Dios, el diablo, la guerra, Caín y Abel, el calvario de Jesús que se repite cotidianamente en cada dolor humano: son algunos de los temas abordados en una larga entrevista de la RAI 1 con el papa Francisco realizada en la tarde del Viernes Santo, por la periodista Lorena Bianchetti.
En la charla, el Papa alude varias veces al demonio, lago habitual en él pero que ha llamado la atención desde el comienzo de su pontificado: el mal, el diablo, el pecado... son términos que la corrección política había ido marginando en el vocabulario eclesial pero que Francisco no teme pronunciar.
“Alguien que me escuche puede decir: ‘Pero, Santidad, usted ha estudiado, es Papa y todavía cree en el diablo?’ -dice el propio Bergoglio en la entrevista-. Sí, creo, creo. Le tengo miedo, por eso tengo que defenderme tanto. El poder de las tinieblas...”
Bianchetti le había preguntado si creía que el diablo podía entrar por “las rendijas de la puerta a la Iglesia”, como temía León XIII. Y Francisco respondió que la hendija “es la mundanidad”. “Pero siempre ha sido así -agrega-, en cada época la mundanidad cambia de nombre”. Y agrega que la oración de León XIII a San Miguel Arcángel, él la reza “todos los días, por la mañana, ¡todos los días! para que me ayude a vencer al diablo”.
Consultado acerca de la analogía entre el calvario de Cristo y el sufrimiento de buena parte de la humanidad, el Papa respondió: “Esto no es nada nuevo. Un escritor dijo que ‘Jesucristo está en agonía hasta el fin del mundo’, está en agonía en sus hijos, en sus hermanos, especialmente en los pobres, en los marginados, en la pobre gente que no puede defenderse”.
Y agregó: “En este momento, en Europa, esta guerra nos golpea mucho. Pero miremos un poco más allá. El mundo está en guerra, el mundo está en guerra. Siria, Yemen, y luego piensa en los rohingya, expulsados, sin patria. En todas partes hay guerra. El genocidio de Ruanda hace 25 años. Porque el mundo ha elegido -es duro decirlo pero ha elegido el patrón de Caín y la guerra es implementar el cainismo, es decir, matar al hermano.”
La periodista le preguntó si era posible alguna forma de mediación o diálogo con quienes sólo desean la opresión.
“Cuando digo que no se puede dialogar con el diablo, es porque el diablo es el mal, ¡sin nada bueno! -respondió el Papa- Digamos que es como el mal ]absoluto. ¡Es el que se ha rebelado totalmente contra Dios! Pero con las personas que están enfermas, que tienen esta enfermedad del odio, se habla, se dialoga, y Jesús dialogaba con muchos pecadores, incluso hasta con Judas al final como ‘amigo’, siempre con ternura, porque todos tenemos siempre algo bueno”. Por eso, siguió diciendo, cuando “estamos frente a una persona tenemos que pensar qué digo de esta persona: el lado malo o el lado oculto, que es más bueno. ¡Todos tenemos algo bueno, todos! Es precisamente el sello de Dios en nosotros.”
Nunca hay que decir “éste es un condenado”, señaló Francisco porque “Dios siempre trata de salvarnos hasta el final, porque Él ha sembrado en nosotros la parte buena. Lo sembró también en Caín y Abel, pero Caín hizo una acción de violencia y con esta acción se hace una guerra2.
Lorena Bianchetti señaló que vivimos en una sociedad en la que a veces “lo diabólico es decididamente más fascinante, más estimulante que lo bueno, lo honesto, lo amable e incluso lo espiritual”.
“Sí, es cierto. El mal es más seductor -admitió el Pontífice argentino-. Algunos dicen que hablo demasiado del demonio. Pero es una realidad. [El diablo] es seductor. La seducción siempre trata de entrar, de prometer algo. Si los pecados fueran feos, si no tuvieran algo de bello, nadie pecaría. El diablo te presenta algo hermoso en el pecado y te lleva a pecar. Por ejemplo, los que hacen la guerra, los que destruyen la vida de los demás, los que explotan a la gente en su trabajo”, dijo el Papa. Esa explotación “también es una guerra”, eso “también es destrucción, no solo los tanques”.
