Gran Bretaña vuelve a ser sacudida por la posibilidad de que uno de los terroristas más sanguinarios vuelva a caminar con libertad por las calles de Londres esta misma semana. El llamado “cuarto Beatle del ISIS” o “jihadi Paul”, Aine Davis, fue extraditado desde Turquía a Gran Bretaña y podría quedar libre en las próximas horas. Davis formó parte de un grupo de yihadistas de origen británico que torturó y decapitó al menos a 27 secuestrados por el grupo extremista islámico en Siria, la mayoría de ellos periodistas y trabajadores humanitarios.
Davis cumplió una condena de siete años y medio en una prisión de alta seguridad de Turquía y no puede ser juzgado dos veces por los mismos crímenes. Por lo tanto, este hombre de 38 años, un musulmán converso y radicalizado en la cárcel mientras purgaba una sentencia por narcotráfico, podría retomar su vida “normal” en los próximos días, más allá de que por un tiempo tenga limitados sus movimientos, deba llevar una pulsera electrónica y no pueda ver a sus antiguos amigos de la mezquita.
Su ex esposa asegura que ella no lo va a recibir en su casa y que ni siquiera lo quiere ver. La mujer, Amal el-Wahabi, fue declarada culpable en 2014 de financiar el terrorismo y condenada a 28 meses de prisión por intentar enviarle 20.000 euros en efectivo después de que él abandonara el Reino Unido para unirse al Estado Islámico. Una vieja amiga de la escuela de El-Wahabi, que había intentado pasar el dinero en su ropa interior, fue absuelta. “No quiero tener nada que ver con él. Hace años que no nos vemos y no quiero volverlo a ver”, aseguró Amal a The Telegraph.
Familiares de las víctimas y expertos en terrorismo cuestionan el hecho de que a Davis no se le retirara la nacionalidad británica, lo que habría impedido su deportación. Su padre es de Gambia y su familia lo envió a los cinco años a vivir con su abuela porque “volvía loca a la madre”. Pasó su infancia y adolescencia en el país africano, y regresó a Londres cuando tenía 17 años. Lord Carlile de Berriew, que fue revisor independiente de la legislación sobre terrorismo, dijo: “Basándonos en la información que tenemos podría haber sido deportado a Gambia, me sorprende que a esta persona se le permita simplemente volver al Reino Unido y no podamos hacer nada al respecto, salvo gastar enormes sumas de dinero para vigilarlo”. El ministerio del Interior británico dijo que “si se considera que Davis representa una amenaza para la seguridad nacional, será sometido a toda la gama de herramientas de investigación necesarias para proteger al público de él”.
Davis y los otros tres “Beatles del ISIS” se criaron en el oeste de Londres y fueron adoctrinados en dos mezquitas por clérigos radicalizados. En 2013 se ofrecieron como voluntarios para luchar con el grupo terrorista que llegó a dominar un enorme territorio entre Siria e Irak. Una vez en el autodenominado emirato del ISIS, los cuatro británicos fueron asignados a la obtención de información, la vigilancia de los extranjeros secuestrados y de su ejecución por decapitación que grababan en video y subían a las redes sociales.
El grupo decapitó al menos a 27 personas. Los rehenes también recuerdan que torturaban con descargas eléctricas, ahogamientos y simulacros de ejecuciones. “Eran matones sin ningún conocimiento de lo que es la religión”, fue la definición del corresponsal del diario El Mundo de España y ex rehén, Javier Espinosa.
El líder del grupo era Mohammed Emwazi, apodado “Jihadi John”. Apareció en varios videos ejecutando a los rehenes con un cuchillo. Había nacido en Kuwait, su familia se trasladó al Reino Unido en 1988 cuando él tenía seis años. Estudió programación informática en la Universidad de Westminster y se graduó en 2009. En 2014 ya estaba actuando en Siria y se mostró como el verdugo en las decapitaciones de los fotoperiodistas estadounidenses James Foley y Steven Joel Sotloff, ocurridas el 19 de agosto y 2 de septiembre de ese año, y en el del periodista japonés Kenji Goto en marzo de 2015. El 23 de agosto de ese año apareció un nuevo vídeo en el que por primera vez mostró su rostro amenazando con regresar a Gran Bretaña “a cortar cabezas”. El 12 de noviembre de 2015, Emwazi fue alcanzado por un misil lanzado desde un dron no tripulado en lo que fue una operación conjunta de la inteligencia estadounidense y británica. Ocurrió en Raqqa, la autodenominada capital del emirato. El Estado Islámico confirmó su muerte en enero de 2016.
