El panorma económico chino no pasa por un buen momento, entre los cierres por los brotes de COVID y la alianza con un país sancionado como Rusia, pero el temor que muestran los inversores extranjeros es que no se trate de señales pasajeras, sino de muestras de un liderazgo ideológico que marque un punto de quiebre hacia el futuro.
Los bloqueos prolongados por el COVID, cuando ya gran parte del mundo liberó las restricciones, frenó la recuperación ecónomica. Lanzada la invasión en Ucrania, que hasta ahora no levantó ningún cuestionamiento por parte de Beijing, ahora los inversores ven el 2022 como un año que decidirá qué camino tomará China.
Según las fuentes consultadas por The Economist, un panorama positivo sería que este período de decisiones ideológicas y errores políticos sean parte de la preparación del régimen para el Congreso Quinquenal del Partido Comunista, a realizarse en el segundo semestre, donde Xi Jinping obtendría otros cinco años de mandato. Cuando ello ocurra sin contratiempos, analistas esperan que la política retome una postura pragmática con apoyo a las empresas.
La perspectiva pesimista es que la dirección de los últimos dos años no hayan sido una excepción, sino un cambio duradero que refleja una lucha de facciones que resulta dándole la espalda al crecimiento. “Cuando los inversores se enteran de que están siendo arrastrados a la política, es cuando se ponen nerviosos”, explicó a The Economist Sean Debow, de Eurizon Capital Asia, una gestora de activos. En ese sentido, la agencia S&P advirtió que los choques políticos en sectores como educación, vivienda y bienestar social podrían continuar por años. Xi apuntaría a un futuro más ideológico que sorprende a un sector de los inversores, que se preguntan si China está perdiendo su enfoque pragmático para gestionar la economía.
Hasta ahora, el mercado interno ha sido uno de los ejes de la relación de China con el exterior, bajo la promesa de apertura y altos rendimientos para afianzar los vínculos con los grandes financistas occidentales, incluso durante los puntos álgidos de la guerra comercial con Estados Unidos.
La euforia se apaga con velocidad, más allá de los golpes de la pandemia y la guerra. “Muchos inversores extranjeros simplemente se entusiasmaron demasiado con China en los últimos años y decidieron ignorar los riesgos”, apuntó Hugh Young, de Aberdeen, una gestora de activos, a The Economist.
Pero el temor es que la tormenta geopolítica se profundice aún más, con un posible quiebre militar hacia Taiwán, una cuestión que podría verse envalentonada si Rusia logra capear las consecuencias de haber invadido Ucrania. “El riesgo político ha aumentado notablemente”, afirmó a la revista Neil Shearing, de la firma de investigación Capital Economics.
Ante la fuerte caída del valor de las acciones extranjeras en el primer trimestre (casi un 20%), los inversores foráneos están reduciendo considerablemente su exposición. El descenso de los tipos de interés anunciados el viernes por el Banco Popular de China podría frenar la salida, pero los analistas esperan más claridad en torno a la política económica.
Los vientos ideológicos han afectado al sector de tecnócratas liberales locales que defienden la apertura económica. Si bien presentaron hace unas semanas unas reformas previsionales para atraer a los gestores de activos, dudan que sea suficiente para animar las proyecciones de los próximos meses.
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