Rusia continúa deportando a la fuerza a ciudadanos ucranianos hacia su territorio. De acuerdo al último informe del ministerio de Defensa en Moscú, ya son 1.208.225 los ucranianos “relocalizados”, entre ellos 210.224 niños, que fueron enviados a lugares remotos ubicados hasta más de 8.000 kilómetros de sus hogares. Estos “centros de acogida” están ubicados en lugares como ex campamentos infantiles, antiguos sanatorios soviéticos ocultos en el medio de bosques, en aldeas de Siberia o en las fronteras de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central. Una investigación de un sitio informativo británico, con el apoyo de grupos de defensa de los DD.HH. rusos, logró detectar 66 de estos lugares. Mientras la resistencia rusa organizada por esos mismos grupos está trabajando para rescatar a esta gente y enviarla nuevamente a Europa.
Los últimos deportados provienen de la ciudad ucraniana de Mariupol que está en manos de las fuerzas rusas desde hace dos meses y aún sigue bombardeando a un puñado de soldados que resisten en los subsuelos de la enorme acería de Azovstal. Todos deben pasar por “campos de filtración” en las zonas dominadas por los rusos dentro de Ucrania. Allí son interrogados por horas y clasificados. Los que podrían constituir un “peligro”, son enviados a los enclaves separatistas de Luhansk y Donetsk donde desaparecen. Los otros, van siendo trasladados a diferentes campos desde donde los reparten por las zonas mas remotas de la Federación Rusa.
“Hay muchas pruebas de que miles de ucranianos fueron llevados a Rusia bajo coacción. Cuando a la gente sólo se le da la opción de quedarse bajo un bombardeo cada vez más intenso o de entrar en el territorio de una potencia ocupante, esto constituye un traslado forzoso según el derecho internacional humanitario”, explicó Tanya Lokshina, directora asociada para Europa y Asia Central de Human Rights Watch. “Nos preocupa enormemente que esto esté ocurriendo. Las personas que buscan ser evacuadas a zonas mas seguras en Ucrania son trasladadas a Rusia, en algunos casos a zonas remotas muy alejadas de las fronteras ucranianas o europeas. Son vulnerables, indigentes, a menudo sin documentos de identificación y se encuentran a merced de la potencia ocupante”.
Los denominados como Puntos de Alojamiento Temporal (TAP) donde trasladan a los deportados, incluyen sanatorios de cura de enfermedades infecciosas y antiguos campamentos de las brigadas de niños comunistas, al menos un centro de “educación patriótica” donde son enviados los disidentes desde la época del Gulag e incluso el edificio de un antiguo vertedero de armas químicas. Se extienden por las vastas estepas rusas y a través de 11 husos horarios sobre los montes Urales, desde Belgorod, en el oeste, hasta la remota península de Kamchatka, al borde del océano Pacífico, y Vladivostok, al final del ferrocarril transiberiano.
Una investigación del sitio “inews” identificó a 6.250 ucranianos deportados, incluidos 621 menores, en 38 de los campamentos con nombres del estilo de jardines de infante: el Principito en Perm, el Papá Noel en Tatarstán, los Tipos Amistosos en Omsk, el Cuento de Hadas del Bosque en Chuvashia, los Lagos Azules en Pskov y el Bosque de Pinos en Ulyanovsk.
De acuerdo a miembros de los grupos de resistencia que están ayudando a algunos de estos deportados a escapar de esos encierros, el reparto de familias enteras por aldeas alejadas se podría interpretar como una maniobra relacionada a un histórico descenso poblacional tras la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. “El Estado los trata como fuerza de trabajo, como objetos, los traslada de un lado a otro sin ocuparse de lo que necesitan. El Estado es incapaz de cuidar de ellos. Son vulnerables y necesitan ayuda”, comentó una de las activistas que, por razones obvias, no dio su nombre.
A Vladivostok, en el lejano territorio marítimo de Rusia que está más cerca de Tokio que de Moscú, llegaron a finales de abril más de 300 “refugiados” ucranianos, entre ellas 86 niños, mujeres embarazadas y ancianos, tras un agotador viaje de siete días en el Expreso Transiberiano desde Taganrog. Los recién llegados, entre los que se encontraban supervivientes del asedio de Mariupol, fueron trasladados al complejo hotelero de Vostok, en la costa cercana a Nakhodka. Este era el tercer contingente que llegaba esa semana, según un periódico local. El sitio Vestiprim también informó que se estaban abriendo otros 14 centros de acogida temporal en cuatro ciudades vecinas para alojar otras 1.350 personas que llegarían esta próxima semana.
Mientras los medios locales afirmaban que los recién llegados habían “elegido vivir en el Lejano Oriente para acercarse a la belleza del mar”, el alcalde de Mariupol denunció en su cuenta de Telegram que los deportados de su ciudad se habían comunicado con sus familias en Ucrania para decirles que “nos están llevado al culo del mundo sin dinero ni documentos, estamos desesperados”.
