Cuando Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero, lo hizo con la aspiración de tomar el país en una ofensiva relámpago de apenas unos días o pocas semanas. Muchos analistas occidentales también pensaron que sería así.
Sin embargo, el conflicto cumplió este martes tres meses y Moscú parecía atascada en lo que cada vez se veía más como una guerra de desgaste, sin final a la vista y con pocos éxitos en el campo de batalla.
No hubo una victoria rápida para las poderosas fuerzas del presidente de Rusia, Vladimir Putin, ni una retirada ucraniana en desbandada que permitiera al Kremlin controlar la mayor parte del país y establecer un gobierno títere.
En lugar de eso, las tropas rusas se quedaron trabadas a las afueras de Kiev y otras grandes ciudades ante una firme defensa ucraniana. Convoyes de blindados rusos se veían paralizados en largos tramos de autopista. Las tropas se quedaban sin suministros ni gasolina y se convirtieron en objetivos fáciles desde aire y tierra.
Tras poco más de un mes de invasión, Rusia prácticamente admitió el fracaso de su asalto rápido y retiró tropas de los alrededores de Kiev para declarar como nueva prioridad la región industrial oriental del Donbás, donde separatistas con apoyo de Moscú combaten con fuerzas ucranianas desde 2014.
Desde luego, Rusia ha tomado extensiones considerables de territorio en torno a la Península de Crimea, que Moscú se anexionó hace ocho años. También ha logrado cortar el acceso ucraniano al Mar de Azov y asegurado por fin el control del puerto clave de Mariúpol tras un asedio que impedía a parte de sus tropas pelear en otros lugares mientras combatían a persistentes fuerzas ucranianas atrincheradas en un enorme recinto metalúrgico.
Pero la ofensiva en el este también parece haber perdido inercia, conforme las armas occidentales llegan a Ucrania para reforzar a un ejército superado en potencia de fuego.
Cada día, la artillería y los aviones de combate rusos golpean sin cesar las posiciones ucranianas en el Donbás en un intento de romper las defensas preparadas durante el conflicto separatista.
Sólo han hecho pequeños avances, lo que refleja claramente tanto los números insuficientes de Rusia como la resistencia ucraniana. En un incidente reciente, los rusos perdieron cientos de tropas y docenas de vehículos de combate en la región de Luhansk cuando intentaban cruzar un río para construir una cabeza de puente.
“Los rusos siguen muy por detrás de donde creemos que querían estar cuando iniciaron este nuevo esfuerzo en la parte oriental del país”, dijo el viernes el secretario de prensa del Pentágono, John Kirby, que describió los combates en el Donbás como muy dinámicos, con pequeños poblados y localidades que cambian de manos todos los días.
En otros lugares de Ucrania, las fuerzas rusas han atacado de forma metódica con misiles de crucero y ataques aéreos cargamentos de armas occidentales, depósitos de munición y combustible e infraestructura crítica, con la esperanza de debilitar la capacidad militar de Kiev y el potencial económico.
El Kremlin parece albergar aún un objetivo más ambicioso de aislar a Ucrania de la costa del Mar Negro desde la frontera rumana, algo que también permitiría a Moscú construir una conexión terrestre con la región separatista Transnistria, en Moldavia, donde hay tropas rusas destinadas.
Pero Moscú parece saber que este objetivo no es alcanzable en este momento, con las fuerzas limitadas de las que dispone.
“Creo que cada vez se están dando más cuenta de que no pueden hacerlo todo, desde luego no de una vez”, dijo Justin Crump, excomandante de tanques británico y que dirige Sibylline, una firma de asesoría estratégica.
Las pérdidas de Moscú la han obligado a depender cada vez más de unidades recompuestas a toda prisa en el Donbás que sólo podrían hacer pequeños avances.
