“Putin dice que al crucero misilítico Moskva no lo hundieron los ucranianos. Fueron ellos que lo convirtieron en un submarino”. El chiste, también expresado en memes con el líder ruso jugando a la batalla naval, circula por las redes sociales en varios idiomas. El ingenio popular captó de inmediato la trascendencia del hecho: Rusia perdió una pieza fundamental de su maquinaria bélica y la invasión de Ucrania se le complica cada vez más. Desnuda, como toda muestra de humor político, la debilidad y la soledad de Vladimir Putin. Su aventura militar hace agua. Incluso, no importa si realmente lo alcanzó un misil Neptuno lanzado por los marines ucranianos o si se hundió bajo una tormenta cuando era llevado a puerto como consecuencia de un incendio a bordo, como dice la poco creíble versión de Moscú. Muestra claramente la fragilidad de la que hasta antes de esta guerra era considerada la segunda potencia militar del planeta. Expone el triunfo del más débil, del pequeño David ucraniano ante el gigante Goliat ruso.
Lo ocurrido tiene raíces tan profundas como sus aguas. La flota del Mar Negro siempre fue parte del orgullo ruso. La creó la emperatriz Catalina la Grande hace 230 años. Lo hizo junto a la construcción de la ciudad de Sebastopol, en la península de Crimea. Allí también ocurrió el levantamiento del acorazado Potemkin del 27 de junio de 1905, que Lenin reivindicó posteriormente como el antecedente más importante de la revolución bolchevique de 1917, y lo convirtió en un éxito de propaganda soviética. Fue quien ordenó al genial cineasta Serguei Eisenstein contar la epopeya, que éste filmó en 1925 y convirtió en la que es considerada “la mejor película” de su época y del cine mudo, tantas veces homenajeada por su escena de las escalinatas de Odesa como en El Padrino de Coppola o en Eliot Ness de Brian de Palma.
El grueso de la flota rusa había sido devastada en la guerra con Japón. La situación de los marinos que permanecían en el Mar Negro era de opresión absoluta. En San Petersburgo se había encendido la mecha de la revolución bolchevique de 1905. Unos 200 mil trabajadores desarmados habían llegado hasta el Palacio de Invierno del zar Nicolás II para pedirle mejores salarios y condiciones de trabajo. La respuesta fue una represión brutal. Doscientos muertos y 800 heridos. Finalmente el Zar concedió la gracia de crear la Duma, un parlamento, que le permitió permanecer en el poder otros 12 años. Pero la suerte ya estaba echada. Fue el preludio de los diez días de noviembre de 1917 que conmovieron al mundo y fundaron el comunismo que gobernó por 70 años.
Aprovechando la situación, un grupo revolucionario clandestino encabezados por Grigori Vakulinchuck y Afanasi Matiushenko, organizó un motín. Mostraron a sus compañeros del Potemkin las condiciones en las que se encontraba la carne del rancho, infestada de gusanos. En el enfrentamiento mataron al capitán del barco y otros siete oficiales. Matiushenko tomó el mando y se dirigió al puerto de Odesa. Allí fueron interceptados por las fuerzas zaristas y tuvieron que huir. Encontraron refugio en el puerto rumano de Constanza.
La armada rusa recuperó el Potemkin y lo renombró Panteleimón. En 1909 el acorazado hundió accidentalmente un submarino ruso y en 1911 encalló y resultó gravemente dañado. Iniciada la Primera Guerra Mundial, a finales de 1914 el Panteleimón participó en la batalla del cabo Sarych contra buques de guerra del Imperio otomano. A principios de 1915 bombardeó en varias ocasiones fortificaciones en el Bósforo y en una de ellas fue atacado por el crucero de batalla turco Yavuz Sultán Selim, aunque el Panteleimón y otros acorazados rusos que lo acompañaban consiguieron ponerlo en fuga antes de que causara daños. El antiguo Potemkin quedó obsoleto tras la entrada en servicio de nuevos acorazados tipo dreadnought a finales de 1915 y en 1918 fue puesto en la reserva y estacionado en Sebastopol.
El Panteleimón fue capturado cuando los alemanes tomaron Sebastopol en mayo de 1918 y entregado a los Aliados tras el armisticio, en noviembre de ese mismo año. Sus máquinas fueron destruidas en 1919 por los británicos cuando se retiraban de Sebastopol, con lo que querían impedir que los bolcheviques usaran el acorazado en su guerra contra los rusos blancos. El buque fue abandonado cuando estos últimos evacuaron Crimea en 1920, y finalmente fue desguazado por los soviéticos en 1923.
