“La crisis de la democracia”. Para Simon Kuper, de Financial Times, la frase es un cliché en estos tiempos. Lo que llama la atención es que se cuestione más a los sistemas en los que los gobernantes son elegidos por el pueblo, mientras son pocos los que hablan de una crisis de la autocracia, cuando hay ejemplos de sobra. Basta con ver los problemas que atraviesan China, Rusia, Turquía y Etiopía.
Desde hace casi 15 años, los autócratas son elogiados por una supuesta mejoría de sus economías. Aunque sea verdad que la de China creció durante décadas, vale aclarar que aumentar el PIB es más fácil cuando el comienzo es la pobreza. Los seguidores de los regímenes autoritarios también argumentaban que sus líderes podían pensar a largo plazo, ya que no tenían que preocuparse por elecciones cada cuatro o cinco años, a diferencia de los jefes democráticos.
Si la pandemia ya de por sí es un problema mundial, el régimen chino colaboró para que aún fuera peor. El hermetismo con el que Xi Jinping se manejó durante los primeros meses de la aparición del virus redujo el tiempo de preparación para el resto de los países. Para Kuper, si el virus se hubiera originado en Italia, a finales de noviembre de 2019 los epidemiólogos de todo el mundo habrían estado informados y habrían planificado medidas para contrarrestarlo.
El desarrollo de las vacunas occidentales también puso en evidencia la superioridad de las democracias sobre las autocracias. La mayoría de los países occidentales tienen a sus poblaciones vacunadas y volviendo a la normalidad pre pandemia. En contraste, las vacunas chinas y rusas suscitan una gran desconfianza, según Kuper. Para el autor, suponen defectos autocráticos, ya que es difícil llevar a cabo una investigación innovadora sin libertad de investigación, y el secreto autoritario sobre sus vacunas genera sospechas. En la propia Rusia la población desconfía de la vacuna nacional. China, por su parte, preocupada de que sus vacunas no sean capaces de evitar la propagación de la variante Ómicron, dispuso una cuarentena para 25 millones de residentes de Shanghái a principios de abril.
Por la invasión de Ucrania, la economía rusa podría contraerse un 10% este año, y 3,8 millones de rusos emigraron en el primer trimestre. Mientras que Hong Kong sufre una fuga de cerebros provocada por el autoritarismo.
Para Kuper, Rusia está perdiendo la guerra porque es una autocracia. Incluso en los campos de batalla, la democracia ayuda. Ucrania permite a sus suboficiales tomar decisiones sobre el terreno, mientras el ejército ruso es tan vertical como el Kremlin.
Ucrania cuenta con el apoyo de muchos países occidentales. Las democracias suelen tener más aliados porque comparten valores. Por eso Rusia tiene más enemigos que amigos. La OTAN y la Unión Europea suministran armas a Ucrania, mientras Vladimir Putin apenas logra conseguir algo de ayuda de sus pocos amigos.
Siguiendo con los problemas de las autocracias, hay otros dos conocidos Estados que no están pasando por su mejor momento. En Turquía, la inflación alcanzó el 70%, mientras en Etiopía la guerra civil está exacerbando una grave hambruna.
El aumento de las emisiones de carbono en China en las últimas tres décadas, que superan las de todos los países desarrollados juntos, demuestran que los regímenes no suelen pensar a largo plazo.
Para Kuper, la crisis de la autocracia proviene en parte de la falta de mecanismos correctivos, especialmente desde que Xi Jinping, Putin y Erdoğan eliminaron los límites legales a sus propios poderes.
Desde 2020, los estados autoritarios no han ofrecido al mundo más que enfermedades, guerras y hambre. Pensando a futuro, su derrocamiento podría extender la violencia y la anarquía.
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