Este lunes, coincidiendo con el funeral de Estado y el entierro de Isabel II en Londres, manifestantes antiimperialistas lanzaron un ataúd con la leyenda “RIP Imperio Británico” al río Liffey en el centro de la capital de Irlanda.
La acción de protesta se enmarca en una manifestación contra la corona británica convocada por Acción Antiimperialista Irlanda y pretende recordar la protagonizada en 1897 por el dirigente nacionalista irlandés de izquierda James Connolly coincidiendo con la visita de la reina Victoria.
La manifestación fue convocada para protestar “contra la humillante adoración a la monarquía inglesa por parte de la clase gobernante del Estado Libre” de Irlanda.
Además reprocharon a las autoridades que la bandera irlandesa haya ondeado a media asta durante la jornada, informa la agencia de noticias The Press Association.
El presidente irlandés Michael D. Higgins y Taoiseach Micheal Martin estuvieron entre los líderes mundiales que asistieron al funeral de la reina Isabel en Londres.
Los restos de Isabel II fueron inhumados el lunes junto a los de sus padres, hermana y marido en una capilla de la iglesia del Castillo de Windsor, poniendo fin a los homenajes fúnebres por la reina fallecida hace 11 días.
“La reina fue enterrada junto al duque de Edimburgo, en la capilla del memorial del rey Jorge VI” en una ceremonia privada reservada a los familiares más cercanos, anunció un comunicado de la familia real británica difundido en su web oficial.
Alrededor de las 15.30 hora local (14.30 GMT), el féretro de la reina entró en la localidad de Windsor, situada al oeste de Londres. Algo más de una hora tardó el coche fúnebre en recorrer los 35 kilómetros que separan el arco de Wellington, lugar del que partió el coche tras el funeral en la Abadía de Westminster, del castillo de Windsor, donde la gente pudo darle una despedida final.
Con una fuerte escolta y con la presencia de miles y miles de personas en las calles del pueblo, el féretro con la reina Isabel II entró en la que ha sido su residencia más habitual y desde ahí se dirigió a la Capilla de San Jorge, situada a apenas unos metros del castillo, donde se realizó un pequeño servicio, como quedó acordado con la monarca antes de su muerte.
Una vez el féretro se colocó en el altar, los miembros de la familia real tomaron su sitio. El primero, el rey Carlos III, ovacionado a su llegada a Windsor y acompañado por sus hermanos y por sus hijos.
En total, unos 800 invitados se dieron cita en la capilla, entre ellos, el rey de España, Felipe VI, y su madre, Sofía. No estuvo la reina Letizia, que tenía que tomar un vuelo a Nueva York, ni tampoco el emérito Juan Carlos, que declinó la invitación. Otros líderes mundiales, como el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, tampoco estuvieron presentes en este segundo servicio, y partieron rumbo a Nueva York para la Asamblea de las Naciones Unidas que comienza esta semana.
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