Luego de meses de amenazas e insistentes negaciones respecto a una posible invasión, el pasado 24 de febrero Vladimir Putin finalmente dio luz verde a las tropas rusas para lanzar lo que llamó una “operación militar especial” en Ucrania. Cien días después, el resultado fue una brutal invasión que, hasta el momento, dejó miles de muertos y heridos, y el mayor éxodo de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, las tropas rusas se encontraron una férrea resistencia de las fuerzas ucranianas; una capacidad de defensa que ni el propio Putin se esperaba. Si bien varias ciudades quedaron destruidas, hoy el foco del enfrentamiento armado se centra en el este del país, ya lejos de la capital Kiev, donde intentaron llegar las tropas invasoras pero fueron repelidas después de varias semanas de combate.
Muchos analistas y líderes internacionales consideran que el error de cálculo del presidente ruso fue casi total. Además de subestimar la capacidad de resistencia de las fuerzas ucranianas, para muchos Putin pensaba que invadiendo Ucrania iba a provocar quiebres y diferencias en Occidente. Pero terminó ocurriendo todo lo contrario: los miembros de la OTAN se mostraron más unidos que nunca, países como Suecia y Finlandia solicitaron su ingreso a la alianza atlántica, las potencias occidentales aplicaron un contundente paquete de sanciones contra Rusia, Putin, su círculo íntimo y la larga lista de oligarcas que responden a él.
De acuerdo a datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hasta la fecha se registran al menos 4.074 muertos y 4.826 heridos civiles desde el inicio de la invasión. De ese total, al menos 262 niños fueron asesinados, y otros 415 resultaron heridos. Sin embargo, el organismo aclara que la cifra real sería mucho mayor.
Asimismo, la brutal invasión perpetrada por las tropas de Putin dejó hasta el momento 6,8 millones de ucranianos refugiados, la mayoría mujeres, niños y ancianos. A esa cifra se suman otros 8 millones de desplazados internos, por lo que la guerra obligó a dejar su hogar a cerca de 15 millones de ucranianos, la tercera parte de la población nacional (44,13 millones).
Rusia tiene uno de los ejércitos más poderosos del mundo. La diferencia de poder militar con Ucrania es muy grande. Pese a esto, las tropas rusas sufrieron importantes bajas. Según reportó Kiev, al menos 30.500 soldados rusos murieron hasta el pasado 31 de mayo. Además, las fuerzas ucranianas destruyeron 208 aviones rusos, 174 helicópteros, 1.358 tanques, 3.302 vehículos blindados, 649 artillerías, 207 lanzacohetes y 93 sistemas de defensa aérea desde el comienzo de la guerra. Rusia también perdió en combate 2.275 vehículos, 13 barcos y lanchas ligeras, 515 aeronaves no tripuladas y 120 misiles de crucero.
Desde que comenzó la invasión rusa, los aliados occidentales enviaron armamentos a Ucrania para ayudar a las fuerzas ucranianas a contener el avance de las tropas de Putin. Hasta el momento, los paquetes de armas provistos por Estados Unidos a Ucrania se centraron en los misiles antitanque Javelin y antiaéreos de corto alcance Stinger, así como drones suicidas Switchblade 300. Días atrás, Washington confirmó que enviará el Sistema de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad (Himars).
El Reino Unido, por su parte, también envió miles de misiles, entre los que se destacan los STARStreak, mientras que países como Alemania y Grecia han colaborado por tanques.
Entre el 27 de febrero y el 31 de marzo las tropas rusas tomaron el control de la ciudad de Bucha, donde cometieron una masacre, con el asesinato masivo de cientos de civiles. Las imágenes de cadáveres en la vía pública y en fosas comunes provocó la condena internacional, al punto que Rusia fue suspendida del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. La resolución se aprobó por 93 votos a favor, 24 en contra y 58 abstenciones. El Kremlin recibió el apoyo de los regímenes de Venezuela, China, Corea del Norte, Irán, Siria y Cuba. Brasil y México, en tanto, se abstuvieron.
La Fiscalía de Ucrania reportó más de 15.000 crímenes de guerra, incluidos de carácter sexual, con violaciones “de militares rusos a mujeres, niños, hombres y ancianas”. Esto llevó a la Corte Penal Internacional (CPI) a abrir una investigación contra Putin y las tropas rusas por crímenes de lesa humanidad y de guerra en Ucrania.
Tras la invasión a Ucrania, Occidente, con Estados Unidos y el Reino Unido a la cabeza, aplicaron fuertes sanciones contra Rusia para aislar económicamente al país y complicarle el financiamiento de su sangrienta guerra. Esa política de aislamiento se vio ampliamente reflejada con el masivo éxodo de empresas que sufrió Rusia. Marcas como McDonald´s, Starbucks, Coca-Cola, Apple, IBM y Amazon, entre otras, integran la enorme lista de firmas que suspendieron sus operaciones en el país en rechazo a la invasión.
Rusia impone un bloqueo a los puertos ucranianos sobre el Mar Negro, en particular el de Odesa, y están bloqueados unos 20 millones de tonelada de granos almacenados en silos de todo el país. Según datos de la ONU, la guerra y el bloqueo de los puertos marítimos ucranianos podrían provocar la hambruna de 1.700 millones de personas en todo el mundo.
Infografías: Marcelo Regalado
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