También se informó que tres familias que escaparon de los bombardeos en Kherson fueron alojadas el 26 de abril en los dormitorios del Colegio Industrial de Yelizovo, en la península de Kamchatka, sobre el Pacífico. Era apenas una avanzada de unas 200 personas que llegarían en los próximos días. Y otros 20 ucranianos fueron enviados a las islas orientales de Sajalín, donde se encuentran las islas Kuriles disputadas por Japón. Aparentemente se esperaba allí un contingente de más de 600 personas que por alguna razón todavía estaban en campamentos intermedios a 8 horas de vuelo de las islas. El documento oficial revelado por “inews” admite que muchos se resisten al traslado: “La región de Sajalín, como podemos ver, no es muy popular entre ellos. Es comprensible”.
Otro sitio identificado al que llevaron a supervivientes del asedio de Mariupol es el Centro de Educación Patriótica Vanguardia, cerca de Ivanovo, en Ulyanovsk, una ciudad junto al río Volga. Allí se realiza, según los folletos promocionales, un “trabajo militar-patriótico” y se promueve el “compromiso de servir a la patria”. Se inauguró en febrero en el edificio de un antiguo orfanato como parte de un proyecto nacional de “educación” para reforzar “el sentimiento nacional”. Es parte de una iniciativa de adoctrinamiento lanzada por el propio Vladimir Putin poco antes de ordenar la invasión a Ucrania que contempla la creación de otros 40 centros similares.
Uno de los sitios más preocupantes donde fueron trasladados los deportados ucranianos es el de un edificio ubicado en un antiguo depósito de armas químicas en Leonidovka, cerca de la ciudad de Penza. En ese lugar se desarrollaron en los años 50 los agentes nerviosos más letales y con la caída de la Unión Soviética se convirtió en un vertedero de esos venenos y también almacén de armas atómicas. Hace unos 10 años todas esas estructuras fueron derruidas y retirados los químicos, pero la zona sigue contaminada con arsénico. De acuerdo a un informe de un grupo ambientalista ruso publicado en 2015, la tierra del bosque alrededor de donde ahora está el complejo estaba contaminada en un 36% por arsénico. Allí, ahora, hay unos 600 ucranianos.
En Murmansk, en el Círculo Polar Ártico, los funcionarios locales instalaron 20 “centros de acogida” de los deportados en lugares como un hotel llamado Northern Lights en la ciudad de Nickel y el Sanatorio de Laponia en Murmashi. Más de 500 personas, entre ellas 120 niños de Mariupol, también fueron trasladadas al remoto complejo de campamentos de internamiento del lago Tsaritsyno, en el óblast de Leningrado, a tres horas en coche de San Petersburgo. Un arzobispo ruso que visitó el lugar dijo a un canal religioso local que “muchos me dijeron que querían volver a casa”. “Pero no pueden hacerlo porque perdieron los documentos y tampoco tienen dinero para comprar un boleto de tren o de avión”.
A pesar de esto, gracias a las organizaciones humanitarias rusas que trabajan en la resistencia contra el régimen de Putin ya lograron sacar a varios de ellos y les facilitaron viajar hasta las repúblicas bálticas. En el pueblo textil de Nerekhta, cerca del río Volga en la región de Kostroma, según un informe de la municipalidad local, habían llegado 120 ucranianos y dos semanas más tarde quedaban 90. Y otros 15 fueron rescatadas de Narerezhnye Chelny, en la ex república de Tartaristan, a unos 1.000 kilómetros de Moscú, y ya están en Polonia.
La Defensora del Pueblo de Ucrania, Lyudmyla Denisova, acusó esta semana a Rusia de genocidio y de violar la Convención de Ginebra, que impide las deportaciones forzosas en tiempos de guerra. Pidió a la ONU que investigue dónde se encuentran los 200.000 niños que fueron llevados a Rusia, muchos huérfanos de guerra que habrían sido puestos en el sistema de adopción en forma ilegal. “Han sido deportados a todas las regiones de Rusia. Actualmente se desconocen las condiciones de su estancia y su salud. Estos chicos son ucranianos y no pueden ser adoptados por rusos. Deben regresar de inmediato a nuestro país, de lo contrario se trata de niños secuestrados por el Estado ruso”, dijo Denisova.
La fiscal general de Ucrania, Iryna Venediktova, anunció ayer que su oficina está lista para perseguir varios casos de violaciones de Derechos Humanos perpetrados por las tropas rusas y que también se constituirá un equipo especial para rastrear a los ucranianos trasladados en forma clandestina a Rusia. “No quedará crimen impune”, dijo Venediktova a un grupo de periodistas frente a su muy custodiada oficina en el centro de Kyiv.
Y para todo esto son fundamentales las listas que se suman cada día al canal Poshuk de Telegram en la que constan los nombres de todas las personas que fueron llevadas a la fuerza por los rusos. Aparecen con mensajes y foto de este tipo: Valeria Alexandrovna (obviamos el apellido). Nacida el 16/02/1987. Desaparecida en manos del enemigo. Circunstancia: guerra.
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