Las fuerzas ucranianas habían iniciado una contraofensiva para recuperar la estratégica ciudad Kherson que está en manos de los rusos desde el comienzo de la invasión de febrero. Tuvieron que detenerla. Los soldados de Vladimir Putin lograron reagruparse e hicieron más fuerte la defensa. Los ucranianos recalcularon y decidieron ir directamente por las líneas de abastecimiento. Si las cortan, la próxima vez los rusos no podrán reforzar sus flancos como lo hicieron en los últimos días. Lanzaron una combinación de golpes estratégicos de los partisanos de Crimea con precisos ataques con drones. Una sorpresa. Atacó en la península que Moscú invadió y se anexionó en 2014. Un territorio que hasta ahora parecía fuera de este film bélico pero que terminó siendo uno de esos recursos que los directores se guardan para sorprender a la audiencia antes del final. Un engaño de película.
Las fuerzas convencionales de Ucrania carecen de las armas y municiones necesarias para lanzar una ofensiva terrestre a gran escala para recuperar el territorio invadido por los rusos, dijo el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, en una entrevista con el Washington Post. Y aclaró que, mientras tanto, Ucrania busca erosionar las capacidades de Rusia atacando sus instalaciones militares más sensibles desde dentro. “Estamos utilizando una estrategia para arruinar sus existencias, para arruinar sus depósitos, para arruinar sus cuarteles generales, los cuarteles de los comandantes”, aseguró. “Es nuestra respuesta a sus tácticas de picadora de carne”, dijo en referencia al bombardeo masivo ruso.
Para esta nueva estrategia, Ucrania está activando una “fuerza de resistencia” bajo el mando de las fuerzas especiales con el objetivo de llevar a cabo ataques lejos de las líneas rusas. En ucraniano simple, están organizando a los partisanos que habían lanzado una serie de ataques contra los objetivos rusos sin ningún comando ni coordinación con el ejército ucraniano. Es así como se produjeron los certeros ataques a una base aérea y a un depósito de municiones en la península de Crimea que provocaron un enorme daño y desorientación entre los invasores. Crimea es la principal ruta de suministro que tienen las fuerzas del Kremlin para las armas y municiones que llegan al frente de la franja del sur ucraniano. También están allí las bases para los cazabombarderos que lanzan ataques con misiles contra las ciudades ucranianas.
Hasta la semana pasada, las tropas rusas -e incluso los numerosos turistas rusos que iban a las fantásticas playas de la península- habían asumido que estaban a salvo en Crimea porque ese territorio estaba fuera del alcance del arsenal ucraniano existente. No contaban con la astucia de la resistencia de los partisanos que ahora recibieron armamento y refuerzos, así como el trabajo de los drones espías y los que lanzan cohetes. Tampoco creyeron que con la información precisa de las coordenadas, los misiles lanzados por el sistema Himars estadounidense podría tener la precisión y el poder de destrucción que están teniendo.
Las fuerzas ucranianas estaban avanzando hacia Kherson a principios de este mes, recuperando una serie de pueblos y destruyendo tres puentes estratégicos sobre el cercano río Dnipro que constituyen las únicas rutas de suministro para las tropas rusas en la ciudad. Ante el temor de quedar aislados, los rusos ralentizaron su ofensiva en el este para poder trasladar hombres y material a la zona de Kherson. El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) calcula que ya hay 20.000 combatientes rusos en la zona cuando hasta hace tres semanas había menos de la mitad. Y lograron armar dos puntos de cruce de pontones para el reabastecimiento. “Si hace unas semanas había una oportunidad para golpear a los rusos en esta región de Kherson, creo que ya ha pasado”, explicó el analista Konrad Muzyka, de la agencia especializada Rochan. “Pero no fue un fracaso para nada. Lograron detener cualquier avance ruso. Los obligaron a tener que cuidar lo que ya tenían ante la posibilidad de que perdieran todo”.
El martes, varias explosiones destruyeron un depósito de municiones ruso y una central eléctrica en Crimea. Las imágenes de lo ocurrido fueron publicadas por los partisanos ucranianos en el canal @breakingmash de Telegram. Unos días antes, otra acción de sabotaje terminó con una decenas de aviones y la inutilización de las pistas de la base aérea de Saki.
“Estamos utilizando una estrategia para arruinar sus reservas, para arruinar sus depósitos, para arruinar sus cuarteles generales, los cuarteles de los comandantes. Es nuestra respuesta a sus tácticas de picadora de carne”, aseguró el ministro Oleksii Reznikov.
