Los cañones vomitan fuego y lo hacen caer como una lluvia de muerte sobre las líneas enemigas. Una escena bélica que se sucede con apenas algunos detalles de diferencia desde que se inventó la pólvora. Nueve siglos más tarde, el antiguo rugido de la artillería vuelve a ser protagonista de la guerra, esta vez en el Donbás ucraniano. Desde hace dos semanas los obuses y las katiushas, los lanzacohetes y los cañones se observan desde lejos y lanzan sus letales explosivos por encima de colinas, ríos o edificios para destruir lo que encuentran a su paso. Primero es un flashazo y enseguida el Brooommmmmmm que rompe los tímpanos. La carga sale con una velocidad que apenas se percibe dejando una estela de humo en el aire y un olor rancio. Los soldados siguen la escena con los ojos entornados y la cabeza baja abrumados por el sonido y el calor que despide el metal. Después hay un silencio y pareciera que todo queda suspendido en una foto hasta que aparece otra vez el fogonazo a la distancia y nuevamente el Brooooommmmm, esta vez sordo, lejano.
Así se está combatiendo en los campos de los alrededores de Kharkiv, la segunda ciudad ucraniana donde las defensas lograron expulsar a los invasores rusos a más de 40 kilómetros del centro y cerca de Izium, donde se produce el nudo de carreteras que son clave para el abastecimiento y la dominación de esta región industrial y carbonífera, la más rica de Europa del Este. Algo que aparece como anacrónico en este 2022 con todo tipo de vehículos autónomos, drones, misiles inteligentes y robosoldados, pero no lo son. Los viejos artilleros siguen siendo tan efectivos como cuando luchaban junto a Sandokan.
Uno de los asesores militares del general Valery Zaluzhnyi, máximo comandante de las fuerzas armadas de Ucrania, explicó en una entrevista recientemente cómo sus fuerzas detuvieron el avance ruso sobre Kyiv. “Los misiles antitanque frenaron a los rusos”, dijo, “pero lo que los mató fue nuestra artillería. Eso fue lo que rompió sus unidades”. En los combates que se suceden ahora en el este y el sur del país, donde los dos bandos están atrincherados, la artillería es aún más fundamental. Y las versiones más sofisticadas de cohetes y cañones que los países occidentales están entregando a Ucrania, podrían marcar nuevamente la diferencia.
La idea básica de la artillería es bastante simple. De acuerdo a los manuales militares, los fusiles que llevan los soldados y los cañones montados en los tanques emplean lo que se conoce como fuego directo: golpean las cosas que pueden ver. La artillería es fuego indirecto, lo que significa que el objetivo puede estar al otro lado de una elevación de tierra, incluso a decenas de kilómetros de distancia. Abarca desde los morteros compactos hasta los cañones de 30 toneladas sobre orugas, capaces de lanzar cargas devastadoras sobre grandes áreas. Fue la artillería la que causó la mayoría de las bajas en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, excepto en la campaña del Pacífico.
En la guerra convencional, el objetivo de esta potencia de fuego es inmovilizar a las fuerzas enemigas o destruirlas, para permitir el avance de la infantería y los vehículos blindados. Rusia tiene a la artillería como la columna vertebral de su ejército desde el Imperio de los zares, y dispone de una cantidad considerablemente mayor de cañones que la mayoría de las fuerzas occidentales. Cuadriplica la capacidad de Ucrania. Un poderío que todavía no pudo demostrar en esta guerra.
Los analistas Jack Watling y Nick Reynolds del Royal United Services Institute (RUSI), explican en su reciente trabajo denominado “La agonía de un delirio imperial” que, a pesar de su desventaja en equipos de artillería, las fuerzas ucranianas lograron dominar el terreno desde el comienzo de la invasión. Utilizaron sus cañones, obuses y morteros para lanzar un fuego combinado y abrumador sobre los primeros pelotones de paracaidistas rusos que llegaron el 24 de febrero a través de una “cabeza de playa” abierta por los rusos en el aeropuerto de Hostomel, en el norte de Kyiv. Esa misma lluvia de proyectiles la utilizaron luego sobre las columnas de tanques que dependían de las rutas pavimentadas para avanzar desde Bielorrusia y que fueron fácilmente detectadas por los drones. Los misiles antitanque Javelin entregados por Estados Unidos y Gran Bretaña hicieron el resto. A medida que las fuerzas rusas se acercaban a la capital, el fuego abrumador las hacia detenerse o retroceder hasta que desistieron de su objetivo y se retiraron para concentrarse en el sudeste.
Fracasaron en lo que se denomina “el fuego de contrabatería”, el uso de la artillería para contrarrestar el ataque de la artillería enemiga. Apenas se disparan los proyectiles, los radares detectan su trayectoria y permiten golpear al agresor de la misma manera. Pero Rusia nunca pudo desplegar sus baterías que estaban en los convoys atascados en las rutas por el barro, la inoperancia y la desidia de los soldados rusos.
Claro que “la potencia de fuego es tan buena como la inteligencia que la dirige”, repiten los estrategas militares. Las fuerzas rusas tuvieron dificultades para detectar los movimientos ucranianos, mientras éstos contaban con la mejor información posible que les daban en tiempo real los aviones de reconocimiento estadounidenses que sobrevuelan permanentemente sobre Ucrania. “Aunque los rusos tenían una artillería más pesada”, escriben Watling y Reynolds, “carecían de una buena imagen de dónde estaban las dispersas posiciones ucranianas. No sabían dónde disparar”.