“El diablo siempre busca nuestra destrucción. Porque somos la imagen de Dios”. Y volviendo al Viernes Santo, ilustró: “Jesús muere, muere solo. En la soledad más absoluta (...) porque quiso descender a la más horrible de las soledades del hombre para levantarnos desde allí. Él regresa al Padre, pero primero bajó, está en cada persona explotada, que sufre guerras, que sufre la destrucción, que sufre la trata. Cuántas mujeres son esclavas de la trata, aquí en Roma y en las grandes ciudades. Es obra del mal. Es una guerra.”
La periodista citó a Dostoievski que en Los hermanos Karamazov dijo que la batalla entre Dios y el demonio es en el corazón mismo del Hombre.
“Es allí donde se juega -coincidió Francisco-, porque cada uno de nosotros tiene dentro de sí la posibilidad de hacer lo que hacen estas personas que destruyen a la gente, explotan a la gente, porque el pecado es una posibilidad de nuestra debilidad y también de nuestra soberbia”.
Consultado sobre qué decirles a los padres que en la guerra viven el dolor y la desesperación de ver, por ejemplo, a sus hijos heridos por una bomba, Francisco respondió: “He tenido que aprender muchas cosas y todavía tengo que aprender porque espero vivir un poco más. Y una de las cosas que he aprendido es a no hablar cuando alguien está sufriendo. Ya sea a un enfermo o en una tragedia. Los tomo de la mano, en silencio”.
“Frente al dolor: silencio -siguió diciendo-. Y llanto. Es cierto que el llanto es un don de Dios, es un don que debemos pedir: la gracia de llorar, ante nuestras debilidades, ante las debilidades y tragedias del mundo. Pero no hay palabras.”
Y volvió a Dostoievski, para evocar “ese pequeño libro” que resume “toda su filosofía, su teología”, Memorias del subsuelo. “Muere uno – son condenados, presos que están en el hospital –, lo toman y se lo llevan. Y el otro, desde la otra cama, dice: ‘Por favor, ¡deténganse! Este también tenía una madre’. La figura de la mujer, la figura de la madre, delante de la cruz. Este es un mensaje, es un mensaje de Jesús para nosotros, es el mensaje de su ternura en su madre.”
La periodista evocó entonces esa escena al pie de la cruz de Cristo en la cual predominan las mujeres. “Me vienen a la mente las mujeres”, le dice, “la fuerza de las mujeres”. “Me vienen a la mente las madres rusas, las madres ucranianas -agrega Bianchetti-, ¿qué importancia tiene un papel activo de las mujeres en la mesa de negociaciones para construir concretamente la paz?”
“Las mujeres están en la encrucijada de las mayores fatalidades, están ahí, son fuertes -respondió Francisco-. La Iglesia es mujer, por eso la Madre Iglesia es tan fuerte. No hablo del clericalismo, de los pecados de la Iglesia. No, la Madre Iglesia se refiere a la que está al pie de la cruz apoyándonos a los pecadores. (...) A veces tenía que ir a alguna parroquia en una zona llamada Villa Devoto, en Buenos Aires, y tomaba el autobús 86. Este pasa por delante de la cárcel y muchas veces pasaba por allí y había una fila de madres de presos. Daban la cara por sus hijos, porque todo el que pasaba decía: ‘Esta es la madre de alguien que está dentro’. Y soportaban los controles más vergonzosos, pero para ver a su hijo. La fuerza de una mujer, de una madre que es capaz de acompañar a sus hijos hasta el final. Y esta es María y las mujeres al pie de la cruz. Es acompañar a su hijo, sabiendo que mucha gente dice: ‘¿Cómo ha educado a su hijo que ha acabado así?’ Chisme inmediatamente. Pero las mujeres no se preocupan: cuando hay un hijo de por medio, cuando hay una vida de por medio, las mujeres siguen adelante. Por eso es tan importante, tan importante lo que dice: dar un papel a las mujeres en los momentos difíciles, en los momentos de tragedia. Ellas saben lo que es la vida, lo que es la preparación para la vida y lo que es la muerte, lo saben bien. Hablan ese idioma.”