Muchos en Ucrania y Occidente pensaban que Putin invertiría recursos en el Donbás para lograr un triunfo decisivo para el Día de la Victoria el 9 de mayo, cuando Moscú celebra cuando derrotó a la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. Rusia ha descrito falsamente la guerra como una campaña para “desnazificar” Ucrania, un país con un presidente judío elegido de forma democrática y que quiere estrechar lazos con Occidente.
Sin embargo, en lugar de una enorme campaña en el este, el Kremlin optó por una serie de miniofensivas tácticas en la región que aspiraban a ganar terreno con rapidez para intentar rodear a las fuerzas ucranianas.
“El liderazgo ruso insta a los mandos militares a mostrar al menos algunos avances, y no puede hacer nada más que seguir enviando tropas a la matanza”, dijo Mykola Sunhurovskyi, experto militar en el grupo de estudios con sede en Kiev Razumkov Center.
Muchos en Occidente esperaban que Putin declarase una movilización más amplia para aumentar las filas rusas.
Pero eso no ocurrió, y Rusia ha seguido dependiendo de fuerzas limitadas, claramente insuficientes contra las defensas ucranianas.
Una movilización masiva probablemente provocaría un amplio descontento en Rusia, avivaría el sentimiento contra la guerra y tendría enormes riesgos políticos. Las autoridades optaron por opciones más limitadas, como levantar el límite actual de 40 años para los que quieran unirse al ejército.
La falta de recursos quedó a la vista la semana pasada con la repentina retirada rusa de zonas en torno a Járkiv. La segunda ciudad más grande de Ucrania llevaba bajo ataque desde el principio de la guerra. Al parecer, algunas de esas tropas fueron redirigidas al Donbás, pero no bastaron para inclinar la balanza en el campo de batalla.
“Tuvieron que repartir las tropas que tenían en torno a Járkiv, simplemente porque intentan mantener una línea demasiado grande con muy pocas tropas”, dijo Phillips O’Brien, profesor de estudios estratégicos en la Universidad de St. Andrews, en Escocia.
Los combates en el Donbás se han convertido cada vez más en duelos de artillería “y podría continuar bastante tiempo sin mucho movimiento en las líneas”, señaló.
El éxito, señaló O’Brien, sería para el que “pueda aguantar el aluvión”.
Ucrania, por su parte, sigue recibiendo armas occidentales, incluidos obuses y drones estadounidenses, tanques de Polonia y otro equipamiento pesado que se envía al frente de inmediato.
“El plan de Ucrania es sencillo y evidente: desgastar todo lo posible a las fuerzas rusas en los próximos meses, ganar tiempo para recibir armas occidentales y la instrucción sobre cómo utilizarlas, y después lanzar una contraofensiva en el sureste”, dijo Sunhurovskyi, el experto militar con sede en Kiev.
El lento avance en el este de Ucrania ha enojado a los más belicistas en Rusia, que advirtieron que Moscú no puede ganar si no hace una movilización masiva y concentra todos sus recursos en un ataque decisivo.
Las autoridades ucranianas, por su parte, ganan cada vez más confianza ante el lento avance de la ofensiva rusa y el creciente apoyo de Occidente.
Aunque el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, reiteró la semana que empujar a los rusos de vuelta a sus posiciones antes de la invasión sería una victoria, algunos sus asesores han expresado objetivos más ambiciosos, como la posibilidad de recuperar Crimea y el Donbás.
Rusia, por su parte, parece tratar de desangrar a Ucrania con ataques sistemáticos a suministros de combustible e infraestructuras mientras pelea avances militares en el este. El Kremlin también podría confiar en que Occidente pierda interés en el conflicto ante problemas económicos y otros desafíos.
“Su última esperanza es que perdamos todo el interés en el conflicto en Ucrania para el verano”, dijo Crump. “Calculan que las audiencias occidentales perderán interés del mismo modo que en Afganistán el año pasado. Rusia cree que el tiempo avanza a su favor”.
(con información de AP)
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