Robert Bell, un ex funcionario de la OTAN y profesor de la Universidad de Georgia Tech cree que el comando central ucraniano nunca tuvo la intensión real de retomar el control de Kherson porque sabían que eso les iba a costar demasiado en vidas y armamento. “Dejaron correr la información de que se preparaban para la reconquista de esa zona del sur, y cuando todos estaban distraídos le asestaron un duro golpe a los rusos en Crimea que ellos creían que ya estaba asegurada para siempre”, comentó Bell. “Fue brillante, porque con casi nada consiguieron mucho y pusieron la duda en las mentes de los generales rusos. Ahora, tendrán que reforzar también las posiciones en Crimea y eso va a hacer mucho más lento aún el avance en el Donbás ucraniano”.
Tras capturar la región de Luhansk, en el este de Ucrania, a principios de julio, las fuerzas rusas siguieron avanzando hacia las ciudades estratégicas de Kramatorsk y Sloviansk. Sin embargo, el ritmo de la marcha es muy lento y con pocas ganancias territoriales significativas. También hay que tener en cuenta que se le agotan las posibilidades de rotar y refrescar a sus tropas. Se calcula que murieron más de 35.000 rusos y otros 50.000 fueron heridos desde el comienzo de la invasión. Dara Massicot, investigadora del centro de estudios RAND y ex analista del Pentágono, comentó en la CNN que “un ejército ruso agotado y repartido en múltiples frentes pone en duda la viabilidad del objetivo del Kremlin de ‘liberar´el Donbás. No tengo claro que las fuerzas que quedan en Rusia puedan cumplir los objetivos revisados y más limitados del Kremlin de ocupar y potencialmente anexionar las regiones del sur y el este de Ucrania”.
La pérdida de confianza en la seguridad de Crimea tras los recientes ataques ucranianos produjeron cambios en la cúpula militar. El vicealmirante Viktor Sokolov sustituyó al almirante Igor Osipov como comandante de la Flota del Mar Negro (BSF) que tiene base en Sebastopol, la capital crimeana. Los ataques sorpresa que incluyeron el cuartel general de las BSF “pusieron en estado de alerta máxima a las fuerzas del Kremlin y provocaron la reestructuración de la composición de las fuerzas, la logística y el liderazgo de la agrupación rusa en Crimea para mitigar el impacto de nuevos ataques”, dice un informe confidencial del ministerio de Defensa británico. Y agrega que “la Dirección Principal de Inteligencia Militar de Ucrania están reubicando docenas de aviones y helicópteros estacionados en aeródromos de Crimea a zonas más profundas de la península y en la Rusia continental”.
La inteligencia rusa también echó mano a viejas tácticas distractivas para ocultar el fracaso y tratar de trasladar el mote de “terroristas” hacia los enemigos. El jefe militar de la Crimea ocupada, Sergey Askenov, afirmó el 17 de agosto que el Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) había neutralizado células de la organización Hizb ut-Tahrir -una organización política fundamentalista islamista históricamente activa en Asia Central y que tiene lazos en la histórica comunidad tártara de la península ucraniana- en las ciudades de Dzhankoi y Yalta. Aksenov acusó al gobierno ucraniano de coordinar las operaciones de Hizb ut-Tahrir en Crimea.
Esta es la lectura que hace el ISW de Washington sobre lo operación de inteligencia: “Es probable que los funcionarios rusos vinculen cada vez más los ataques de los partisanos ucranianos contra los territorios ocupados con operaciones llevadas a cabo por organizaciones afiliadas al extremismo islamista, en un intento de alejar al movimiento partisano ucraniano de la comunidad internacional y socavar los llamamientos de Ucrania para designar oficialmente a Rusia como Estado patrocinador del terrorismo. Los ataques contra objetivos militares rusos legítimos entran dentro del ámbito del uso legal de la fuerza y no son actos de terrorismo, ni hay pruebas que sugieran que los extremistas islámicos hayan llevado a cabo estos ataques”.
El mayor temor por parte del Kremlin es que vuelvan a producirse las escenas de miles de autos de turistas rusos escapando como ocurrió la semana pasada cuando experimentaron de cerca las explosiones en las bases de sus militares mientras pasaban unos días en la playa. Las imágenes fueron difundidas en la televisión rusa a pesar del férreo control de censura que sufren y provocaron un duro impacto. Esperan no tener que vivir una salida masiva de los rusos de ese territorio que Putin decretó que forma parte de su país hace ocho años. Pero no podrán recomponer la paz de la Crimea veraniega que se vivía hasta ahora en la península. Se rompió para siempre.
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