Sor Lucía Caram es una monja dominica argentina, originaria de Tucumán, que se hizo popular en España, donde vive desde mediados de la década del 90, por el estilo frontal y el lenguaje callejero con el cual fustiga a los políticos, tanto del país en el que actualmente reside como de la Argentina.
Sor Lucía no es sólo activa en redes; también despliega un intenso trabajo social con los excluidos de España -banco de alimentos, albergues, proyectos comunitarios, etc.- y no se priva de interpelar a los funcionarios por lo que hacen y por lo que dejan de hacer. Los medios españoles la han bautizado “la monja cojonera”, y ella misma explicaba hace unos años el porqué: “Parece que toco los cojones cuando hablo. Es que cuando trabajas con gente que está en exclusión social, y ves lo que está pasando, tienes un compromiso con la verdad. A veces uno denuncia cosas, y eso resulta incómodo”.
Ahora, su enojo se dirigió hacia los “inútiles” en general y hacia los políticos en particular por las críticas al papa Francisco en lo que consideran inacción respecto a lo que está sucediendo en Nicaragua, donde el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, ha sido arrestado y confinado a su domicilio, en el marco de una ola de medidas represivas contra la Iglesia Católica.
“Hay una persecución contra la Iglesia en Nicaragua, es innegable. El dictador (Daniel) Ortega hace mucho tiempo que tiene entre ceja y ceja a la Iglesia”, dice Sor Lucía Caram en el video grabado que subió a su cuenta de Twitter en la que tiene cerca de 200 mil seguidores.
Tras esta constatación, afirmó que “Francisco no es ausente en esto, pero resulta que hay un montón de inútiles y de personas que todo el tiempo quieren manejarle la vida a Francisco, que es lo suficientemente inteligente como para no dejarse manipular y menos por tantos políticos, presidentes de gobiernos que pretenden darle lecciones y decir que por qué el Papa no habla y decirle lo que tendría que hacer”.
Caram apuntó contra la falta de autoridad política de quienes critican al Papa por lo que supuestamente no hace respecto de Nicaragua, pero no han sido capaces de evitar ni resolver tantos otros conflictos.
“Ellos, todos estos, han sido incapaces de detener muchísimas guerras -dijo-. Francisco está acompañando desde diversos ámbitos, está negociando, está ayudando, mucho más que nadie a la Iglesia en Nicaragua”.
A continuación aludió al estilo vaticano, que suele diferir bastante del de las demás administraciones: “Lo que pasa es que hay una diplomacia, hay una manera de trabajar, una manera de negociar, para evitar que corra la sangre en el país, que el dictador se empecine mucho más con la iglesia en Nicaragua”.
“Francisco está al lado del pueblo y de la iglesia de Nicaragua y vamos a ver los resultados de todo esto”, siguió Sor Lucía, en alusión al apresuramiento en juzgar una política y sus efectos. “Y a todos estos maestros que quieren darle lecciones desde dentro y fuera de la Iglesia, tenemos un Papa de lujo, que sabe lo que es gobernar a la Iglesia, que sabe lo que es dialogar, que sabe lo que es avanzar hacia determinadas metas”, agregó. “Ellos, como políticos, no han sabido hacerlo”, acusó.
Y remató: “Francisco, te banco hasta la muerte”.
La diatriba de Sor Lucía es respuesta a las recurrentes críticas al pontífice argentino por lo que hace o por lo que creen que deja de hacer. En general, son críticas que parten del desconocimiento de cómo opera la diplomacia vaticana. La Santa Sede tiene embajadores en casi todos los países del mundo pero éstos no tienen el estatus de los representantes de otros Estados, porque además de representar al Vaticano como entre estatal, representan a la Iglesia. Un nuncio muy rara vez es retirado del país al cual está destinado porque no puede abandonar a su feligresía. Puede sí ser expulsado; también asesinado, como sucedió con Michael Courtney, nuncio en Burundi, muerto en una emboscada en 2003. Un nuncio no es un simple embajador: cumple una función diplomática pero también otra esencial, la de ser el nexo entre las congregaciones locales y Roma.
El equilibrio y la prudencia suelen ser la regla en la política exterior de la Santa Sede, con dos objetivos: proteger a la grey local de eventuales arbitrariedades, y a su vez evitar ser parte de las fracturas político-sociales. Porque, de hecho, la feligresía católica es heterogénea, tanto en lo social como en lo ideológico partidario.
El mundo parece haber retrocedido en poco tiempo a la peor época del enfrentamiento entre bloques y sin embargo las críticas no se dirigen a los políticos que generaron esta situación sino al Vaticano por no resolver el desastre causado por aquellos. Por lo general, las críticas más virulentas vienen de los mismos que pregonan “Iglesia y Estado, asunto separado”, y ponen el grito en el cielo contra la injerencia eclesiástica cada vez que los episcopados opinan sobre alguna materia. De esos laicistas acérrimos vienen los mayores reclamos hacia Roma que, como todos saben, no tiene divisiones. La diplomacia vaticana es una diplomacia “desarmada”. El Papa no tiene poder de fuego para intervenir en conflictos y sólo puede mediar si las partes se le remiten y reconocen su autoridad. Eso no se puede imponer por la fuerza.
En un conflicto, el hacer por hacer no siempre da resultados y hasta puede ser contraproducente. Las críticas y las poses públicas están bien para los políticos que actúan pour la galerie, por unos segundos de televisión, pero no son dignas de estadistas que verdaderamente deseen incidir en el rumbo de las cosas.
Es la lección que Sor Lucía Caram quiso dar a los que critican al Papa desde la inmediatez y la superficialidad.
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