Desde un número de ejecuciones inédito desde hace años hasta detenciones masivas de detractores de la República Islámica, entre ellos reputados cineastas, el primer año de presidencia de Ebrahim Raisi ha estado marcado por un aumento de la represión, según activistas iraníes de los derechos humanos.
El ex jefe ultraconservador de la Autoridad Judicial confirma los temores que suscitó su llegada al poder en agosto de 2021, tras suceder al más moderado Hassan Rohani.
Raisi y el líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei, tienen que hacer frente a una profunda crisis económica, debida a las sanciones occidentales contra el programa nuclear iraní y a una serie de catástrofes, como el derrumbe de un edificio en Abadan (suroeste) en mayo, que causó decenas de muertos y desató una serie de manifestaciones de protesta.
“La represión actual está profundamente relacionada con la multiplicación de las manifestaciones”, asegura a la AFP Ali Fathollah-Nejad, especialista de Irán en la Universidad Americana de Beirut (AUB).
El régimen aprendió a reaccionar tras la movilización nacional de diciembre de 2017 y de noviembre de 2019 y, aunque las protestas tienen un origen socioeconómico, “se convierten rápidamente en políticas y se dirigen al conjunto de sistema”, señala. “Las manifestaciones en las calles siguen representando una amenaza para la estabilidad del régimen”, insiste el experto.
Ritmo “frenético” de ejecuciones
El aumento del número de ejecuciones en Irán, calificado por Amnistía Internacional (AI) de “frenético”, es espectacular: se han duplicado en el primer semestre en comparación al mismo periodo en 2021, según la ONG Iran Human Rights (IHR), con sede en Oslo, que contabilizó 316 ejecuciones en la horca en 2022.
En julio, el régimen llevó a cabo su primera ejecución pública desde hace más de dos años.
Entre los condenados ejecutados este año figuran 10 mujeres, según IHR, tres de ellas el mismo día, el 27 de julio, todas por matar a su marido.
Irán también reanudó la práctica de la amputación de dedos para los condenados por robo, un castigo infligido a al menos dos de ellos desde mayo mediante una guillotina instalada en la cárcel de Evin, en Teherán, según AI.
“Las autoridades utilizan estas series de ejecuciones para instalar el miedo en la sociedad como forma de disuasión de las manifestaciones antigubernamentales”, estima el director de IHR, Mahmood Amiry Moghaddam.
Y a pesar de ello, las protestas contra la pena capital en Irán --el segundo país en número de ejecuciones, después de China-- se multiplican en las redes sociales con la etiqueta “edam nakon” (“no ejecuten”).
Una de las voces de este movimiento, el cineasta Mohammad Rasoulof, ganador del Oso de Oro 2020 en la Berlinale por “La vida de los demás”, fue detenido en julio por haber confirmado unos meses antes una carta abierta pidiendo a las fuerzas de seguridad “deponer las armas” frente a la indignación contra “la corrupción, el robo, la incompetencia y la represión”.
“Maniobras para disuadir”
El cineasta Jafar Panahi, estrella del cine iraní en el extranjero, que quiso saber dos días después en qué situación se encontraba su compañero, fue detenido y enviado a la cárcel de Evin para purgar una pena de seis años pronunciada en 2010.
Según Tara Sepehri Far, investigadora sobre Irán en la ONG Human Rights Watch (HRW), estas recientes detenciones son “cínicas maniobras para disuadir la expresión de la indignación de la población frente a los numerosos fracasos del gobierno”.
La experta denuncia “el reflejo represivo de las autoridades que consiste en detener las críticas populares”.
Una veintena de ciudadanos de países occidentales, muchos ellos también con pasaporte iraní aunque Teherán no reconozca la doble nacionalidad, siguen detenidos o bloqueados en el país, según el Centro por los Derechos Humanos en Irán (CHRI), con sede en Nueva York.
Las ONG acusan a Irán de tomarlos como rehenes para obtener concesiones de las potencias extranjeras.
(Con información de AFP/por Stuart Williams)
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