Alexander Dvornikov. Ese es el general nacido en 1961 que eligió Vladimir Putin para intentar revertir la irregular marcha de su ejército invasor en Ucrania. Sobre todo, concentrará sus fuerzas en el este del país que es atacado de manera salvaje desde el 24 de febrero. El “Plan B” del jefe de estado ruso -tras el fallido intento de tomar la capital, Kiev- será entonces lograr conquistar toda la franja oriental ucraniana para unirla con Crimea, en el sur. Para conseguir la unión de Donbás con la península anexada de manera irregular en 2014 necesita terminar de tomar Mariupol, asediada desde hace 48 días y donde se investiga el posible uso de armas químicas.
Dvornikov es un general de alta experiencia. Sobre todo en eso de dejar en ruinas ciudades. Aleppo lo padeció. Bashar Al-Assad, el dictador sirio, agradeció su presencia. Gracias a su brutal táctica, consiguió barrer con toda amenaza contra el régimen de Damasco. Nació en Ussuriysk, una ciudad cercana a la frontera con China en el extremo oriental de Rusia hace 61 años. Sirvió en Alemania del Este -como el mismo Putin- y se marchó en 1994. Luchó en la segunda guerra de Chechenia. Años después fue nombrado subcomandante del distrito oriental y luego jefe de estado mayor del central.
Pero fue en la devastada Siria donde su fama se elevó. Logró revertir la baja moral de las fuerzas del régimen de Al-Assad y consiguió atacar a los rebeldes por aire, tierra y mar. Damasco había entregado todo el poder al general de Putin. “Su éxito a la hora de revertir la situación y rescatar el régimen de Assad le valió la aprobación del Kremlin: en 2016 fue nombrado Héroe de la Federación Rusa, la más alta distinción del país. También fue nombrado comandante del distrito militar del Sur. El distrito es pequeño, pero estratégico: colinda con Donbás, donde las fuerzas rusas y sus representantes han combatido a Ucrania desde 2014, y donde es probable que se desarrolle la siguiente fase de la guerra actual. Fue este mando, y su consiguiente conocimiento de la zona, lo que probablemente le llevó a ser nombrado hombre clave para Ucrania”, señaló The Economist.
Pero su conducta lejos está de ser ejemplar. Por el contrario. Según reporta la misma revista: “Ese mando también lo incluyó en una lista de sanciones británicas: se supone que supervisó el apoyo aéreo a un ataque ruso contra buques navales ucranianos en 2018, lo que ayudó a Rusia a consolidar su ocupación de Crimea. Más preocupante aún fue la conducta de las fuerzas que comandaba en Siria. Durante sus primeros tres meses al mando, se estima que los ataques aéreos rusos mataron a casi 700 miembros del grupo yihadista Estado Islámico, pero también a casi 800 civiles. Los organismos de derechos humanos acusan a Rusia de utilizar municiones de racimo en zonas edificadas y de atacar deliberadamente hospitales en los alrededores de Aleppo, ciudad controlada por los rebeldes. En 2020, la ONG Human Rights Watch citó el premio de Héroe de la Federación Rusa al general Dvornikov como prueba de la ‘falta de responsabilidad’ en la guerra de Rusia”.
Fue él mismo quien reconoció su propia brutalidad sin límites. Muchos creen que su actuación en Siria se repetirá en Ucrania. “Las fuertes bajas civiles fueron un subproducto inevitable de la estrategia que el general Dvornikov adoptó en Siria. En un artículo publicado en 2018, señaló la dificultad de combatir en las montañas, en los túneles bajo las ciudades y en las operaciones nocturnas. La potencia de fuego fue clave, dijo: ataques aéreos, misiles disparados desde buques de guerra, artillería y, en Alepo, ‘fuego constante... día y noche, sin descanso’. La guerra psicológica también era importante: ‘sin las operaciones de información, no habríamos tenido éxito en Alepo, Deir ez-Zor y Ghouta’, dijo el general Dvornikov, refiriéndose a las zonas urbanas que fueron prácticamente arrasadas”.
Putin sabe que sus tropas, hasta el momento, desarrollaron un papel pobre y lejos de las expectativas. Nunca pudieron tomar Kiev, llevan 48 días intentando tomar la estratégica ciudad portuaria de Mariupol y aún continúan con batallas en el este, donde ahora se concentrarán todas sus fuerzas. En parte pudo ser la fragmentación del mando lo que llevó al fracaso del “Plan A” del Kremlin. Ahora, “se espera que sus operaciones estén mucho mejor coordinadas que antes”, dice un funcionario occidental a The Economist. “Todavía no hemos visto pruebas de ello en términos de lo que están haciendo, pero... esperaríamos que el mando y el control mejoraran”.
Sin embargo, no todo es tan fácil de cara al “Plan B” de Putin. “El general Dvornikov no puede arreglar todo -la moral sigue siendo baja, dicen los oficiales, con algunas unidades rusas que se niegan a luchar, y la mano de obra también sigue siendo un problema-, pero las próximas semanas mostrarán si puede volver a poner en marcha la maquinaria bélica rusa”, concluyó The Economist.
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