La sorpresa generada por los resultados en la elecciones del domingo 15 en Líbano han generado alto impacto al interior del grupo político-terrorista Hezbollah y sus aliados que mantenían mayoría parlamentaria amplia. Sin embargo, la han perdido. Los guarismos finales indicaron que el grupo chiita y sus aliados ya no disponen de esa mayoría, los sectores pro-iraníes y pro-sirios socios de Hezbollah sufrieron una dura e inapelable derrota en el escenario electoral libanés, incluso sucedió algo impensado un año atrás, perdió dos de sus bancas históricas en su bastión de la región Sur del país, las que poseía desde 1992 de manera inalterable.
El revés electoral obligará a Hezbollah a tejer alianzas parlamentarias para retomar el control de la mayoría, para ello deberá alcanzar el número mínimo de 64 bancas, algo que hoy no parece sencillo. El secretario general del grupo islamista Hassan Nasrallah, calificó los resultados como la expresión de un mensaje peligroso para el partido y sus aliados. No obstante, la reacción de Nasrallah fue en línea con declaraciones que usualmente ha expresado en el pasado cuando su grupo pasó momentos de crísis e intentó minimizar el daño de la derrota electoral esgrimiendo críticas poco sostenibles contra los resultados y la voluntad de los ciudadanos, los que con su voto rechazaron las políticas de la alianza chiita de Hezbollah y Amal, a la que se suma la corriente cristiana del presidente Michel Aoun, favoreciendo la intervención de Irán en el país.
Nasrallah también ignoró burdamente el reclamo vigente desde 1992 (Acuerdo de Taif) para que sea el Estado el que monopolice el poder de las armas a través del ejército oficial libanés y no las milicias chiitas armadas ilegalmente desconociendo la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU (CSONU) y apropiándose del territorio libanés desde el sur del Rio Litani, en el Líbano meridional, hasta la denominada “línea azul” que hace las veces de frontera Sur con Israel.
Pero el mayor problema que abre un nuevo punto de conflicto potencial y peligroso, al que muy posiblemente Nasrallah eche mano para generar un nueva confrontación armada con Israel, es la manifiesta oposición de Hezbollah a la explotación de petróleo y gas en aguas del Mediterráneo por parte de los israelíes; Nasrallah considera esos yacimientos ubicados dentro de la plataforma marítima y en aguas territoriales del Líbano, por lo que se niega a un proceso de laudo internacional a menos que los israelíes acaten incondicionalmente los términos de Hezbollah, lo que seguramente no va a ocurrir. Por otra parte, en relación a la grave crísis económica que atraviesa el país Hassan Nasrallah no tiene ningún interés en que se lleven adelante negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y desde noviembre de 2021 ha estado boicoteando los diálogos con los países donantes y el proyecto encabezado por el presidente francés Emmanuel Macron.
En materia judicial, también Hezbollah y sus aliados han bloqueado la investigación para esclarecer el luctuoso hecho de la explosión del 04 de Agosto de 2020, cuando 2.750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas ilegalmente en el puerto de Beirut acabaron con la vida de 271 personas e hirieron a unas 7.000 generando el desplazamiento de otras 270.000, después de destruir un 40 % del puerto y un barrio cristiano adyacente. Por ese hecho, el principal sospechoso de almacenar las sustancias químicas peligrosas sigue siendo Hezbollah.
Continuando con las declaraciones del líder de Hezbollah, cuando se conocieron los resultados de la derrota de su partido y sus aliados, refirió a que “la resistencia islámica está preparada y lista para ejecutar cualquier acción armada que proteja al Líbano sí la explotación de petróleo y gas la lleva adelante Israel, algo que Nasrallah considera que está fuera de cualquier discusión posible, dado que según él pertenecen a la plataforma marítima libanesa. El problema es que tal situación se encuentra en litigio y su partido bloqueó la presentación del gobierno libanés en un laudo internacional que ayude a su resolución. Así, todo lo que el líder chiita expresó han sido amenazas directas no sólo a Israel, también a cualquier compañía internacional que intente operar en la zona.
Dicho de otro modo, lo que Nasrallah refirió, no fue solo a los resultados electorales o acciones proactivas para mejorar la instituciones del país para que Líbano pueda salir de la desesperante situación económica que atraviesan sus ciudadanos, cuya mayoría, cercana al 80% se encuentra por debajo de los índices de pobreza y no cubre sus necesidades básicas en materia de alimentos y medicinas. A lo que Nasrallah refirió fué a las armas de Hezbollah y a que ellas están preparadas para ser utilizadas en caso de no llegar a un acuerdo con Israel en materia de la explotación de los recursos de petróleo y gas. Este punto es clave y mucho más relevante que el resultado de la elección en si misma porque puede arrastrar al Líbano a una nueva y devastadora guerra, mucho peor que la lanzada por el grupo terrorista en Julio de 2006 contra su vecino del sur.
