Cuando se disolvió la Unión Soviética a finales de 1991, varios Estados miembros se preguntaron si valía la pena mantener en funcionamiento la OTAN. Treinta años más tarde, la alianza militar occidental probó que sigue siendo necesaria para detener las ambiciones de Rusia. “Si no hubiera existido, habríamos tenido que crearla con la invasión a Ucrania”, dijo esta semana el secretario adjunto de la organización. La guerra planteada por Vladimir Putin le dio la razón de ser a la OTAN, pero también abrió varios frentes de disputa.
Ahora, reunidos en la cumbre de Madrid, los representantes de los 30 estados miembros tienen que hacer frente a su desafío más importante desde la Guerra Fría y determinar de qué manera van a hacer frente a las ambiciones expansionistas rusas. Lo urgente será la coordinación para hacer llegar la ayuda militar que necesita Ucrania y convenir cuáles serán las nuevas líneas rojas que determinarán la intervención militar directa.
Por ahora, nadie cree que la OTAN deba involucrarse directamente en la guerra, aunque Putin está haciendo lo imposible para que esto suceda. Cualquier misil mal direccionado podría desatar un conflicto como no se veía desde la II Guerra Mundial. De esto se discutirá por lo bajo, a puertas cerradas, en reuniones de círculos pequeños. ¿Qué sucedería si el solo envío de armas fuera inútil ante la merma pronunciada de soldados ucranianos? ¿Dejarían caer a Ucrania para contener a los rusos en otros frentes? Las preguntas estarán y las respuestas se mantendrán en reserva. Pero habrá respuestas a este dilema occidental.
Otro debate clave de esta cumbre, que comienza en el anochecer de Madrid de este martes y continúa hasta el jueves, será el nuevo despliegue de tropas en el flanco oriental. Cómo se van a distribuir y en qué países. Desde que estalló la guerra ucraniana con la invasión rusa del 24 de febrero, se crearon nuevos batallones en Rumanía, Bulgaria, Hungría y Eslovaquia. Estos se suman a los que ya fueron armados tras la anexión rusa de la península de Crimea en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia. Las repúblicas Bálticas están presionando para que se amplíen los destacamentos que ahora son de unos 1.500 combatientes por país. Estonia, por ejemplo, está pidiendo el despliegue de una división de tropas estadounidenses en su territorio para que disuada a Rusia de un ataque relámpago.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo recientemente que los aliados podrían acordar “reforzar los grupos de combate en el Este hasta el nivel de brigada”, lo que los llevaría a tener entre 3.000 y 5.000 efectivos. Una división americana permanente no está en los planes de Washington. Pero sí se espera que el presidente Joe Biden anuncie nuevos despliegues de equipos de combate que llevaría de 70.000 a 100.000 los soldados estadounidenses estacionados en Europa.
“En la cumbre de Varsovia de 2016 ya se acordó una presencia avanzada reforzada con batallones de rotación en Polonia y los países bálticos. En la cumbre de Madrid, los aliados acordarán una presencia más reforzada y quizás incluso más permanente en el Este. La invasión rusa aceleró los tiempos, pero los acuerdos básicos ya estaban. La idea de una defensa reforzada que disuada a Moscú ya es un hecho”, explicó Harry Nedelcu, del centro de estudios Rasmussen Global en una charla previa a la cumbre en Madrid.
Elisabeth Braw, del American Enterprise Institute, cree que la OTAN se fortaleció con esta crisis. “Pero esa muestra de unidad no ha sido fácil porque los diferentes estados miembros de la alianza tienen ubicaciones geográficas muy distintas y percepciones diferentes del mundo. Ahora mismo, si empiezan a discutir o a estar en desacuerdo sobre qué hacer para ayudar a Ucrania, eso sería un gran revés y una señal de debilidad que los rivales de la OTAN aprovecharían”.
Todo esto no quiere decir que los miembros de la OTAN no vayan a exponer sus diferencias y pelear por sus intereses. En particular, Turquía, un aliado extraño que permanece como remanente de su posición estratégica durante la Guerra Fría, y que ahora ve una gran oportunidad para obtener concesiones a cambio de aprobar la entrada de Suecia y Finlandia. En mayo, ambos países dejaron atrás décadas de neutralidad militar y anunciaron que su adhesión a la alianza sería “un paso en la dirección correcta en medio de las nuevas realidades geopolíticas tras la invasión rusa de Ucrania”. Pero el proceso de adhesión se estancó después de que Turquía acusara a los nórdicos de dar refugio al proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), catalogado como grupo “terrorista” por el gobierno de Ankara y sus aliados.
Turquía considera que Suecia es una “incubadora”, como dijo el presidente Recep Tayyip Erdogan, de “terroristas”. Se refería tanto a la guerrilla del PKK activa en Turquía, y que es reconocida por la Unión Europea como terrorista, como a las milicias YPG de Siria, que no tienen esa consideración. “En su Parlamento hay diputados que defienden a los terroristas y no nos entregan a quienes deben entregarnos”, dijo Erdogan apenas unas horas antes del comienzo de la cumbre madrileña.
Suecia viene dando refugio a los activistas kurdos exiliados desde hace 30 años y habitualmente recibe a los perseguidos del régimen turco. Hace apenas unas semanas, habló en una conferencia del parlamento sueco, Zübeyir Aydar, ex diputado turco que es buscado por los servicios de inteligencia de Erdogan por su supuesta participación en el PKK. Incluso, parlamentarios suecos como Pehr Garton o Jaber Amin vienen pidiendo desde hace años a la Unión Europea eliminar al PKK de la lista de organizaciones terroristas. Y la diputada sueca Amineh Kakabaveh, de origen kurdo-iraní, dijo esta semana en una de las sesiones que cuando Erdogan hablaba de “terroristas en el gobierno sueco” se refería a ella específicamente.
Durante una reciente visita a Suecia, Stoltenberg dijo a los periodistas que la OTAN estaba trabajando duro para resolver las preocupaciones de Turquía “lo antes posible”. “A Turquía no le importa jugar el papel de aguafiestas. Pero lo que está claro es que Turquía tiene verdaderas preocupaciones de seguridad nacional con respecto a los kurdos. Ahí es donde Suecia va a tener que hacer algunas concesiones en particular para no quedar empantanada en el proceso”, explicó la académica Elizabeth Brew durante la “tertulia” previa a la cumbre. Erdogan tiene en su mano una carta fundamental. Para que la alianza acepte a un nuevo integrante necesita del voto unánime de sus miembros.
En la atmósfera calurosa madrileña también sobrevolará la cuestión de si será Ucrania alguna vez parte de la OTAN. Es algo que desde Kyiv se viene pidiendo desde hace mucho y siempre quedó postergado por el temor en Washington, Londres y Bruselas de que esa movida podría exacerbar la confrontación con Putin. Pero esa cuestión ya quedó obsoleta. Rusia no sólo se “enojó”, sino que lanzó una guerra de conquista contra su vecino. “Durante años hemos oído hablar de la puerta aparentemente abierta, pero también hemos oído ya que no entraremos en ella, y estas son verdades y deben ser reconocidas”, se quejó amargamente el fin de semana pasado el presidente Volodymyr Zelensky. Los ucranianos siguen recibiendo el material bélico fundamental para intentar derrotar a los rusos. La membresía o el desembarco de tropas de la OTAN para luchar en Ucrania, por ahora está fuera de toda consideración.
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