Los habitantes de Shanghái respiraron aliviados el fin de semana al saber que no se había confirmado ningún caso fuera de las zonas de cuarentena durante dos días, pero las malas noticias llegaron el lunes con el informe de los 58 nuevos contagios. Las autoridades no comentaron los nuevos casos en una reunión informativa para los medios de comunicación, pero los ciudadanos opinaron en las redes.
“Anunciaron que habían eliminado los casos a nivel comunitario demasiado pronto”, comentó una persona en la plataforma de medios sociales Weibo. Pero mucha gente también se animó con los datos que mostraban una tendencia alentadora, con 32 nuevas muertes el domingo, frente a las 38 de un día antes, y 6.606 nuevos casos asintomáticos, frente a los 7.084 del día anterior.
“Hay esperanza para mayo”, dijo otro usuario de Weibo.
El coronavirus apareció por primera vez en la ciudad china de Wuhan a finales de 2019 y durante los dos años las autoridades lograron mantener los brotes en gran medida bajo control con confinamientos y prohibiciones de viaje. Sin embargo, la variante ómicron, de rápida propagación, ha puesto a prueba este año la política de “cero contagios” de China, una política importante para el presidente Xi Jinping, que se espera que consiga un tercer mandato de liderazgo que rompa con los precedentes.
La política china sobre el COVID resulta cada vez más extraña para gran parte del mundo exterior, donde muchos gobiernos han suavizado las restricciones, o las han eliminado por completo, en un intento de “vivir con el COVID” aunque las infecciones se estén extendiendo.
China no ha dado ningún indicio de desviarse de su política, a pesar del creciente número de víctimas en la segunda economía del mundo y de las repercusiones de los trastornos en las cadenas de suministro mundiales. En la capital, donde viven 22 millones de personas, las autoridades endurecen las restricciones de COVID durante los cinco días de vacaciones del Día del Trabajo que se celebran hasta el miércoles, tradicionalmente una de las temporadas turísticas más concurridas.
Beijing, con docenas de infecciones diarias en un brote que entra ahora en dos semanas, no se ha confinado, sino que confía, al menos por ahora, en las pruebas masivas para localizar y aislar las infecciones.
Los restaurantes de Beijing están cerrados y algunos bloques de departamentos están sellados. Las calles están tranquilas y los residentes que se aventuran a salir tienen que dar negativo en las pruebas de coronavirus para entrar en la mayoría de los lugares públicos.
Las autoridades asimismo están localizando a los contactos cercanos de los casos confirmados, advirtiéndoles de que permanezcan en casa y se pongan en contacto con las autoridades, y pidiendo a todo el mundo que respete las normas de confinamiento.
China informó de 7.822 nuevos casos de COVID-19 el domingo, frente a los 8.329 del día anterior, según informó el lunes la Comisión Nacional de Salud. Todas las 32 nuevas muertes de China se produjeron en Shanghái, lo que eleva a 5.092 el número total de muertes en el país desde la aparición del virus.
India, el único país con una población comparable a los 1.400 millones de habitantes de China, ha registrado oficialmente más de medio millón de muertes, aunque algunos expertos en salud creen que su número es aún mayor.
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