Argelia ya no es amigo de España. De esta manera, ha dejado en claro el país africano el estado de su relación con Madrid tras la ruptura del Tratado de Amistad y Cooperación que ambas naciones firmaron el 8 de octubre de 2002. Este pacto ha estado vigente durante 20 años pero el Estado Argel ha decidido ponerle su fin.
Esto sucedió a las pocas horas de la comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso de lo Diputados, donde explicó el giro político de España con respecto a la autonomía de Sahara Occidental. Ya que ese es el punto más delicado de esta amistad con Argelia que en realidad hoy podríamos llamar crisis.
Marruecos ha sido un rival histórico de Argelia. Una enemistad que alcanzó su punto más culminante en agosto de 2021, cuando Argelia cortó por completo toda relación diplomática a raíz de posibles espionajes por parte de la menarquia alauí y que esta mostrase un acercamiento a Israel, enemigo constante de los países musulmanes.
A ello se suma el conflicto del Frente Polisario con Rabat. Es aquí cuando el Gobierno argelino saca a relucir el proverbio árabe: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Porque Argelia no reconoce el plan de autonomía para Sahara Occidental planteado por Marruecos en 2007. Esta iniciativa planteaba ceder una serie de competencias a los saharauis, pero por el contrario se reservaría la administración de la seguridad nacional, la defensa exterior y de la integridad territorial, las relaciones exteriores y el régimen de explotación de los recursos naturales. Unas condiciones rechazadas de forma explícita por el Polisario, pues supondría ceder más poder a Marruecos, algo nada interesante para Argelia. Y es aquí donde entra España.
España siempre ha defendido una solución al conflicto entre Marruecos y Sahara Occidental, pero en marzo de 2022 todo cambió. Pedro Sánchez anunció que apoyaba el plan de autonomía presentado por Marruecos en 2007 para el Sahara.
Un giro político, discutido por sus propios socios, sin precedentes, que llegaba después de una grave crisis migratoria en las fronteras de Ceuta y Melilla, en la que cientos de inmigrantes saltaron a territorio español con el beneplácito del Reino de Mohamed VI.
A este conflicto tampoco ayudó que Moncloa permitiese la entrada encubierta del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, al país para ser tratado del coronavirus. Una operación que se saldó varios meses después con la sustitución de Arancha González Laya al frente del Ministerio de Exteriores por José Manuel Albares.
El cambio de postura del Ejecutivo español no fue bien recibido por Argelia. Desde marzo, las tensiones no han cesado. Primero llamó a consultas a su embajador en Madrid, un antecedente a la ruptura diplomática. Después, y en plena crisis energética, el Gobierno de Abdelmadjid Tebboune acordó ser el suministrador principal de Italia, en detrimento de España, gran dependiente del gas argelino.
Esta discordia entre España y Argelia atraviesa estos días su momento más complicado, con la ruptura del Tratado de Amistad y, poco después, la prohibición de las operaciones comerciales con Madrid.
SEGUIR LEYENDO