“¡Vamos a disparar a tu hija! Dinos ahora mismo: ¿dónde están tus banderas, perra? Apoyas a Ucrania, ¿verdad?”.
La amenaza de muerte contra su hija petrificó a Yulia Petrova. Los soldados rusos buscaron desesperados por toda su casa, revolvieron cada cajón buscando alguna prueba “incriminatoria” sobre su apoyo a Kiev. No la encontraron y ella sobrevivió. Ahora, tras haber huido de la ciudad, celebra la liberación de la región y espera poder volver a su pueblo, aunque sabe que todavía falta para que sea una zona segura.
En entrevista con el portal independiente ruso Meduza, Petrova narró el drama sufrido desde hace seis meses cuando llegaron los invasores. “Las tropas rusas entraron en nuestro pueblo casi inmediatamente. Entraron sin luchar; no había soldados ucranianos y el alcalde (de Kupyansk) entregó la ciudad”. Se trata de un punto estratégico, al ser la conexión ferroviaria con otros puntos importantes del país.
La veterinaria vivía junto a su madre, su hija de 9 años y muchas mascotas rescatadas. En los últimos días había bajado a refugiarse al sótano ante las frecuentes explosiones y ruidos de aviones, pero ahora los invasores caminaban por las calles como si fuesen los dueños del lugar.
“En los primeros días, colgaron banderas por todas partes, rusas y soviéticas. Pusieron un soldado ruso en cada cruce. No tuvieron ningún contacto con los lugareños; todos se mostraron distantes. Nadie podía decirles nada”, contó.
Según explicó, los soldados entraban a los comercios y se llevaban todo lo que querían. Si alguien se atrevía a reclamarles, era golpeado y arrestado. También ingresaban a las viviendas para tomar lo que les interese. “Actuaban como si el mundo les perteneciera”, añadió, asegurando que se emborrachaban y disparaban a los edificios solo como entretenimiento.
La situación cada vez era más oscura. Yulia cuenta que pescadores encontraban en los ríos a residentes locales muertos con bolsas en la cabeza y los brazos atados.
Pero lo más siniestro ocurría en los sótanos de los edificios administrativos. “Allí detenían a la gente. Cuando pasabas por allí, se te ponían los pelos de punta, porque oías los gritos inhumanos. Tanto las voces de las mujeres como las de los hombres. Da miedo incluso imaginar lo que hacían para que la gente gritara así”, detalló.
Este martes, la policía ucraniana ratificó las denuncias de “campos de tortura” desplegados en estos sótanos en varios puntos de la región, recuperada durante la contraofensiva lanza en septiembre.
Petrova cuenta que muchos disidentes que no ocultaban sus posturas pro-Ucrania acababan desapareciendo, así como varias mujeres jóvenes.
Mientras tanto, los rusos obligaban a la gente a trabajar en el ferrocarril. Primero les ofrecieron grandes salarios, pero fue todo una mentira, ya que al final solo les dieron comida y los amenazaban si dejaban de colaborar.
También había residentes que apoyaban a las tropas, y muchos de ellos viajaron a Rusia.
Según cree, alguna de sus vecinas fue quien la denunció por su forma de pensar. “La madre de mi amigo, que trabaja como cuidador, por ejemplo, me dijo: ‘¿Por qué apoyas a Ucrania? Puedo ir ahora mismo y entregarte a los rusos. Y acabarás en el sótano’”, recordó. La amenaza era clara.
Y es que acabar en el sótano era el peor escenario. “Un hijo de unos amigos míos se saltó el toque de queda por unos minutos, no llegó a tiempo a casa. Lo cogieron y lo metieron en el sótano. Al día siguiente, lo sacaron. Lo habían golpeado tanto que no podía caminar”, recordó.
Finalmente, aparecieron en su casa tres personas, que la empujaron con violencia y la arrastraron para sentarla mientras revisaban sus pertenencias. La apuntaron, encañonaron a su hija para tratar de obtener información. “Apoyas a Ucrania, ¿verdad? ¿No te gustamos? ¿No te gustan los rusos?”, le preguntaron.
“Me quedé en silencio. Estaba tan asustada que no podía decir ni una sola palabra. Buscaron y buscaron, hasta que finalmente dijeron: “Volveremos”. Y se fueron”.
Ella no esperó a que cumplan con lo dicho. Al día siguiente, con todo lo que tenía ahorrado, encontraron a alguien que tenía un coche y las llevó con lo puesto hacia territorio controlado por Ucrania.
“Tuvimos que pasar por nueve puestos de control rusos de camino a Ucrania. El camino hasta la [línea de demarcación entre las tropas ucranianas y rusas] duró seis horas”, señaló.
Es que cada uno de los controles le pedían dinero. “Se creen nuestros dueños porque deciden quién puede pasar y quién no”, apuntó.
Como precaución, tuvo que eliminar toda la información de su teléfono, ya que cualquier mensaje o foto podía ser usada en su contra.
Finalmente, llegó sin nada al sector ucraniano. “Se llevaron todo nuestro oro, incluida la cruz y la cadena de oro de mi hija, y les dimos 400 dólares que habíamos estado ahorrando”.
La calma llegó cuando vieron a los soldados que responden a Kiev, recibiendo la ayuda también de voluntarios. De todas formas debieron pasar por entrevistas del Servicio de Seguridad para asegurar que no sean infiltradas de espionaje.
“Al principio, fue muy difícil acostumbrarse al hecho de que ya no teníamos que tener miedo cerca de los soldados”, reconoció. Le costaba mirar a los ojos a los uniformados. Ahora dice que está más tranquila, aunque no se va de su mente el objetivo de volver a su pueblo.
“No tenemos más ropa que la que llevamos puesta. Pero nuestra principal prioridad en este momento es recuperar nuestras otras mascotas. Kupyansk ha sido liberada, pero ayer mismo hubo bombardeos desde la Federación Rusa, y hubo algunas víctimas”, dijo. “Tengo muchas ganas de volver a casa, pero ahora no puedo. Nuestro pueblo está situado justo al lado de la frontera. Toda su artillería podrá alcanzar nuestra casa, y sus misiles volarán por encima”. Según cree, los rusos intentarán recuperar la ciudad.
De todas formas, promete que volverá por sus mascotas. “Quiero que todo termine. Quiero que la gente deje de morir y de quedar lisiada. No quiero que la gente ni los animales tengan que sufrir más”.
SEGUIR LEYENDO: