Impensable. Un grupo de chicas de la escuela secundaria, de no más de 15 años, algunas con largas trenzas a la usanza persa, se sacan una foto en su aula mostrando el dedo medio a la foto de los líderes supremos del régimen iraní: Khomeini y Khamenei. Y se atreven a subirla a las redes sociales. Se convierten en la imagen icónica de esta nueva ola de protesta contra el régimen que ya lleva tres semanas.
La foto acompaña a decenas de otras fotos y videos de estudiantes de escuelas secundarias –segregadas, por lo tanto, sólo mujeres- que siguen saliendo a las calles desde que Mahsa Amino, de 19 años, murió en manos de la policía después de ser arrestada por tener corrido el pañuelo obligatorio (hiyab) que debe cubrir la cabeza de todas las mujeres. Y que siguen teniendo aún más motivos para la protesta. Los padres de Nika Shahkarami, que hubiera cumplido 17 años este domingo, encontraron su cuerpo en una morgue policial. Estaba desaparecida desde que osó quitarse la hijab junto a un grupo de sus amigas de la escuela. Desde mediados de septiembre ya se produjeron al menos 150 muertos, centenares de heridos y hay más de 2.000 jóvenes encarcelados esperando sentencia. Es probable que les den hasta cinco años de prisión.
Las chicas están al frente de las protestas esta vez, pero la indignación es generalizada. La furia pública está tan extendida que incluso un diario de línea dura, pro régimen, como el Jomhuri Eslami, desafió abiertamente a las autoridades, acusándolas de negar sus propios fallas e impopularidad. “Ni los enemigos extranjeros ni la oposición interna pueden llevar a las ciudades a un estado de disturbios sin un fondo de descontento”, decía el editorial. “La negación de este hecho no ayudará”. Era una respuesta directa a la “disculpa” que hizo el Líder Supremo, el ayatollah Alí Khamenei, quien reconoció que pudo haber un “exceso” por parte de la policía en el caso de Mahsa Amino, pero que las protestas no eran legítimas porque están siendo armadas por agentes extranjeros de Israel y Estados Unidos.
El gobierno intenta atemorizar a los famosos y a los periodistas iraníes para que guarden silencio en Internet, y obligar a los que protestan a volver callados a sus casas, pero hasta ahora no lo lograron. El miércoles los estudiantes protestaron contra las detenciones masivas en Teherán, con una manifestación en la ciudad conservadora de Mashhad. “¡La Universidad de Sharif se ha convertido en una cárcel! ¡La prisión de Evin (la cárcel donde van a parar los presos políticos) se convirtió en una universidad!”, gritaban. La histórica universidad tecnológica de Sharif de Teherán fue el campo de batalla durante el fin de semana, con golpizas brutales, gases lacrimógenos y muchos detenidos.
Las protestas se siguen reproduciendo en casi todas las ciudades medianas y grandes del país. En Karaj, las alumnas de varios colegios se unieron a grupos de universitarias y marcharon por las calles sin sus hijabs, gritando “¡Mujeres. Vida. Libertad!”. También se realizan marchas diarias Sanandaj, en la zona kurda, de donde era oriunda Mahda Amino. Un trabajo realizado por el servicio en farsi de la BBC muestra que en la última semana hubo al menos una manifestación importante por día en cada ciudad de más de 100.000 habitantes. Y a muchos recuerdan los primeros meses después de la Revolución Islámica de 1979 cuando las mujeres que apoyaban el cambio institucional salieron a las calles a protestar contra las imposiciones de los ayatollahs. En ese momento también quemaron las hiyabs en fogatas populares. El ala más conservadora shiíta terminó por aplastar a los izquierdistas y liberales y se encaramaron en el poder.
Y como entonces, los guardias revolucionarios quieren aplastar la rebeldía cultural juvenil que se está produciendo en estos momentos. El miércoles fue detenido el cantante Shervin Hajipour, cuya canción “For the Sake of” (por el bien de) se convirtió en un himno de estas protestas. Las chicas cantan a los gritos el estribillo que dice: “Por mi hermana, por tu hermana, por nuestras hermanas”. Hajipour estuvo detenido en una comisaría por dos noches, lo liberaron a cambio del pago de una fianza y tiene un juicio pendiente.
La represión ya fue lanzada con toda su fuerza. Las alumnas de una escuela de Teherán lograron filmar a la agente de los servicios de inteligencia que les estaba tomando fotos a cada una de las que participaban en la protesta y que se cortaban el pelo en señal de rebeldía contra el régimen. En este momento, todo el aparato represivo del Estado, que es enorme, está trabajando para apresar, apalear y castigar con la cárcel a cada uno de los líderes de esta rebelión. Lo mismo que sucedió ya en todas las oportunidades en que la gente salió a las calles en Irán a demostrar su rechazo al régimen.