Con el Potemkin se fue un emblema de la marina rusa, como lo era ahora el crucero Movska. La Flota del Mar Negro siempre estuvo en el centro de los conflictos de la región. La toma de la estratégica base naval de Sebastopol, en 1942, durante la II Guerra Mundial, le costó al ejército alemán 170.000 bajas y un sitio de 10 meses. Liberada por el ejército soviético en 1944, Stalin procedió a una limpieza étnica, deportando a sus primitivos pobladores tártaros al Asia Central, junto con los armenios, búlgaros y griegos que habitaban en Crimea, y la degradó. Pasó de República Socialista Soviética a oblast (provincia) ruso. Su sucesor, Nikita Kruschev, originario de Kalinovka, aldea ubicada en la frontera ruso-ucraniana, que había sido gobernador de Ucrania, fue quien le cedió Crimea (del tártaro Qirim) a esa república en 1954.
Con la caída de la Unión Soviética, la Flota del Mar Negro acantonada en la base naval de Sebastopol fue dividida por un acuerdo que firmaron los presidentes Boris Yeltsin de Rusia y Leónidas Kravchuk de Ucrania. En mayo de 1997, a cambio de reconocer las nuevas fronteras, Moscú se quedó con el 80% de la flota y un acuerdo para conservar la base naval de Sebastopol por 20 años. Con la llegada de Putin al poder, el Kremlin presionó en 2010 al gobierno de Kyiv para firmar un nuevo pacto por el que la base de Sebastopol seguiría en manos rusas otros 25 años más, hasta 2042, a cambio Ucrania recibiría el equivalente a 40.000 millones de dólares por una sustancial rebaja, el 30%, en el precio del gas ruso por 10 años.
Para entonces, la flota estaba otra vez en pie después de haber sido prácticamente desmantelada y reducida a media docena de buques de superficie con poco valor militar y un solo submarino operativo. La recuperación económica rusa, gracias a los precios de los recursos energéticos y su exportación a Europa Occidental, le permitieron grandes inversiones en la industria de Defensa. Construyó seis submarinos de tercera generación (clase Varshavyanka o Kilo III, en la denominación OTAN). Todos dotados con misiles de crucero Kalibr, con un alcance de 1.200 a 1.500 km, equivalente al misil norteamericano Tomahawk.
También fueron modernizados y construidos otros 43 barcos de guerra, que van desde fragatas hasta corvetas con capacidad misilítica, desminadores y el Moskva como barco insignia. Un monstruo de 12.500 toneladas y 180 metros de largo. Su nombre era “Gloria” cuando se puso por primera vez en servicio para la Armada soviética a principios de la década de 1980. En 1996 fue rebautizado con el nombre de la capital rusa tras una transformación a un costo de 750 millones de dólares, según el cálculo de la revista Forbes.
El Moskva fue desplegado para apoyar a los aviones y las tropas rusas en Siria en 2015, y en 2008 patrulló la costa de Georgia durante la guerra ruso-georgiana. Operó en el Mediterráneo desde Tartus, donde opera la base rusa en territorio sirio. Con los preparativos para la invasión a Ucrania, el crucero fue desplegado en las aguas alrededor de Crimea. Estaba armado con 16 lanzadores de misiles Vulkan que tienen un alcance de ataque de más de 600 kilómetros. El buque tenía la capacidad de causar “daños significativos” en el Mar Negro y era “la joya de la corona con la que Putin sacaba pecho ante los almirantes”, comentó al New York Times, Gary Roughead, almirante retirado y ex jefe de operaciones navales de Estados Unidos. También explicó que con la desaparición del Moskva, Rusia perdió su principal plataforma de comunicaciones y control de toda la operación anfibia en el Mar Negro.
Lo hundió un misil Neptune subsónico, que es una versión del antiguo misil antibuque soviético Kh-35 con software y electrónica mejorados, y tiene un alcance de 300 kilómetros. El sistema completo, que entró en servicio en Ucrania el año pasado, consta de un lanzador móvil basado en un camión, cuatro misiles, un vehículo de recarga y un vehículo de mando y control. Está diseñado para volar cerca de la superficie del mar para evitar su detección.
De la tripulación de 510 marinos no se sabe mucho. Catorce lograron llegar con un bote salvavidas hasta Sebastopol, otros 54 fueron rescatados por un barco turco. El ex jefe de la marina estadounidense, Malcolm Nance dijo en un tuit que habrían muerto al menos la mitad de los 442 restantes. El o los misiles Neptune que impactaron en la quilla del Moskva provocaron la explosión de las cargas de municiones incorporados al barco. Le provocó un daño irreparable. Se hundió en ese mismo lugar. Y con él, yace en el fondo del mar el orgullo histórico militar al que se subió Putin para ordenar la invasión a Ucrania.
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