Y agrega: “La explotación de las mujeres es el pan nuestro de cada día. La violencia contra las mujeres es el pan nuestro de cada día. Mujeres que son golpeadas, que sufren la violencia de sus parejas y lo llevan en silencio o se alejan sin decir por qué. Nosotros los varones siempre tendremos razón: somos los perfectos. Y las mujeres están condenadas al silencio por la sociedad. “No, pero esta está loca, esta es una pecadora’. Eso es lo que decían de la Magdalena”.
“Pero las mujeres son la reserva de la humanidad, puedo decir esto, estoy convencido de ello. Las mujeres son la fuerza. Y allí, al pie de la cruz, huyeron los discípulos, las mujeres no, las que lo habían seguido durante toda su vida”, agregó.
Consultado cerca de si el éxodo ucraniano “ha derribado los muros de la indiferencia y los prejuicios”, contra los migrantes, el Papa responde: “Se subdivide a los refugiados. De primera clase, de segunda clase, del color de la piel, de si vienen de un país desarrollado o de uno no desarrollado. Somos racistas”.
“En la cruz -dijo el Papa- están los pueblos de los países de África en guerra, de Oriente Medio en guerra, de América Latina en guerra, de Asia en guerra. Hace algunos años dije que estábamos viviendo la tercera guerra mundial en pedazos. Pero no hemos aprendido. Yo soy un ministro del Señor y un pecador, elegido por el Señor, pero, un pecador así. Cuando fui a Redipuglia en 2014, para la conmemoración del centenario, vi y lloré. Me vino solo el llanto.”
“Todos jóvenes, todos muchachos -recordó Francisco-. Después, un día fui al cementerio de Anzio y vi a estos jóvenes que habían desembarcado en Anzio. ¡Todos jóvenes! Y lloré allí, una vez más. Lloro frente a esto”. Y agregó: “Por eso digo que la guerra es una monstruosidad”.
Sobre la carrera armamentista, declaró: “Yo entiendo a los gobernantes que compran armas, los entiendo. No los justifico, pero los entiendo. Porque tenemos que defendernos, porque [es] el esquema cainista de la guerra. Si fuera un modelo de paz, esto no sería necesario. Pero vivimos con este esquema demoníaco, [que dice] que nos matemos unos a otros en aras del poder, en aras de la seguridad. (...) Hemos olvidado el lenguaje de la paz, lo hemos olvidado. Se habla de paz. Las Naciones Unidas han hecho de todo, pero no han tenido éxito. Regreso al Calvario. Allí Jesús lo hizo todo. Intentó con piedad, con benevolencia, convencer a los dirigentes [pero] no: ¡guerra, guerra, guerra contra él! A la mansedumbre oponen la guerra por la seguridad. ‘Es mejor que un hombre muera por el pueblo’, dice el sumo sacerdote, porque al contrario vendrán los romanos. Y la guerra.”
Francisco rescató la imagen de la mujer la esposa de Pilato, “una mujer de la que no se habla mucho”, que le dice al marido: “No te metas con este hombre justo”.
“Pilato no la escucha, ‘cosas de mujeres’. Pero esta mujer, que pasa inadvertida, sin fuerza en el Evangelio, comprendió desde lejos ese drama. [Tal vez] era madre, tenía esa intuición de las mujeres. ‘Ten cuidado de que no te engañen’. ¿Quién? El poder. El poder que es capaz de cambiar la opinión de la gente de domingo a viernes. El Hosanna del domingo se convierte en el ¡Crucifícalo! del viernes. Y este es nuestro pan de cada día. Necesitamos que las mujeres den la voz de alarma”, explicó el Papa.
