(Enviado especial a Ucrania). Este jueves a las 17:10, mientras caía intermitente una fina llovizna, comenzaron a sonar las sirenas de alarma en Lviv, una ciudad cercana a la frontera con Polonia que podría convertirse en un blanco fijo de Vladimir Putin durante las próximas semanas. Lviv es un punto de entrega de armas y ayuda humanitaria que envían Estados Unidos y ciertos países de la Unión Europea, y Rusia ya tiene en la mira a esta ciudad que sería clave para sostener el ritmo bélico de las Fuerzas Armadas de Ucrania.
El domingo pasado cayeron cinco misiles en las afueras de Lviv para destruir un puñado de galpones militares que cobijan la ayuda destinada a abastecer a las tropas de Ucrania. Esa colaboración militar y humanitaria ordenada desde la Casa Blanca y determinados países de Europa multiplicará su asiduidad y volumen. Un movimiento estratégico destinado a frenar la ofensiva que prepara el Kremlin desde el este al oeste de Ucrania.
Desde esta perspectiva, Lviv se prepara para enfrentar un masivo ataque de cohetes que Moscú desplegaría sobre la ciudad para destruir los equipos militares y los insumos humanitarios que remitirán Joe Biden, Pedro Sánchez y Boris Johnson, entre otros líderes globales.
Si el Pentágono no modifica sus planes, a Ucrania llegarían -en las próximas horas- 72 obuses de 155 mm, 72 vehículos tácticos para remolcar esos obuses al campo de batalla y más de 100 drones tácticos Phoenix Ghost.
A las 20:08, otra vez sonaron las alarmas en Lviv. Fue una situación tensa que duró 60 minutos, mientras la ciudad quedaba vacía por la tensión, la lluvia y la eventual tragedia causada por los cohetes rusos. La gente caminaba rápido, mirando al cielo y esquivando los charcos.
Las autoridades militares de Lviv asumen que -si hay un plan de ataque preparado por Putin- será por aire. Las avenidas de la ciudad, su exquisito bulevar, o las entradas de los sitios históricos, carecen de defensa terrestre. No hay bolsas de arena, ni retenes montados con hierros retorcidos, ametralladoras y equipos móviles cubriendo los flancos.
La ausencia de esta táctica de defensa implica dos circunstancias posibles: Moscú apunta a destruir con sus misiles los depósitos con los pertrechos enviados por Washington y Europa, y si hay ofensiva terrestre del Ejército Ruso, ya nada podría hacerse. Desde el este, Lviv es la última ciudad importante rumbo a Polonia.
El toque de queda en Lviv empieza a las 23 horas. Hasta esa hora hay un puñado de restaurantes que permanecen abiertos, y anoche el comentario obligado era la compleja situación en Mariupol. Esta ciudad en el este cayó en manos del Kremlin y marca un punto de inflexión en la ofensiva del ejercito ruso.
Putin necesitaba una victoria para ocultar sus errores estratégicos, y la caída de Mariupol se transformó en su principal insumo de acción psicológica hacia adentro de la Federación Rusa. Desde esa ciudad portuaria, Moscú puede alimentar su sistema de propaganda oficial y consolidar su plan de dividir a Ucrania ante la imposibilidad bélica de llegar a Kyiv.
Pero la futura acción psicológica del Kremlin tendrá un problema de fondo. La información extraoficial que llega desde Mariupol asegura que las tropas de Putin cometieron un genocidio en esa ciudad, y que hay registro de fosas comunes abiertas para enterrar sin nombre a las víctimas civiles de la guerra ilegal.
A las 23 se inició el toque de queda. Ya no quedaba nadie en las calles de Lviv. Todo estaba a oscuras, los últimos autos escapaban por la avenida Svobody, y la lluvia caía pegajosa sobre una ciudad que otra vez dormirá inquieta.
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