En la región del Donbás la situación es diferente. Allí ucranianos y rusos están combatiendo desde 2014. Ambos conocen muy bien el terreno y los invasores cuentan con una red de informantes de las fuerzas pro-rusas de los enclaves de Donetsk y Luhansk. “El uso indiscriminado de la potencia de fuego es realmente notable”, dice el informe. Los analistas aseguran que Rusia está empezando a utilizar la artillería de forma más eficaz, “concentrándola en un número mas reducido de objetivos a lo largo de un frente más estrecho, pero sigue teniendo problemas para apuntar a tiempo y con precisión”.
También los ucranianos están mejor preparados para la defensa. En el Donbás tuvieron ocho años, desde la invasión de 2014, para construir trincheras, fortificaciones y otras posiciones defensivas. Esa es la razón por la que vemos enormes destrucciones en los edificios de las ciudades y los pueblos, pero no hay mayores reportes de ataques a unidades militares. Además, los ucranianos están recibiendo cada vez más y mejor armamento adecuado para esta etapa de la guerra. En un principio fueron los misiles ligeros Javelin y Stringer, ahora están llegando cargamentos de armas mucho más pesadas.
Michael Kofman, el director de la división Rusia, del Center for Naval Analisis (CNA), apuntó a una dificultad básica en toda guerra: se necesita personal especializado para manejar cada instrumento del armamento. “Con respecto a la artillería hay mucha más gente que sabe utilizarla que si hablamos de aviones, pero se necesitan entrenamientos específicos. Y los rusos están teniendo cada vez más problemas para suplantar a sus fuerzas agotadas”, explicó Kofman en un largo hilo de Twitter. “Y en estos casos tampoco sirve llamar a nuevos conscriptos o mercenarios de Medio Oriente. Aquí se necesitan militares profesionales”.
El 21 de abril, el presidente Joe Biden dijo que Estados Unidos enviaría decenas de obuses y grandes cañones de artillería que disparan proyectiles de seis pulgadas de grosor. El 2 de mayo, un funcionario del Pentágono aseguró que ya se habían entregado 70 de esos cañones y que más de 200 soldados ucranianos habían sido entrenados para utilizarlos. Australia, Canadá, la República Checa, Estonia, Francia, los Países Bajos, Polonia y Eslovaquia también enviaron artillería o se comprometieron a hacerlo.
Michael Jacobson, ex coronel de artillería del ejército estadounidense, escribió un artículo en el sitio web especializado War on the Rocks en el que especificó que “los sistemas de artillería de la OTAN son más avanzados, más rápidos de disparar y más letales que los cañones existentes en Ucrania. Son mejores para contrarrestar el fuego de las baterías, más fáciles de reparar porque tienen piezas modulares que se pueden intercambiar y son fáciles de usar”. También señaló que el cañón César francés, que está de camino a Ucrania, “es posiblemente el mejor del mundo en la actualidad, junto con el Archer sueco”.
Otro analista del instituto RUSSI, Sam Cranny-Evans, especificó en un informe que este armamento se adapta muy bien a la táctica ucraniana de “los contraataques móviles”. En las batallas que se sucedieron después de la invasión rusa a Crimea en 2014, “el fuego de contrabatería ruso podía alcanzar a los cañones ucranianos en cuatro minutos”, explicó. “Bastante más rápido de lo que la mayoría de las unidades pueden hacer que un cañón remolcado esté listo para moverse”. Y agregó que ahora los ucranianos estarán en una mucho mejor posición ya que “los sistemas como el César son autopropulsados, con ruedas u orugas, lo que significa que pueden alejarse más rápidamente”.
La artillería tiene otra particularidad: consume munición a un ritmo prodigioso. Necesita un abastecimiento de pertrechos permanente con los problemas de logística que esto conlleva. Y toda esa munición debe llegar desde miles de kilómetros. La apertura de los cielos en Kiev facilitó las cosas. Hay un puente aéreo permanente desde Estados Unidos y Europa central. “Pero el suministro estadounidense de los prometidos 144.000 cartuchos podría agotarse en días”, afirma Cranny-Evans. La artillería ucraniana utiliza el estándar soviético y ruso de proyectiles de calibre 152 mm, por lo que la munición no sería intercambiable entre los viejos y los nuevos cañones. Y los que funcionan con proyectiles guiados con precisión a través de láser o GPS, como el M982 Excalibur que Canadá está donando a Ucrania, escasean en el mundo. Y también está el problema de hacerlos llegar al frente. Un proyectil de artillería de 155 mm pesa unos 50 kg; el reabastecimiento de una docena de cañones que disparan un par de cientos de cartuchos supone más de 100 toneladas de carga.
Por ahora, las fuerzas ucranianas tienen suficiente munición y los rusos están recibiendo suministros permanentemente desde las fronteras rusas que se encuentran a unos pocos kilómetros del frente. La vieja artillería seguirá siendo decisiva en las próximas semanas. Los cañones rajarán los días e iluminarán las noches con sus rayos amarillos y danzarines.
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