(Enviado especial) Una comunicación oficial desde el edificio de las Naciones Unidas (ONU) en New York llegó al Ministerio de Defensa de Rusia en Moscú. La comunicación secreta solicitaba una interrupción del cese del fuego en la ciudad de Mariupol para rescatar a cientos de civiles que se escondían entre los escombros de la acería de Azovstal. Vladimir Putin se había comprometido a habilitar un corredor humanitario temporal y Antonio Guterres -secretario general de Naciones Unidas- exigía la inmediata formalización del acuerdo que ambos habían sellado en el Kremlin.
El jueves pasado llegó a New York y a la base de las Naciones Unidas en Kiev, la respuesta afirmativa del Ministerio de Defensa de Rusia. El cese del fuego en el campo de batalla de Mariupol se extendería del sábado 30 de abril al martes 3 de marzo.
Ni un minuto más, ni un minuto menos.
La ciudad de Mariupol es un enclave marítimo que Rusia pretende tomar para establecer una cabecera de playa firme entre su propio territorio y los estados que anexo durante la guerra de Crimea. El Kremlin siempre consideró que la toma de Mariupol era un objetivo bélico de fácil definición, pero se encontró con una inesperada defensa de Ucrania que aprovechó las condiciones edilicias de la acería de Azovstal.
Putin ordenó capturar Mariupol a sangre y fuego. Y desde ese momento, la tragedia invadió la ciudad sobre el mar de Azov. No quedó un edificio en pie, y en los subsuelos de la acería se refugiaron cientos de civiles inocentes para evitar que la guerra ilegal termine con sus vidas.
El acuerdo de la ONU -más la Cruz Roja- con Putin era para rescatar a los civiles escondidos en la fábrica metalúrgica de Azovstal.
Los términos impuestos por Rusia para el provisorio cese del fuego en Mariupol fueron comunicados a Volodimir Zelensky -presidente de Ucrania-, que informó de la situación al comando militar propio que aún resiste en las profundidades de la acería.
El sábado 30 de abril, cientos de civiles que estuvieron enterrados y hambrientos durante semanas, aceptaron salir a la superficie. Muchos se pusieron a disposición de la ONU, y otros resolvieron regresar a sus hogares para encontrar -si estaban vivos- a sus familiares y seres queridos.
Cuando abandonaron la acería de Azovstal, los sobrevivientes ucranianos fueron llevados a un Campo de Filtración, a cargo de una brigada de soldados rusos. En ese Campo de Filtración, los civiles inocentes mostraron sus documentos, fueron fotografiados y dejaron sus huellas digitales.
Al terminar este proceso de control exhaustivo, quedaron bajo la protección de la ONU y la Cruz Roja.
El equipo desplegado por la ONU y la Cruz Roja formalizó un documento oficial con los nombres, apellidos y edades de los sobrevivientes que escaparían de Mariupol a Zaporizhzhia. Eran 157: madres, niños, adolescentes y ancianos que habían vivido más de sesenta días sin ver el sol.
Ya era domingo 1 de mayo, y un convoy de más de 50 micros, una docena de ambulancias y 10 camionetas 4x4 se encontraban en Mariupol para usar el corredor humanitario y salvar a las víctimas inocentes.
“Hoy no salen. Hay peligro. Duermen en Benzimenne”, explicó un coronel ruso al encargado de la ONU de llevar a los sobrevivientes hasta Zaporizhzhia.
- Pero los acuerdos dicen que hoy (por el sábado) podemos salir a Zaporizhzhia-, insistió el alto funcionario de la ONU al coronel de Putin.
- No tengo esa instrucción. Y además hay combates cerca. Duermen en Benzimenne-, completó el coronel.
Benzimenne es un ciudad al este de Ucrania que está bajo control del Ejército Ruso.
El lunes de 2 de mayo amaneció soleado en Benzimenne. Y todo estaba dispuesto para llevar los 157 civiles hasta Zaporizhzhia. No había obstáculos a la vista: ni sirenas de alarma, ni ruido de obuses.
Todos los sobrevivientes habían desayunado y se aprestaban a subir a los micros. Faltaban cruzar 21 controles en manos de las tropas rusas, y después la libertad.
- No van a Zaporizhzhia. Todavía es peligroso. Van ir rumbo al este, y ya les vamos a decir adónde paramos-, explicó el coronel ruso al responsable del operativo de la ONU.
- No. Tenemos que llegar hoy. Hay un compromiso cerrado por Vladimir Putin con el secretario general de la ONU (Antonio Guterres). Es hoy-, replicó el diplomático de Naciones Unidas.
- No se cuál es ese compromiso. Pero tengo órdenes de preservar la seguridad de ustedes, y no van a Zaporizhzhia-, explicitó el coronel de Putin.
Durante horas, el convoy de la ONU atravesó Ucrania rumbo al este. Y cuando caía la tarde, los sobrevivientes llegaron a la ciudad de Dimitrov, en el Oblast Donets’ka.
Pasaron la noche allí. Durmieron en una escuela abandonada.
El martes 3 de mayo, en Dimitrov, todo parecía encaminarse. Pero el tiempo corría en contra: el cese del fuego terminaba ese día a las 23:59.
Tres temibles camiones rusos se pusieron adelante del convoy de la ONU y la Cruz Roja. Y comenzó la marcha hacia Zaporizhzhia. A los costados de la ruta, decenas de sobrevivientes hacían señas y rogaban por subir a los micros.
No había caso. Los oficiales rusos se negaban. Una y otra vez.
En un momento, el diplomático a cargo del convoy de la ONU decidió frenar y rescatar a los civiles que huían de la guerra. Los tres camiones rusos siguieron de largo. No se habían dado cuenta que los micros humanitarios había parado su marcha para recoger a esos pocos sobrevivientes.
Quince minutos más tarde, regresaron los camiones. Y fue no. Nadie más podía subir.
Cerca del mediodía, cuando aún faltaban atravesar más de 12 controles rusos, se produjo un inesperado incidente. En un checkpoint se reclamo por una civil que había subido en Mariupol. El oficial ruso a cargo del control aseguraba que era “una combatiente” ucraniana, y que no podía usar el corredor humanitario.
La discusión fue tensa, pero como sucede en todos las guerras, las armas vencieron a la diplomacia.
Desde ese momento, la ONU y la Cruz Roja tuvieron a cargo 156 civiles. La supuesta combatiente quedó en manos del control ruso.
A siete de horas de concluir el cese del fuego, los 156 civiles protegidos por la ONU y la Cruz Roja llegaron al centro de asistencia de Zaporizhzhia. El convoy humanitario había cruzado ileso todo el campo de batalla.
Pero la alegría fue apenas un instante.
Estaba previsto que hoy salieran cientos de civiles inocentes desde Mariupol a Zaporizhzhya.
Putin y sus coroneles dijeron que no.
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