La sede del poder soviético vuelve a ser el centro de la intriga política como en la época de la Unión Soviética y la Guerra Fría. Decenas de generales cayeron en desgracia. Varios fueron a parar a las mazmorras del servicio secreto. Los rumores sobre la salud de Putin son cada vez más alarmantes. El líder ruso permanece encerrado junto a dos o tres amigos incondicionales. Los hombres que manejaban la política de los enclaves pro-rusos en Ucrania, desaparecieron. El ministro de Defensa es una figura decorativa. Ocho directivos de empresas estatales aparecieron muertos en los últimos tres meses. La economía rusa está cayendo hasta un 20% de su PBI y las sanciones comienzan a afectar seriamente a los oligarcas amigos del régimen. Los rusos esperan en cualquier momento una nueva cadena nacional con la emisión del ballet del Lago de los Cisnes, el signo claro de un cambio de figura o de régimen.
Esta semana se registró un “veranito” cambiario en Moscú. El rublo se recuperó en un 30% frente al dólar con respecto al valor que tenía antes de la invasión a Ucrania del 24 de febrero. Se debe a que algunos clientes aceptaron pagar en esa moneda las importaciones de gas y petróleo. Pero esto contribuye a aumentar el déficit, de acuerdo a Evegeny Kogan, profesor de la Escuela Superior de Economía de Moscú, y es un fenómeno de muy corto plazo “la realidad es que el parate económico es severo”. “Las perspectivas económicas para Rusia son especialmente sombrías”, dijo el Banco de Finlandia en un análisis esta semana. “Al iniciar la guerra contra Ucrania, Rusia ha optado por volverse mucho más pobre y menos influyente en términos económicos”. Incluso el Banco Central ruso pronosticó una asombrosa tasa de inflación de entre el 18 % y el 23 % este año, y una caída en la producción total de hasta un 10 %. En Occidente se cree que el PBI ruso caerá un 20%.
La gente en la calle se queja porque un kilo de bananas pasó de 60 a 100 rublos y los tampones de 3,5 a 7 dólares el paquete. Los empresarios huyen hacia donde pueden. Los amigos del régimen, los famosos oligarcas que le financian la guerra a Putin están pidiendo resultados y el líder del Kremlin sólo les puede entregar propaganda. Ya hay signos de disidencias serias. La fábrica de autos Avtor está desmantelando su planta de ensamblaje en Kaliningrado y todo indica que no las están repatriando a Moscú, sino que las están vendiendo en el mercado negro de Alemania.
Putin vive cada vez más encerrado. El periodista de investigación y experto en el aparato de inteligencia ruso, Andrei Soldatov, dijo a The New Yorker que “hasta 2016 o 2017 Putin escuchaba a varias docenas de personas que provenían de una extraña mezcla de orígenes, desde actores y periodistas hasta sacerdotes. Pero ahora sólo escucha a tres o cuatro personas y por semanas ese círculo se cierra en uno o dos”. En ese exclusivo club están el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolai Patrushev, el director del servicio de seguridad del FSB, Alexander Bortnikov, y particularmente su “banquero personal”, Yuri Kovalchuk, y su hermano el físico Mikhail Kovalchuk, que dirige el Instituto Kurchatov de Moscú para la investigación nuclear. El periodista moscovita Mikhail Zygar, autor de “Todos los hombres del Kremlin”, afirma que Yuri Kovalchuck se convirtió en “el segundo hombre de facto en Rusia, el más influyente entre el entorno del presidente”. “Es un ideólogo, que adhiere a una visión del mundo que combina el misticismo cristiano ortodoxo, las teorías conspirativas antiamericanas y el hedonismo. Esta parece ser también la visión del mundo de Putin”, explicó al New York Times.
Al mismo tiempo, cayeron en desgracia una cantidad importante de funcionarios que se encontraban hasta hace poco entre los asesores mas cercanos de Putin. El director del SVR, Sergei Naryshkin, fue reprendido públicamente por el líder ruso durante una transmisión oficial de televisión, y el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, desapareció durante casi un mes tras el fracaso de la toma de Kyiv por parte de las fuerzas rusas y reapareció para leer en forma temblorosa un comunicado. El jefe del Estado Mayor, Valeriy Gerasimov, siguen en su puesto, pero perdió claramente todo protagonismo. Los generales de confianza son los que visitan habitualmente los campos de batalla ucranianos y llevan directamente la información al Kremlin pasando por alto a Gerasimov.
Otros dos altos mandos militares fueron destituidos: el vicealmirante Igor Osipov como jefe de la Flota del Mar Negro de Rusia tras el hundimiento de su buque insignia, el Moskva, y el teniente general Serhiy Kisel, comandante del 1er Ejército de Tanques de la Guardia de élite, por no haber capturado Kharkiv, la segunda ciudad ucraniana. Y junto a ellos pasaron a retiro varios generales, almirantes y coroneles.
De acuerdo a los destacados periodistas Irina Borogan y Andrei Soldatov del sitio de investigación Agentura.ru se habría producido una dura lucha de poder entre un grupo de militares fanáticos que apoyan la invasión y están dispuestos a sacrificar varias divisiones de soldados y hasta utilizar armas nucleares para ocupar Ucrania por completo y altos agentes del servicio exterior del FSB, que son mucho más moderados. En este contexto, el coronel general Sergei Beseda, jefe de esa división del servicio secreto, sería uno de los detenidos.