Mientras tanto, el liderazgo cristiano opositor del partido Fuerzas Libanesas (Owet Lubnaniye en lengua árabe) conducido por el Dr. Samir Geagea, emergió como amplio ganador junto a candidatos independientes frente a los sectores cristianos fragmentados del presidente Michel Aoun, un anciano de 88 años cuyas capacidades para gobernar están en duda y que se mantiene en el poder por el apoyo de Hezbollah, Siria e Irán. Geagea declaró a la prensa local que los dichos de Nasrallah no sólo manifiestan no estar dispuesto a acatar democráticamente los resultados de la voluntad popular en las urnas, sino que expresan el proyecto de Hezbollah de expandir los poderes de su Estado ilegal para socavar las instituciones y tomar el control de las decisiones de la República según lo ordene el poder khomeinista desde Teherán. Para el Dr. Geagea, amenazar con usar sus armas e insistir con el discurso de la “resistencia” como elemento de presión a la sociedad civil libanesa, además de renovar tensiones innecesarias desde territorio libanés de una crisis que no es libanesa sino iraní-israelí, no solo es irresponsable por parte de Hezbollah, sino que muestra las intenciones de siempre del grupo terrorista que, al mismo tiempo bloquea cualquier posibilidad de salir de la profunda crisis económica y de los problemas que acucian a los ciudadanos, los que no son otros que la depreciación de su moneda en niveles de casi un 100 por 100% junto al grave problema inflacionario, la falta de empleo y, en general, la carencia de futuro para las familias libanesas.
Para los candidatos independientes que han alcanzado una banca, todo lo que está haciendo Hezbollah desde minutos después de conocidos los resultados es ilegal, anti-democrático y responde a los intereses de Irán y acusan al grupo de arrogarse el derecho que no dispone de llevar al Líbano a una nueva guerra con Israel cuando la mayoría de los libaneses (sunitas, drusos, y cristianos e incluso pequeños sectores chiitas disidentes a Hezbollah) desean la paz y la normalización de las relaciones con los israelíes.
El obstáculo mayor a la democracia libanesa es que las prioridades de Hezbollah nunca fueron ni son libanesas sino iraníes. Las amenazas de Nasrallah contra quienes quieren que su grupo deje las armas es el preludio de lo que él pretende llevar adelante con esas armas para apoderarse de recursos de hidrocarburos que deberían ser explotados de forma conjunta y sin ir a ninguna guerra más entre Líbano e Israel, porque Hezbollah sabe que las consecuencias han sido devastadoras y volverían a serlo, tanto para la infraestructura con para la economía del Líbano, además de ser una guerra que Hezbollah no puede ganar bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, el discurso de Nasrallah no es nuevo, sus palabras siempre han sido retórica vacía plagada de doble moral y su lógica sobre las armas y la resistencia confronta con la lógica del derecho soberano del estado libanés para tomar sus propias decisiones nacionales y negociar libremente con estados vecinos o corporaciones internacionales en beneficio del país.
No obstante, Nasrallah puede convencer a muchos incautos cuyas mentes han sido cooptadas por el discurso de la resistencia que creen que Hezbollah está lista para defender el Líbano a través de sus armas, pero a nadie es ajeno que el grupo ha desmembrado el tejido social e institucional del país sirviendo a los intereses las y prioridades de Teherán y no del Líbano.
En consecuencia y sin perjuicio del tipo de acuerdos que los iraníes alcancen con el presidente Biden para reflotar el acuerdo nuclear que seguramente no cumplirán en el futuro, Hezbollah ha cedido el Líbano a Irán como campo de batalla contra Israel y como escenario adecuado para futuras guerras, pero también como una plataforma para confrontar desde la retórica islamista tanto a Israel como a Estados Unidos y a Europa cuando sea necesario.
No hay duda que Hezbollah es una activo importante para la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, ello sucede no sólo por la importancia estratégica y geográfica del Líbano por su frontera con Israel, también porque Hezbollah se convirtió en el ejército de ocupación iraní dentro de Líbano, pero además, porque Hezbollah es la punta de lanza para ejecutar las órdenes de Irán frente a los países árabes sunitas del Golfo.
La administración Biden y los gobiernos europeos saben y conocen esto, nadie lo ignora y ellos serán responsables de los resultados de sus diálogos y acuerdos con Irán en términos del papel de Hezbollah en Líbano y la región. La administración demócrata en Washignton no ignora que la Guardia Revolucionaria Islámica no se apartará del trabajo que por varios años llevó adelante el General Qasem Soleimani (neutralizado por EE.UU. en el aeropuerto de Bagdad, Irak el 03 de enero de 2020) y que no abandonará sus ambiciones regionales ni su apoyo a Hezbollah, quien hoy es la principal amenaza a la estabilidad y la paz regional por estar armada con un impresionante arsenal de cohetes propios y sistemas de armas y misiles iraníes que pueden alcanzar no solo la totalidad del territorio de Israel sino también otros países árabes a quienes considera enemigos del régimen khomeinista iraní.
En otras palabras, si la administración Biden se allana a las condiciones que imponga Teherán para alcanzar un nuevo acuerdo nuclear, entonces el presidente Biden y los gobiernos europeos estarán apoyando el sometimiento del Líbano a manos de Hezbollah y las últimas elecciones no habrán sido más que una nueva ilusión rota convirtiendo definitivamente al país en un santuario terrorista de Irán, todo ello, independientemente de las declaraciones de Estados Unidos y Europa que se han congratulado y felicitaron al Líbano por las recientes elecciones y “el proceso democrático” de las mismas. Sin embargo los centros de poder mundial serán cómplices por no evitar una nueva guerra entre Hezbollah e Israel, pero también de la frustración y el entusiasmo manifestado por los libaneses en las elecciones del pasado domingo que aún creen -ingenuamente- que el cambio comenzó y terminará en las urnas.
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