(Enviado especial a Ucrania). Durante más de setenta años, Ucrania perteneció a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), un sistema político totalitario que rendía culto al líder de turno que ocupaba el Kremlin. Ese culto a la personalidad empezó con Lenin y llegó a su apogeo con Josef Stalin, un dictador maniático que inició la Guerra Fría contra Estados Unidos.
Ucrania tiene como presidente a Volodimir Zelensky, que sorprendió por su capacidad política y su resistencia personal a los embates constantes de la Federación Rusa, regida por Vladimir Putin. Este líder ruso, excuadro de la KGB, tiene poco que envidiar a Stalin y su peculiar método para tomar decisiones de poder.
Putin asumió que Ucrania era un país fácil de derrotar y puso en marcha una campaña militar que se pareció a la estrategia del Anschluss que aplicó Adolfo Hitler para anexar a Austria en marzo de 1938.
Al dictador nazi, le funcionó. A Putin, no.
La derrota táctica de Rusia en Kiev maximizó la imagen pública de Volodimir Zelensky, que aparecía como un referente político muy liviano frente a la impronta marcial de Putin. Pero Zelensky enfrentó al Kremlin y logró que la ofensiva rusa cambiara su marcha y apuntara hacia el este de Ucrania.
La victoria de Zelensky –inesperada para la OTAN y el Pentágono- no implicó una campaña de marketing político a favor del presidente de Ucrania. No hay un solo retrato de Zelensky en las principales de calles y avenidas de Kiev.
Pese a criarse en un país habituado al culto de la personalidad, adonde sobresalió Nikita Jruschov como sucesor de Stalin, Zelensky no aprovechó la coyuntura favorable para fortalecer su imagen pública en Ucrania.
El Presidente vive protegido en un complejo de edificios en pleno centro de Kiev, y se apalanca en los medios públicos y en las redes sociales para trasmitir su mirada sobre el conflicto ilegal que desató Putin hacia fines de febrero.
A diferencia de las primeras semanas, que cayeron misiles enemigos sobre la población civil, las condiciones de seguridad han cambiado en Kiev. Putin ya no marcha hacia la capital de Ucrania y eso implica que se modificaron la disposición de las barricadas, el despliegue de las fuerzas armadas en las principales avenidas y la asiduidad de las alarmas frente a un probable ataque con misiles rusos.
Anoche sonó la sirena a las 23.07. Apenas duró cuatro minutos.
Cuando no hay toque de queda, la ciudad se puede transitar sin interrupciones. Las bolsas de arena fueron subidas a la vereda, los hierros para frenar coches-bombas quedaron enclavados en ciertas esquinas, y la presencia militar apenas se observa en sitios clave de Kiev: en el edificio que utiliza Zelensky para trabajar, en el acceso al ferrocarril y en las embajadas de los países aliados.
El error táctico de Putin para conquistar Kiev sin demoras, permitió que la capital de Ucrania recuperara casi su ritmo normal. Las tropas comandadas por Zelensky disolvieron la ofensiva rusa, que partió hacia el este para obtener una victoria bélica que aún continúa esquiva.
Es apenas una tregua tácita que se aprovecha al máximo en la ciudad capital, ocupada por mujeres de mediana edad y ancianas que van de compras sin sonreír y con escaso ánimo para hablar. Los hombres y los jóvenes están en la guerra contra Rusia, y se asume en Kiev que su eventual regreso sería un simple milagro religioso.
La guerra ilegal de Rusia contra Ucrania afectó los precios del combustible y del trigo en todo el planeta. Sin embargo, en Ucrania, los precios se mantuvieron estables tras la invasión ordenada por Putin.
En Kiev jamás se escuchó el concepto “inflación en los alimentos” y la nafta común todavía no aumentó su precio en los surtidores. Tampoco hay desabastecimiento en las ferias urbanas, que ayer ofrecían el kilo de naranjas y pepinos al mismo precio de marzo.
Cuando cayó el primer misil en la capital de Ucrania.
SEGUIR LEYENDO: