(Desde Roma) El silencio, la omisión histórica y el perene olvido sintetizan el clima alrededor de la Basílica de San Pedro.
La beatificación de Albino Luciani, el papa Juan Pablo I, se gestó entre los muros del Vaticano. En las primeras horas de esta mañana se desplegó de la logia central la imagen oficial del beato que fue revelada el domingo 4 de septiembre, cuando lo beatificó el papa Francisco gracias a un milagro argentino.
Juan Pablo I hasta ahora solo ha sido recordado por su pontificado de fugaces 33 días y el misterio de su muerte. Sin embargo, hoy vuelve a resonar su nombre por un milagro sucedido en la Argentina, una curación inexplicable para la ciencia de la paranaense Candela Giarda, que a los 11 años se encontraba internada en la terapia intensiva de la Fundación Favaloro por una encefalopatía. Su madre, Roxana Sosa, desahuciada por los médicos, acudió a la parroquia de la Rábida para pedir al padre José Dabusti que rezara para que su hija no se muriera aquella noche. El sacerdote le rezó a Juan Pablo I y la niña sobrevivió y hoy con 22 años lleva una vida normal sin secuelas.
Ni pompas ni honores
El Papa de la humildad rechazaba cualquier tipo de pompas y honores, quizás le hubiese gustado pasar desapercibido, tal como está sucediendo en estas horas en Roma. A lo largo de su vida, para evitar el protagonismo y estar en el centro de la escena, tomó decisiones que fueron muy criticadas. Cuando fue elegido obispo de Vittorio Veneto en 1959 le asignaron como residencia el castillo longobardo de San Martino, que a lo largo de los siglos fue residencia de duques, condes y sede de obispos. Lo primero que hizo fue pedir que le sacaran de la entrada el escudo episcopal, un gesto atípico.
“Vivir en un castillo me parece que es de arlequín, de un falso príncipe”. Así se expresaba Luciani en contra de la opulencia de su residencia. Su humildad exacerbada lo llevó a ganarse el rechazo de muchos: cuando fue Patriarca de Venecia rompió drásticamente con las tradiciones centenarias y abolió hasta el desfile de las góndolas engalanadas.
Sin rosarios ni estampitas
En estas horas, al recorrer las calles del Vaticano y las tiendas de artículos religiosos y souvenirs que rodean el emblemático columnado del Bernini, la figura de Juan Pablo I brilla por su ausencia. Al dialogar con los comerciantes ante el pedido de algún recuerdo, estampita o rosario de Luciani, muchos dicen que no recibieron nada en todos estos años, otros ofrecen productos de Juan Pablo II y se disculpan por confundirlo con el papa polaco.
En las vitrinas de las santerías de las inmediaciones de la Plaza San Pedro se puede encontrar llamativamente estampitas con los papas desde los años 60 hasta la actualidad pero el rostro de Juan Pablo I fue suprimido, un error histórico que no tiene explicación. También en las tapas de los libros de los papas del siglo XX fue borrado.
Entre los artículos religiosos encabeza Juan Pablo II, amado en todo el mundo, y su foto se puede encontrar como cenicero y hasta estampada en medias. Le sigue en protagonismo Juan XXIII, el papa Bueno. Pablo VI, es uno de los menos buscados y con poco merchandising. El intelectual Benedicto XVI es arrasado por la figura de Francisco, que aparece hasta en copitas para tequila. Pero del inminente beato Luciani, no hay rastro.
En las calles de la Santa Sede aún se respira el aire del consistorio. Nos encontramos con el flamante cardenal de Brasilia Paulo Cezar Costa, que con 55 años, una semana atrás, fue nombrado cardenal por el papa Francisco. Al estilo de Albino Luciani, Bergoglio remarcó a los flamantes cardenales de no ser vanidosos. Respecto a Luciani, el cardenal Costa dijo que, de haber tenido tiempo hubiera sido un gran Papa.
Sin embargo, del otro lado del océano, en el Cono Sur, el nombre de Albino Luciani resplandece entre tanto olvido. Una delegación de argentinos encabezada por el sacerdote del milagro, el Padre José Dabusti, ya se encuentra en Roma para la emblemática beatificación del último papa italiano.
En la conferencia de prensa de esta mañana, en la sala Stampa del Vaticano, se lució el testimonio del sacerdote argentino que trasmitió con emoción el relato del milagro. Por otro lado, dentro del panel llamó la atención la presencia de la sobrina médica de Albino Luciani, Lina Petri, la única de la familia que accedió a ver el cadáver del papa. Rememoró anécdotas familiares, pero cuando habló sobre la muerte de su tío, cuidó cada una de sus palabras y evitó explayarse. También sor Margherita Marin, la religiosa que encontró el cuerpo de Juan Pablo I, fue muy escueta al referirse a la muerte y enfatizó en los detalles de la vida cotidiana del mes que asistió al papa.
Se anunció oficialmente que en la ceremonia de beatificación la reliquia que se entregará al Santo Padre será un manuscrito del archivo personal de Luciani, una novedad ya que se estila exponer reliquias, ex ossibus, que pueden ser huesos, cenizas o parte del cuerpo del beato. En este caso el cuerpo de Luciani no fue exhumado y descansa desde 1978 en las grutas vaticanas. Unas horas atrás la tumba se encontraba cerrada con biombos y contrarreloj se estaba tallando y pintando sobre el mármol la palabra “beatus”.
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