Evocando el 27 de marzo de 2020, cuando en plena pandemia, cruzó solo la plaza de San Pedro, completamente vacía, bajo la lluvia, Francisco dijo: “No sé si pensaba. Sentía, sí. Yo no sabía que la plaza estaría vacía, no lo sabía. Sí sabía que con la lluvia habría poca gente, pero nadie. Era un mensaje del Señor para entender bien la soledad. La soledad de los ancianos, la soledad de los jóvenes que dejamos solos. ‘¡Deja que sean libres!’ ¡No! Solos (los jóvenes) serán esclavos. ¡Acompáñalos! Por eso es importante que tomen la herencia de los mayores, la bandera de la deuda de ellos”.
“La sabiduría de los ancianos a menudo se descuida y se deja de lado en una casa de reposo”, dijo. “¡No sabemos nada! La soledad de los mayores y la utilización de los jóvenes, porque a los jóvenes sin la sabiduría que les da un pueblo les irá mal”, insistió.
“El espíritu de la mundanidad -explicó también-, que es un poco como el espíritu del poder, pero no solo del poder, es vivir en un estilo mundano que -curiosamente- se nutre y crece con el dinero. (...) cuando cae en la mundanidad, en el espíritu mundano, la Iglesia es derrotada. Cuando Jesús nos dice: ‘Por favor, haz una opción clara, no puedes servir a dos señores. O sirves a Dios’ – y yo estaba esperando ‘o sirves al diablo’. Pero no dice esto. ‘O sirves a Dios o sirves al dinero’. Usar el dinero para hacer el bien, para mantener a tu familia con trabajo, está bien. ¡Pero servir!”
“Kiev es un dolor”, un “dolor moral” para el cual “no hay anestesias”. “Solo la oración y el llanto. Estoy convencido de que hoy no lloramos bien. Nos hemos olvidado de llorar. Si puedo dar un consejo, a mí mismo y a la gente, es pedir el don de las lágrimas. Y llorar, como lloró Pedro después de haber traicionado a Jesús. (...) Un llanto que no es un desahogo, no. Es la vergüenza hecha física, y creo que a nosotros nos falta vergüenza”.
Y evocó una “hermosa oración de misa”, que dice: “Señor, tú que hiciste brotar agua de la roca, haz brotar lágrimas de la roca de mi corazón”. “Me pregunto -dijo el Papa-: ¿cuántas personas, ante las imágenes de las guerras, de cualquier guerra, han sido capaces de llorar? Algunos lo han hecho, estoy seguro, pero muchos no. Comienzan a justificar o a atacar”.
“Hoy (por ayer), Viernes Santo, frente a Jesús Crucificado, déjate tocar el corazón, deja que Él te hable con su silencio y con su dolor. Deja que te hable con las personas que sufren en el mundo: sufren el hambre, la guerra, tanta explotación y todas estas cosas. Deja que Jesús te hable y, por favor, no hables tú. Silencio. Que sea Él y pide la gracia de llorar.”
El Papa también aprovechó la ocasión para enviar “un mensaje de fraternidad a todos mis hermanos obispos ortodoxos, que están viviendo esta Pascua con el mismo dolor con el que la estamos viviendo nosotros, yo y muchos católicos”.
“Tener esperanza no es tener la ilusión”, dijo Francisco cuando le pidieron un mensaje para los desalentados. “La esperanza es la certeza de que tengo en mi mano la cuerda de esa ancla lanzada allí. Nos gusta hablar de la fe, tanto, de la caridad: ¡Mírala! La esperanza es un poco la virtud oculta, la pequeñita, la pequeñita de la casa. Pero es la más fuerte para nosotros”.
En cuanto a su deseo para la Pascua, respondió: “Una alegría interior”. Y también: “Mi deseo es no perder la esperanza, pero la verdadera esperanza -que no defrauda-, es pedir la gracia de llorar, pero el llanto de la alegría, el llanto del consuelo, el llanto de la esperanza. Estoy seguro, repito, que debemos llorar más. Nos hemos olvidado de llorar. Pidamos a Pedro que nos enseñe a llorar como él lo hizo. Y luego el silencio del Viernes Santo.”
[Con información de la agencia Zenit]
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