Para millones de jóvenes que viven Rusia, Vladimir Putin es el único presidente que han conocido. El proyecto conservador y nacionalista del mandatario ruso, que lleva más de 20 años en el poder, no conecta con los más jóvenes de la población. Esto ha hecho que miles hayan decidido emigrar a países vecinos como Turquía.
El día que Rusia decidió invadir Ucrania, Misha renunció a su trabajo. El joven de 24 años hizo sus maletas y se fue a Estambul. En la ciudad comparte una habitación que cuesta 10 dólares por noche. Con sus ahorros tiene para vivir un mes más, informó el medio Politico.
“Decidí irme sin pensarlo dos veces: eso es todo”, dice. “Pensé: ‘Tengo 24 años, tengo brazos, piernas, no soy tonto, bueno, probablemente no muera’”.
Esta es la primera vez que Misha sale de su país. Hasta ahora, en Turquía no le ha ido tan mal, allí se siente más seguro. “No siento miedo cuando paso junto a los policías, incluso si tienen armas. Simplemente me siento seguro”, dice a Politico.
El joven perdió la fe en su país. En Rusia asistió algunas protestas en apoyo al líder opositor Alexei Navalny, pero se frustró al ver que nada pasaba.
“¡Incluso antes de que comenzara esta guerra fui a los mítines de Navalny y a varios otros eventos de la oposición y vi que el efecto de esto era cero! No importa cuánto lo intentemos, el gobierno sigue ajustando los pernos cada vez más”, dice Misha.
Nastya Mez, de 26 años, e Igor Timofeenko, de 28, viajaron de San Petersburgo a Turquía luego de la invasión. Ambos son de la ciudad suroccidental de Rostov-on-Don, que queda a solo una hora de la frontera con Ucrania.
“Mi padre dejó de hablarme después de que nos mudamos a Turquía. Cree que soy parte de la quinta columna”, dice Igor.
El joven explica que su apellido termina en enko, que es una terminación ucraniana común. “Le han lavado el cerebro con la televisión y cree que los ucranianos son nazis, a pesar de que nuestro apellido es Timofeenko”, dice.
Misha se mete en la conversación y habla de su situación similar con su papá. “Él no está interesado en nada. Se sienta en una habitación todo el día y ve la televisión”, dice.
“Le digo: ‘Papá, déjame ver Solovyov (uno de los mayores propagandistas rusos) durante una hora contigo, y tú, luego, miras una investigación de YouTube sobre Navalny’. Y él dice que eso es malvado, que Internet es malvado”, dice Misha.
Misha intenta que sus padres se informen y que no solo consuman la propaganda del Kremlin. Suscribe a su madre a canales de Telegram en los que pasan otro tipo de información, que está fuera del alcance de la censura.
Para Igor y Misha, una de las razones por las que decidieron irse de Rusia es por el temor a que la economía empeore y sea más difícil vivir.
“Crecimos en la década del 2000 bien alimentados. Todavía recordamos la época en que todo el mundo se estaba haciendo rico, cuando el salario promedio en ciudades con una población de más de un millón era de alrededor de 1.000 dólares. Ahora es difícil incluso imaginar esto”, dice Igor.
Con las sanciones de occidente los precios se están disparando, el valor del rublo cayendo y los comercios se están quedando sin artículos de primera necesidad.
“Lamentablemente, las sanciones occidentales también están afectando a quienes se oponen a Putin y no quieren quedarse en Rusia y pagar impuestos para apoyar al régimen”, dice Nastya.
Sobre si han sufrido ataques por ser rusos en Turquía, Nastya dice: “En ningún lugar se trata a los rusos tan mal como en Rusia”.
A un concierto de un reconocido rapero ruso en Estambul asisten cientos de jóvenes exiliados.
“No puedo esperar hasta que todo esto termine, a que el dictador esté muerto y pueda regresar a mi país”, dice Alexander Salin, de 25 años, de San Petersburgo.
“Espero que la gente como yo sea útil en Europa o en otros lugares y que no haya rusofobia”, agrega Salin.
Luego de estar protestando por más de 10 años contra el régimen de Putin, Pavel Gorchakov, de 31 años, finalmente decidió abandonar el país. Viajó de San Petersburgo, donde dejó a su familia, y llegó a Estambul.
Antes de irse, protestó en en San Petersburgo contra la guerra. “En una ciudad con una población de más de 5 millones de personas, vi 200 estudiantes en un mitin perseguidos por 500 policías antidisturbios”, dice Gorchachov.
Gorchachov recuerda las protestas de Bolotnaya en 2012, unas manifestaciones masivas contra la reelección de Putin y su movimiento para enmendar la Constitución para gobernar Rusia nuevamente.
“Cuando estaba Bolotnaya, había una sensación de que la libertad se precipitaba desde todas las grietas, que estábamos cambiando algo. Te lo digo ahora, y se me pone la piel de gallina. Y luego apareció la Guardia Nacional”, dice Gorchakov.
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