Los franceses votan este domingo en la primera vuelta de unas elecciones legislativas que deben decidir si el presidente centrista Emmanuel Macron, reelecto hace seis semanas, contará con una nueva mayoría parlamentaria para aplicar su programa.
Los colegios electorales abrieron a las 8:00 en Francia metropolitana para la mayoría de los 48 millones de electores, que ya votaron la víspera en gran parte de los territorios de ultramar.
Por primera vez en 25 años, los principales partidos de izquierda --ecologistas, comunistas, socialistas y Francia Insumisa (left radical)-- decidieron concurrir en un frente unido, liderado por Jean-Luc Mélenchon.
El veterano político de 70 años, que se quedó a las puertas del balotaje de la presidencial con casi un 22% de votos, busca su revancha en esta “tercera vuelta”, e impide que Macron pueda aplicar su programa de corte liberal.
Para la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), liderada por Mélenchon, los franceses reeligieron al centrista el 24 de abril no por su programa, sino para evitar la llegada al poder de su rival, la ultraderechista Marine Le Pen.
Los sondeos dan empatados a la alianza centrista ¡Juntos! y al frente de izquierdas en la primera vuelta, y la victoria al oficialismo en la segunda vuelta del 19 de junio, pero sin mayoría absoluta --solo relativa-- para Macron.
La abstención se anuncia clave, sobre todo para la izquierda radical y la extrema derecha, sus votantes son más proclives a no acudir a las urnas. Más de la mitad de los electores podrían abstenerse el domingo, según las encuestas.
“No espero gran cosa de las elecciones, porque no hay nada realmente que se mueva, sobre todo para los jóvenes. Cumplo con mi deber cívico, porque hay que hacerlo”, dijo Sandrine Andypain, de 28 años, a la AFP en el archipiélago de Guadalupe.
577 CIRCUNSCRIPCIONES EN JUEGO
Ante el auge de la Nupes y la posibilidad de perder la mayoría absoluta, el presidente francés, de 44 años, bajó al barro electoral en la recta final de campaña para pedir una “mayoría fuerte y clara” frente a los “extremos”.
Macron se juega poder aplicar su programa, cuyo costo cifró en abril en 50.000 millones de euros anuales (unos 52.600 millones de dólares) y que incluye retrasar la jubilación de 62 a 65 años o el “renacimiento” de la energía nuclear.
El sistema electoral francés vuelve complicado hacer proyecciones claras de los resultados. Los electores deben elegir al diputado de su circunscripción --577 en total--, mediante un sistema uninominal a dos vueltas.
Tras el balotaje del 19 de junio, se conocerá si los franceses otorgan su confianza total a Macron y más de 289 diputados (mayoría absoluta), si lo obligan a deber negociar con una mayoría relativa o si le imponen una “cohabitación”.
En el último escenario, “él ya no fijaría la política de la nación, sino la mayoría de la Asamblea y el primer ministro que salga de ella”, explica Dominique Rousseau, profesor de Derecho Constitucional en la universidad Panthéon-Sorbonne.
Francia ya ha conocido mandatos con un gobierno y un presidente de diferente signo político. La última cohabitación fue de 1997 a 2002, cuando el presidente conservador Jacques Chirac nombró al primer ministro socialista Lionel Jospin.
Como Jospin, que lideró en las legislativas de 1997 a la alianza Izquierda Plural, Mélenchon espera convertirse en jefe de gobierno. La idea de ver al “Chávez galo”, en palabras del ministro de Economía, en el poder preocupa al oficialismo.
A diferencia de la presidencial, la ultraderecha --dividida-- no llega en posición de fuerza, más allá de sus feudos en el norte y el sureste, y el tradicional partido de derecha Los Republicanos se juega su porvenir tras la debacle de abril.
Aunque el poder adquisitivo, en un contexto de alza de precios por la guerra en Ucrania, es la principal preocupación, la campaña estuvo marcada por varias polémicas sobre la actuación de la policía, como en el Stade de France.
(Con información de AFP)
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