada en Venezuela, pero no tiene sentido económico, no tiene sentido operacional. Entonces queda abierta la pregunta de qué llegaron a hacer. Me duele que las autoridades argentinas y los países que la ayudaban o que deberían ayudarla no lograron encontrar una respuesta suficientemente clara para poder imputar a la tripulación.
—Y teniendo en cuenta los últimos datos que se dieron a conocer sobre el ataque a la AMIA, ¿cree que podría ocurrir algún otro acto de terrorismo así en Argentina y en Latinoamérica en los próximos años?
—Yo creo que el medio del terrorismo sigue siendo una herramienta de la política exterior de Irán. Lo utilizaron en el pasado y siguen utilizándolo y amenazando con utilizarlo. Después de la eliminación de Qassem Soleimani en Bagdad en enero de 2020, tienen la intención de buscar venganza, y la posibilidad de que lo hagan en Latinoamérica existe. Tenemos también casos antecedentes en Latinoamérica donde sí se intentó armar un ataque, y por suerte por el trabajo de las agencias de inteligencia y de los aliados se logró neutralizar.
El caso de la AMIA es un clásico de cómo operan estas redes, donde vimos la interacción de la red oficial iraní de hombres vinculados o empleados en la embajada de Buenos Aires con la infraestructura logística local vinculada en la triple frontera que manejó la recaudación del dinero y facilitó la entrada y la salida de los equipos de los asesinos. Entonces es un modelo que existe y que funcionó en el pasado.
—¿Qué herramientas a nivel social y político se implementan y se pueden implementar para prevenir la infiltración del Hezbollah y de Irán en Latinoamérica?
—En el caso de Argentina, el establecimiento del Registro Público de Personas y Entidades vinculadas a actos de Terrorismo y su Financiamiento es un modelo que puede ser adoptado en otros países de la región cuando se investigan y se estudian redes involucradas potencialmente en la preparación de atentados terroristas. Sin la legislación y las herramientas jurídicas para combatir al terrorismo se trata siempre de hacerlo solo con las herramientas de las fuerzas del orden y de las investigaciones criminales, lo que a veces no permite lograr imputaciones o conseguir arrestos.
El caso de la tripulación del avión me parece un caso clásico porque ahí sí había elementos que implicaban a miembros de la tripulación a actos de terrorismo, de apoyo material al terrorismo. El caso sobre todo de los pilotos iraníes que no solamente llegaban a Buenos Aires pero también fueron implicados en transferencias de armas desde Irán hasta Siria. Con las herramientas del terrorismo, se podrían golpear este tipo de redes o a este tipo de personajes y sus actividades sin la base jurídica que las leyes contra el terrorismo ofrecen; sólo utilizando las del Código Penal está mucho más difícil porque claramente hay que comprobar acciones de actos punibles para poder imputar. Creo que se pueden desarrollar muchos más medios para investigar y también para prevenir acciones de terrorismo, gracias a una acción jurídica y legislación similar a lo que adoptó Argentina.
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