“Al menos ocho altos empresarios rusos de la esfera de Gazprom, Gazprombank y Novatek se han suicidado después de haber apuñalado primero a sus familias hasta la muerte. Estos parecen ser asesinatos obvios del FSB, que se rumorea se basan en las quejas de Putin sobre las filtraciones de las finanzas rusas a los servicios estadounidenses para apoyar las sanciones”, tuiteó el domingo Anders Åslund, uno de los analistas más lúcidos de lo que ocurre en Rusia.
Leonid Shulman, jefe de transporte de Gazprom Invest fue encontrado muerto en su casa de campo en el pueblo de Leninsky, cerca de Leningrado, el 30 de enero de 2022. Apenas un mes después, otro alto ejecutivo de Gazprom fue encontrado muerto en el mismo pueblo. Alexander Tyulakov apareció en su garaje junto a una nota de suicidio el 25 de febrero, un día después del comienzo de la invasión, según el diario independiente Novaya Gazeta que ya no se edita por la censura del Kremlin. Mikhail Watford, multimillonario ruso de origen ucraniano, fue encontrado muerto en su casa de Surrey, Reino Unido, el 28 de febrero.
Vasily Melnikov, propietario de MedStom, una empresa de suministros médicos subsidiaria de la estatal Novatek, murió apuñalado junto a su familia en Nizhny Novgorod a finales de marzo, según el periódico ruso Kommersant. Vladislav Avayev, ex vicepresidente de Gazprombank, también se “suicidó” después de matar a su mujer y su hija en su apartamento de Moscú el 18 de abril, según la agencia de noticias estatal rusa Tass. Al día siguiente, el 19 de abril, Sergey Protosenya, ex ejecutivo del productor de gas Novatek, que es parcialmente propiedad de Gazprom, fue encontrado muerto en su residencia de Lloret del Mar, al norte de Barcelona. Junto a él también estaban los cuerpos de su mujer y su hija. Todo en una escena de aparente suicidio colectivo. También murió en una rara situación, Andrei Krukovsky, el director de la estación de esquí Krasnaya Polyana, en Sochi. Se cree que Krukovsky administraba esa y otras propiedades en la zona donde Putin tiene su residencia de vacaciones.
En este contexto, es que varios analistas que siguen los acontecimientos del Kremlin desde hace años creen que habría que estar preparados para que en cualquier momento la televisión rusa emita en cadena una larga sesión del ballet del Lago de los Cisnes. Cada vez que algo serio sucede dentro del Kremlin y se prepara un cambio de poder, la televisión estatal recurre a una antigua presentación del ballet de Tchaikovsky. La última vez, fue el 3 de marzo pasado cuando clausuraron el canal Rain. Ante la medida, el personal abandonó los estudios mientras continuaba la emisión de una gala del elenco estable del Bolshoi. Todos lo entendieron. Había una crisis.
Cuando Leonid Brezhnev murió en 1982, la televisión estatal emitió un Lago de los Cisnes completo antes de anunciar su deceso. El mismo material se emitió tras la muerte de Yuri Andropov en 1984 y de Konstantin Chernenko en 1985. La misma técnica se utilizó en 1991 cuando los generales de línea dura intentaron derrocar a Mijaíl Gorbachov. El Lago de los Cisnes se emitió durante tres días seguidos mientras el público esperaba el desenlace. En 2011, la cadena de televisión nacional rusa Kultura emitió una repetición de El lago de los cisnes para conmemorar el 20º aniversario de ese intento de golpe de Estado.
En su libro Like a Bomb Going Off, Janice Ross explica que estas proyecciones del ballet ruso se utilizaron como una táctica dilatoria, que permitía a los dirigentes soviéticos tener tiempo para planificar mientras “calmaban a las masas”. Las bailarinas danzaban en la pantalla y el público esperaba, tranquilamente, la importante noticia.
Los ucranianos también han utilizado el simbolismo del Lago de los Cisnes para comentar o especular discretamente sobre los acontecimientos del Kremlin. En 2014, poco después de que Rusia se anexionara Crimea, cuatro bailarines vestidos de cisnes recorrieron de forma emblemática una exposición de tanques al aire libre en el museo de historia militar de Odessa. Y en marzo de 2015, un sitio web que se creó para seguir la pista a la desaparición de Putin, de quien nada se supo durante once días, tenía como fondo en bucle una imagen del icónico pas de quatre. El ballet estrenado en el Teatro Bolshoi de Moscú en 1877 pasó a ser también un ícono de la resistencia al expansionismo ruso del siglo XXI.
“El ballet, es uno de los elementos más destacados de la cultura rusa y una de sus contribuciones más importantes a las artes globales. En ese contexto, El Lago de los Cisnes contiene todo el patetismo y la profundidad de la nación rusa moderna, una historia oscura con un final trágico”, escribió la doctora Brynn Shiovitz, profesora de Danza en la Universidad de Chapman en Orange, California, en una nota de opinión de la revista Newsweek.
Por toda esta historia es que cada vez que aparecen en los televisores un grupo de bailarinas elevadas por sobre sus zapatillas de punta con sus delicados movimientos alados los rusos no saben si pueden disfrutar de esa belleza o comenzar a temblar por lo que viene. Y todo comienza a alinearse dentro del Kremlin para que en cualquier momento estalle la música de Pyotr Ilyich Tchaikovsky y los cines blancos se transformen en negros.
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