Alexanda Kotey, de 38 años, alias “Jihadi George”, es de origen ghanés y grecochipriota, vivía en el oeste de Londres y acudía a la mezquita de Al Manaar junto a Emwazi. Durante años se dedicó a vender drogas en su barrio londinense de Shepard’s Bush. Cuando se unió al ISIS dejó dos hijos muy pequeños de dos madres diferentes. Los rehenes que sobrevivieron al cautiverio de “los Beatles” aseguran que Kotey era el más brutal en los interrogatorios. Con el desmoronamiento del emirato, Kotey intentó escapar hacia Turquía, pero fue apresado por milicianos de las Fuerzas Democráticas Sirias y entregado a las autoridades estadounidenses.
Con él, en el momento de la captura, estaba El Shafee Elsheikh, bautizado por sus rehenes como Jihadi Ringo, un hijo de refugiados sudaneses que llegaron a Gran Bretaña en los 80. Elsheikh fue el primero de los cuatro en viajar a Siria en 2012 y se unió a la red terrorista de Al Qaeda antes de jurar lealtad al ISIS. En octubre de 2020, Elsheikh y Kotey fueron llevados a Estados Unidos para ser juzgados. En abril de 2022, tras un juicio de tres semanas, fueron declarados culpable de toma de rehenes y de conspiración para cometer asesinato. Cumplen condena perpetua.
Davis fue arrestado por la policía turca en noviembre de 2015 mientras se encontraba disfrutando de una vida lujosa en una residencia de la playa de Silivri, al oeste de Estambul. La villa había sido alquilada por Kamran Faridi, un paquistaní-americano que trabajaba para el FBI estadounidense. Lo encontraron en esa “casa de seguridad” junto a otros cinco miembros del ISIS que habían logrado cruzar la frontera. Se lo juzgó y sentenció por incumplir las leyes turcas de migración y asociación con terroristas. Terminó purgando una leve condena.
La extradición compulsiva de Davis plantea una vez más a Gran Bretaña y los otros países europeos, cuyos ciudadanos se unieron a los grupos terroristas, el dilema de qué hacer con ellos a su regreso. Los servicios de seguridad y la policía antiterrorista se encuentran con combatientes islamistas endurecidos en la batalla a los que ya no pueden sentenciar a nuevos períodos de cárcel. Lo único que les queda por hacer es montar un enorme aparato de seguridad para tenerlos vigilados permanentemente. La otra medida, que es la de quitarles la nacionalidad británica, se consiguió sólo en 37 casos de los centenares presentados.
El más destacado de estos casos es el de Shamima Begum, la ex estudiante que huyó a Siria para unirse al Estado Islámico en 2015 con tan solo 15 años junto a dos amigas adolescentes, ambas asesinadas posteriormente. Begum nació en el este de Londres, hija de padres de origen bangladesí. Cuando cayó el califato del ISIS fue a parar a un campo de refugiados en Siria. El entonces ministro del Interior británico, Sajid Javid, le revocó su ciudadanía británica, argumentando que podía optar por la de Bangladesh. Hubo una batalla legal que llegó hasta Tribunal Supremo que terminó dando la razón al ministro. Begum sigue en Siria y no puede regresar a Londres.
En el caso de Davis, no está claro por qué se le permite seguir siendo ciudadano británico. Es probable que haya existido algún tipo de arreglo en el momento del arresto y sus abogados intercambiaron la posibilidad de conservar la nacionalidad a cambio de información. Lo cierto es que “jihadi Paul” transitaría por Londres en los próximos días y los familiares de sus víctimas podrían cruzarse con él en algún rincón de Hammersmith, el barrio londinense a orillas del Támesis donde probablemente vivirá.
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