Muchos hombres rusos se están manteniendo alejados de las calles en Moscú, escondiéndose a las autoridades por miedo a recibir una notificación de reclutamiento tras la movilización parcial de la población decretada en septiembre por el presidente ruso, Vladimir Putin, para la campaña militar en Ucrania.
Aunque todavía hay muchos hombres en una ciudad de 12 millones de habitantes, en toda la capital su presencia se ha reducido notablemente, en particular en los restaurantes y en las reuniones sociales como cenas y fiestas, según cuenta el New York Times en una crónica publicada este miércoles.
“Esto es especialmente cierto entre la intelligentsia de la ciudad, que suele disponer de ingresos y pasaportes para viajar al extranjero”, escribe el diario neoyorquino.
Aunque no existen cifras exactas, se estima que cientos de miles de hombres salieron del país desde el anuncio de la movilización. La mayoría se marchó en las últimas semanas para evitar el reclutamiento o preocupados de que Rusia pudiera cerrar las fronteras si Putin declaraba la ley marcial, según el NYT. Estos se sumaron a quienes ya se habían ido en rechazo a la invasión o porque, por su oposición al Kremlin, temían ser encarcelados u oprimidos.
Putin dijo el viernes que al menos 220.000 ciudadanos habían sido reclutados. La mayoría provienen de regiones periféricas y pobres del inmenso territorio de la Federación Rusa. El lunes, el alcalde de Moscú anunció que la movilización en la capital había terminado oficialmente.
Aleksei Ermilov, fundador de una popular cadena de barberías, dijo que el éxodo de hombres era muy evidente en Moscú y San Petersburgo.
“Podemos ver la ola de reubicación masiva más en Moscú y San Petersburgo que en otras ciudades, en parte porque hay más gente con medios para irse allí”, dijo Ermilov. Olya, gerenta de una de las barberías, dijo que “la mitad de los clientes se fue”.
La falta de hombres también es notoria en el célebre callejón Stoleshnikov, una de las zonas de la vida nocturna moscovita. Durante el verano, estaba lleno de jóvenes rusos a la moda que se divertían. Ahora, un sábado por la noche estaba relativamente vacío.
Por otro lado, las descargas de aplicaciones de citas han aumentado considerablemente en los países a los que huyeron los hombres rusos. En Armenia, el número de nuevos registros en una aplicación de citas, Mamba, aumentó un 135 por ciento, dijo un representante de la empresa a RBK, un medio de comunicación financiero ruso. En Georgia y Turquía el índice de nuevas descargas superó el 110 por ciento, mientras que en Kazajstán aumentó un 32 por ciento.
Mientras tanto, para los que se quedaron, desplazarse por la ciudad se ha convertido en algo angustioso en medio de los omnipresentes controles de las autoridades.
“Intento ir en coche a todas partes, porque pueden dar órdenes de búsqueda en la calle y junto al metro”, dijo al NYT Aleksandr Perepelkin, director de marketing y editor de una publicación de moda y cultura.
Perepelkin dijo que se quedó en Rusia porque se sentía en la obligación de mantener la empresa en funcionamiento con sus más de 100 empleados. Pero ahora sus oficinas le recuerdan a los primeros meses de la pandemia de coronavirus por todas las personas desaparecidas. Dijo que él y sus socios no saben qué hacer.
La falta de hombres provocada por la movilización también comenzó a golpear a la economía. En las dos semanas siguientes a la convocatoria, el número de pedidos en los restaurantes moscovitas de más de 1.500 rublos -unos 25 dólares- disminuyó un 29% respecto al mismo periodo del año anterior. Sberbank, el mayor prestamista de Rusia, cerró 529 sucursales sólo en septiembre, según el periódico Kommersant.
Los medios de comunicación locales también informaron de que la asistencia a uno de los mayores clubes de striptease de Moscú se redujo en un 60% y que también hay menos guardias de seguridad disponibles porque han sido movilizados o han huido.
A la vez, muchas mujeres casadas se quedaron en Moscú cuando sus maridos huyeron, ya sea después de recibir una povestka -un aviso de reclutamiento- o antes de que pudiera llegar una.
“Siento que ahora somos un país de mujeres”, dijo al NYT Stanislava, una fotógrafa de 33 años. “Estaba buscando amigos varones para que me ayudaran a mover unos muebles y me di cuenta de que casi todos se habían ido”.
Las mujeres cuyos maridos fueron reclutados también se quedaron en Moscú. En casos como el suyo, el temor es que sus maridos no regresen con vida.
“Estos hombres son como juguetes en manos de niños”, dijo Ekaterina, de 27 años, cuyo marido, Vladimir, de 25, fue enviado a un campo de entrenamiento en las afueras de Moscú. “Sólo son carne de cañón”.
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