En julio de 1999, las manifestaciones de los estudiantes de la Universidad de Teherán, provocadas por el cierre de un periódico reformista vinculado al entonces presidente, Mohammad Khatami, convirtieron la capital en un campo de batalla. Los servicios de seguridad recorrieron las residencias estudiantiles buscando a los cabecillas y, tras seis días, las protestas fueron aplastadas. Muchos de los estudiantes permanecieron en la cárcel hasta seis años, y se ignoraron sus demandas de libertad de prensa y de la selección libre de los candidatos al Parlamento.
Las protestas por los derechos de las mujeres de 2005 y 2006, incluida la campaña de “Un millón de firmas en apoyo de la igualdad jurídica”, acabaron en el fracaso tras la detención de más de 50 de sus promotores y la salida de muchos de ellos hacia el exilio.
De nuevo, en 2009, tras el fraude en las elecciones presidenciales, el “Movimiento Verde” salió espontáneamente a la calle. Fueron más de tres millones de personas que marcharon bajo el lema “¿dónde está mi voto?”. La represión fue brutal. Quedó simbolizada por la muerte de Neda Agha-Soltan, de 26 años, una estudiante de música, a la que le disparó un francotirador y estuvo varios minutos agonizando en la calle. El video de lo sucedido sacudió las conciencias del mundo cuando se difundió a través de las redes sociales. Le costó al régimen seis meses terminar de aplastar la revuelta. Pero lo logró tras derramar mucha sangre. Fueron centenares los muertos. Los líderes fueron obligados a hacer confesiones grabadas en video que se difundieron en la televisión estatal. Tuvieron que decir que habían sido manipulados por Estados Unidos.
En 2019, salieron por primera vez los trabajadores y los más pobres, que son mayoría entre los que apoyan al régimen, a protestar por la grave situación económica. Les triplicaron, en una noche, los precios de la gasolina y les habían recortado los subsidios. La represión volvió a ser terrible. Los paramilitares fueron desplegados y dejaron más de 1.500 muertos.
Y como en todas esas oportunidades, ahora también salieron los basishis, las organizaciones juveniles paramilitares, y comenzaron las detenciones selectivas de quienes pueden constituir una masa crítica. Incluso, ya fueron apresados periodistas influyentes, como el director de Editoriales del periódico Shargh y el reportero que dio a conocer la noticia de la detención de Amini. Hasta el embajador del Reino Unido en Teherán fue convocado de urgencia por la cancillería iraní. Lo acusan de “fomentar la protesta”. Le dijeron que si aparece cualquier información en las redes escrita por algún funcionario británico, será expulsado.
Con estos antecedentes, la pregunta que sobrevuela Irán y se hacen todos los politólogos es simple: ¿por qué esta vez va a ser diferente?
En principio, nunca antes el régimen se había tenido que enfrentar con adolescentes mujeres. Es un sujeto mucho más “delicado” desde su punto de vista machista shiíta que el de “votantes enojados” o “manifestantes contra el aumento del costo de vida”. No saben muy bien cómo enfrentar a un grupo de chicas de 14, 15, 16 años que lo único que quieren es que las dejen crecer sin tener que taparse de pies a cabeza. Sí, sabemos, y ellos también, que se trata de algo más amplio y profundo, pero el que va a reprimir tiene que golpear a una chica de la escuela que no quiere llevar más el pañuelo obligatorio.
Y a pesar de que para la cultura occidental esto de llevar la hiyab aparece como un “elemento menor” de la vida, para la concepción machista y de la “virtud” musulmana shiíta, es fundamental. La hiyab se ha convertido en un símbolo central de la moral revolucionaria para el régimen. El ayatolá Khomeni, primer líder supremo de Irán, dijo una vez: “Si la revolución islámica no debe tener otro resultado que el velo de las mujeres, entonces eso es suficiente para la revolución en sí”. Las chicas saben dónde están pegando. Si cae la hiyab, cae mucho más que un velo.
También hay detrás de las chicas algunos conceptos que nunca antes tuvieron que enfrentar los clérigos shiítas. Se trata de jóvenes que nacieron en plena revolución científica y tecnológica y están conectadas permanentemente a una realidad global que poco o nada tiene que ver con la que ellos quieren imponer. No saben de fronteras ni barreras ideológicas. Quieren ser como todas las otras chicas del mundo que ven en las redes. Tienen las mismas aspiraciones y sus mismos ídolos.
Y, por último, este movimiento tiene mucho más que ver con el “Mee too” o el “Black Lives Matter” que con una protesta tradicional política como las que enfrentó hasta el momento el régimen iraní. ¿Qué pueden hacer frente a una chica adolescente que se corta el pelo delante de sus compañeras en señal de repudio a las imposiciones religiosas y sociales? ¿De qué la pueden acusar? Esto es lo que desconcierta en forma extraordinaria al régimen.
Esta nota forma parte de una cobertura más amplia sobre las protestas de las adolescentes en Irán que podés encontrar en mi newsletter Global cada semana. Suscribite en esta página: https://www.infobae.com/newsletters/
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