En su discurso del 1 de marzo de 2018 el presidente ruso Vladimir Putin presentó seis armas “de nueva generación”. Una de ellas era el Kh-47M2 Kinzhal (“daga”, en ruso), un misil balístico hipersónico capaz de volar a más de cinco veces la velocidad del sonido. Este cohete fue utilizado por las tropas rusas en Ucrania para perpetrar ataques en las regiones de Odesa e Ivano-Frankivsk.
A más de dos meses desde el inicio de la invasión el 24 de febrero, el régimen de Moscú no logró los resultados esperados. Por eso, las potencias occidentales consideran que Putin utiliza este tipo de armamento para mostrar músculo militar. Sin embargo, los especialistas también advierten que existe cierta exageración sobre estos misiles hipersónicos.
El Kinzhal tiene la capacidad de volar a Mach 5 o cinco veces la velocidad del sonido en algunas versiones y en otras hasta Mach 10, pudiendo alcanzar hasta 12.350 kilómetros por hora. A partir de Mach 5, la velocidad ya se considera hipersónica.
Además, puede cargar una bomba convencional de 1000 kilos o una ojiva nuclear y tiene el alcance de fuego de hasta 2000 kilómetros, la distancia entre Buenos Aires y Santiago de Chile o San Pablo.
La cadena CNN aclara que en esencia, todos los misiles son hipersónicos, ya que casi cualquier ojiva lanzada desde un cohete a kilómetros de distancia en la atmósfera alcanzará esta velocidad en dirección a su objetivo. Esto hace que no se trate de una tecnología nueva.
Potencias militares como China, Estados Unidos, Corea del Norte, y la propia Rusia, están trabajando actualmente en el desarrollo de un vehículo de planeo hipersónico (HGV, por sus siglas en inglés). Su particularidad radica en que es altamente maniobrable, y que puede ajustar el rumbo y la altitud mientras vuela a una velocidad hipersónica, lo que la convierte en un arma casi imposible de detener.
El Ejército ruso cuenta con un HGV en su arsenal: el sistema Avangard. En el mismo discurso de 2018, Putin aseguró que es “prácticamente invulnerable” a las defensas aéreas occidentales.
El Kinzhal, en tanto, es una versión modificada del misil Iskander, también utilizado en varias oportunidades durante la guerra en Ucrania. Ambos tienen maniobrabilidad limitada, pero no son HGV. Su principal ventaja es que pueden ser lanzados desde aviones de combate MiG-31, lo que le otorga un mayor alcance y la capacidad de atacar desde múltiples direcciones, según un informe del año pasado del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales.
En esa línea, el diario El Mundo argumenta que, más que misiles hipersónicos, los Kinzhal son misiles “muy rápidos, pero que no cumplen con las características de maniobrabilidad que se le suponen a un misil hipersónico”. “El problema es que, cuando hablamos de ‘misiles hipersónicos’, no es suficiente que el misil vaya muy deprisa. También se le exige que sea capaz de eludir las defensas enemigas, y cambiar de rumbo cuando lo precise”, agrega el periódico español.
El Iskander, por ejemplo, también consiste en un misil balístico tierra-tierra que es hipersónico, ya que alcanza una velocidad de 5.900 kilómetros por hora. Pero no se lo suele considerar así porque no es capaz de planear en las capas altas de la atmósfera. Ese cohete realiza una parábola y cae sobre su objetivo.
Para El Mundo, aunque el Kinzhal fuera hipersónico, su uso en la guerra en Ucrania no tiene sentido desde el punto de vista militar. “Ucrania apenas tiene medios antiaéreos con los que defenderse de ataques con misiles, aunque, con toda probabilidad, EEUU le informa de todos los lanzamientos de éstos por Rusia, para que pueda estar lo más preparada posible. Para bombardear Odesa no hacen falta misiles hipersónicos”, explica en un artículo publicado este miércoles.
El régimen de Putin, en cambio, asegura que sus letales cohetes Kinzhal no pueden ser detenidos por los sistemas occidentales de defensa antimisiles. “Las maniobras del misil en las velocidades que exceden varias veces la velocidad del sonido le permiten eludir de manera confiable todos los sistemas de defensa aérea y antimisiles balísticos que existen o se están desarrollando”, dijo en 2018 el Comandante en Jefe de la Fuerza Aeroespacial, Sergei Surovikin.
Los especialistas en armamento y los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, no obstante, restaron importancia a las capacidades hipersónicas de Rusia y al grado de importancia de su uso en el campo de batalla.
El Ministerio de Defensa británico dijo que Moscú probablemente desplegó el Kinzhal para “disminuir la falta de progreso en la campaña terrestre de Rusia”. Mientras que Lloyd Austin, secretario de Defensa norteamericano, consideró que Putin está “tratando de restablecer algo de impulso” en su invasión de Ucrania.
“No lo veo como un punto de inflexión. Creo que Rusia los usa para ganar impulso. Hemos visto que atacan pueblos, ciudades y civiles. Pensamos que lo seguirán haciendo, pero no creo que eso cambie las reglas del juego”, afirmó Austin en una entrevista con la cadena CBS.
Rusia lleva persiguiendo armas hipersónicas desde la década de 1980, pero ha acelerado sus esfuerzos en respuesta a la retirada de Estados Unidos del Tratado de Misiles Antibalísticos en 2002 y a los despliegues de misiles de defensa de Estados Unidos en territorio norteamericano y en Europa, de acuerdo a un informe del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos publicado el pasado 17 de marzo. Además del Kinzhal, Moscú está trabajando en otros dos programas de armas hipersónicas: el 3M22 Tsirkon (o Zircon) y el Avangard.
El lunes pasado las fuerzas rusas dispararon tres misiles Kinzhal desde un avión estratégico Tu-22 en la región de Odesa, en un ataque en el que resultaron heridas dos personas y fueron destruidos al menos cinco edificios que forman parte de la infraestructura turística de esta ciudad.
Posteriormente, lanzaron otros siete misiles desde el aire que golpearon un centro comercial y un almacén. Una persona murió y cinco resultaron heridas en el ataque al centro comercial, indicó el ejército.
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