La mayoría de los países, con la excepción notable de China, han abandonado la estrategia de “COVID cero”, que busca evitar cualquier tipo de circulación del virus, y que parece ahora anacrónica a pesar de que era defendida al principio de la pandemia.
“¿Para qué sirvió?” dice a la AFP la hongkonesa Jenny Leung, una frase que resume el cansancio y la incomprensión de una parte de la población ante esta estrategia. Leung perdió el mes pasado su trabajo de camarera tras las medidas de “COVID cero”. Y ahora, muchos en Hong Kong, territorio afectado por una reciente y violenta ola epidémica, comienzan a decir que llegó el momento quizás de vivir con el virus.
Lo mismo se preguntan los 26 millones de habitantes de Shanghai que llevan más de 20 días encerrados sin comida ni medicamentos. Hartos, el último sábado comenzaron los saqueos.
Un impactante video muestra la desesperación en un bloque de rascacielos en el oeste de la ciudad. Mientras los habitantes gritaban por sus ventanas, un pequeño drone con un altavoz trató de sofocar su protesta con un mensaje distópico: “Estimados residentes... Por favor, cumplan estrictamente las normas de prevención de epidemias del gobierno municipal. Controlen el deseo de libertad de su alma y absténganse de abrir las ventanas para cantar. Este comportamiento conlleva un riesgo de transmisión”.
Con casi el 90% de la población china totalmente vacunada, muchos observadores de fuera del país -y algunos de dentro- se preguntan por qué los responsables políticos siguen negándose a abandonar su enfoque de “cero COVID”, a pesar de los temores de que la estrategia se está volviendo insostenible.
De hecho, en Shanghai, donde los residentes se vieron confinados en sus casas, lugares de trabajo y, en un caso, incluso en un baño público como parte de la amplia represión del virus, la reciente oleada ha producido hasta ahora solo un caso grave y ninguna muerte, según datos oficiales, a pesar de la acumulación de más de 100.000 casos, en su mayoría asintomáticos, en el nuevo epicentro.
En diálogo con Newsweek, Yanzhong Huang, investigador principal de salud global en el Consejo de Relaciones Exteriores, describe la política de COVID de Shangai como un “giro extraño”. Es que la caótica respuesta de Shanghai a la crisis sugiere que los dirigentes locales no estaban preparados para imponer medidas tan estrictas, sin embargo las tomaron.
“Para los partidarios de esa política, no sólo es justificable desde el punto de vista político, sino que también tiene sentido desde el punto de vista de la salud pública, especialmente cuando prevén el peor de los escenarios”, agrega Huang. Según algunas proyecciones, el abandono de la estrategia de cero COVID podría saturar el sistema sanitario chino y provocar más de un millón de muertes. “Pero la cuestión aquí es hasta qué punto es probable el peor escenario. Creo que muchos de los responsables políticos, los que creen en la estrategia de cero-COVID, sobrestiman la probabilidad”, afirma.
Huang señala factores como la elevada tasa de vacunación de China y los datos epidemiológicos de Shanghai y Hong Kong que demuestran que las vacunas inactivadas fabricadas en China pueden reducir significativamente el riesgo de casos graves y de muerte.
“En mi opinión, hay un enfoque mejor y más rentable que quizá no pueda evitar la oleada de casos cuando se abra, pero sí puede minimizar los daños al reducir el número de víctimas mortales y de casos graves; y, lo que es más importante, evitar la perturbación de la sociedad y la economía”, afirma.
“Este debate sobre el COVID cero o la coexistencia con el virus ya no es sólo un debate entre qué método funciona mejor. Se caracteriza ahora como una competición entre dos sistemas políticos, incluso dos civilizaciones”.
Los analistas explican que el “COVID cero” es la política que el régimen chino eligió para la continuidad de la estabilidad sociopolítica en 2022, un año en el que se espera que el Presidente de China, Xi Jinping, esgrima sus logros políticos como razones para ser reelegido en el 20º Congreso Nacional del PCCh que se celebrará este otoño. En consecuencia, la ideología del partido forma parte del enfoque de la salud pública.
En una carta del 6 de abril del Comité de Shangai del PCCh, se dijo a los miembros que “desenvainen la espada y luchen” con valentía contra las acciones que interfieran o socaven la batalla antiepidémica. “Aquellos que dan un paso al frente en momentos críticos y lo arriesgan todo en tiempos de crisis son verdaderos comunistas”, decía la carta.
“Creo que ahora parece que este enfoque científico y selectivo ha dado paso a un enfoque más duro y politizado. En última instancia, se trata de una decisión política, no tomada por los funcionarios de salud pública”, afirma. “Ya ves cómo se está caracterizando esto esencialmente. Este debate sobre el COVID cero o la coexistencia con el virus ya no es sólo un debate entre qué método funciona mejor. Se caracteriza ahora como una competición entre dos sistemas políticos, incluso dos civilizaciones”, asegura Huang.
“El COVID cero se acaba cuando Xi dice que se acaba”, sostiene Steve Tsang, profesor y director del Instituto de China de SOAS en Londres. “Lo que sustenta la prioridad concedida a la estabilidad es el imperativo que tiene Xi de asegurarse un tercer mandato, y por tanto ilimitado, en el 20º Congreso del Partido”, afirma Tsang.
“La política de cero-COVID es una política establecida por Xi, por lo que no puede ser abandonada a menos que y hasta que Xi vea que su continuación es más perjudicial para él que lo contrario” - y no hay evidencia de ello, dice. “En última instancia, es el mantenimiento de Xi en el poder la máxima prioridad del gobierno chino”.
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