Amnistía Internacional (AI) reveló este jueves testimonios de personas que presenciaron o han tenido conocimiento directo de ejecuciones de civiles y “asesinatos deliberados” perpetrados por las tropas rusas en Ucrania, episodios que urge a investigar como probables “crímenes de guerra”.
Investigadores de la organización en favor de los derechos humanos han entrevistado a más de 20 residentes en poblaciones cercanas a Kiev tras la retirada de las tropas rusas que han descrito reiteradas escenas de abusos y “violencia ilegal”.
AI asegura además que posee “evidencias” de matanzas indiscriminadas de civiles en ataques contra Kharkiv y la región de Sumy, ha documentado un ataque aéreo que mató a personas que hacían cola para obtener alimentos en Chernihiv, así como relatos de civiles viviendo bajo asedio en Járkov, Izium y Mariúpol.
Una mujer de 46 años de Bohdanivka, al este de Kiev, relató a Amnistía Internacional cómo los soldados rusos entraron en ese pueblo entre el 7 y el 8 de marzo.
La noche del 9 de marzo, escuchó disparos contra las ventanas de la planta baja de su casa. Ella y su marido gritaron que eran civiles desarmados. Cuando descendieron junto con su hija de 10 años y su suegra, dos soldados rusos les empujaron al interior de una habitación con la caldera de la calefacción.
“Nos forzaron a meternos dentro y dieron un portazo. Solo un minuto después, abrieron la puerta y le preguntaron a mi marido si tenía cigarrillos. Les dijo que no, no había fumado durante dos semanas. Le dispararon en el brazo derecho. El otro dijo ‘acaba con él’ y le dispararon en la cabeza”, describió.
“No murió en el acto. Desde las 9.30 de la noche hasta las 4 de la madrugada todavía respiraba, aunque no estaba consciente. Le supliqué... ‘Si puedes oírme, por favor mueve un dedo’. No lo movió, pero puse su mano sobre mi rodilla y apretó. La sangre corría”, continuó la mujer.
“Cuando respiró su último aliento me giré hacia mi hija y le dije: ‘Parece que papá ha muerto’”, explicó.
Los investigadores de AI hablaron con uno de los vecinos de esa mujer, que vio cómo soldados rusos entraban en la casa aquella noche y confirmó que vio el cuerpo del marido desplomado en una esquina.
Kateryna Tkachova, de 18 años, estaba en la localidad de Vorzel el 3 de marzo, cuando tanques marcados con la letra “Z” aparecieron en su calle.
Su madre y su padre salieron al exterior desde el sótano donde estaban todos escondidos, pidiendo a su hija que permaneciera allí. Kateryna escuchó disparos poco después.
“Una vez los tanques habían pasado, salté por encima de la valla de la casa del vecino. Quería comprobar si estaban vivos. Miré por encima de la valla y vi a mi madre tendida sobre su espalda en un lado de la carretera, y mi padre estaba boca abajo en el otro lado de la calle. Vi grandes agujeros en su abrigo”, recordó.
“Al día siguiente me acerqué a ellos. Mi padre tenía seis grandes agujeros en su espalda, mi madre tenía un agujero más pequeño en el pecho”, explicó.
Las violaciones a los derechos humanos parecen repetirse en todas las zonas de la ofensiva rusa. Durante los primeros días de la ocupación de la ciudad de Hostomel, Taras Kuzmak conducía para repartir alimentos y medicamentos en los refugios antibombas donde se reunían los civiles.
A las 13.30 horas del 3 de marzo, iba con el alcalde de la ciudad, Yuryi Prylypko, y otros dos hombres, cuando su coche fue tiroteado en dirección a un gran complejo residencial que había sido tomado por las fuerzas rusas. Los hombres intentaron saltar del coche, pero uno de ellos, Ivan Zorya, murió inmediatamente, mientras que Yuryi Prylypko cayó al suelo herido tras recibir un disparo. Taras Kuzmak y el otro hombre superviviente se escondieron durante horas detrás de una excavadora mientras continuaban los disparos.
“Se fijaron en nosotros e inmediatamente abrieron fuego, no hubo ninguna advertencia. Sólo pude oír al alcalde [Prylypko]. Sabía que estaba herido, pero no sabía si era mortal o no. Sólo le dije que se quedara quieto, que no se moviera... Volvieron a disparar hacia las 15 horas, y media hora después comprendí que no tenía vida. Hay una especie de respiración que alguien tiene justo antes de morir, su último aliento”, relató a Amnistía. Según consideró, Zorya murió en el acto por el arma que usaron los rusos. “Le arrancaron la cabeza, creo que debieron usar algo de alto calibre”, agregó.
Homicidios ilegítimos y violaciones
La ONG también conversó con una mujer que sobrevivió a una violación y cuyo esposo fue ejecutado extrajudicialmente por las fuerzas rusas.
Según relató, el 9 de marzo dos soldados entraron a su casa (en un pueblo al este de Kiev), mataron a su esposo y luego la violaron repetidamente a punta de pistola mientras su hijo pequeño se escondía en una sala de calderas cercana. La mujer pudo escapar del pueblo a territorio controlado por Ucrania con su hijo.
Por su parte, Milena, una joven de 24 años de Bucha, dijo a Amnistía Internacional que vio el cadáver de una mujer que había vivido en su calle tirado fuera de su casa. La madre de la mujer le dijo a Milena que a su hija le habían disparado en los primeros días de la invasión mientras miraba por encima de su valla a un vehículo militar ruso.
El Laboratorio de Pruebas de Crisis de Amnistía Internacional verificó de forma independiente las imágenes de vídeo que confirmaban la ubicación de la fosa poco profunda en la que estaba enterrada.
En el caso de Volodymyr Zakhliupanyy y su esposa, ellos huyeron de Hostomel en los primeros días de la invasión, pero su hijo Serhiy, de 39 años, estaba decidido a quedarse.
Al principio, hablaron por teléfono todos los días, y Serhiy describió los intensos combates en la ciudad. El 4 de marzo, Volodymyr ya no pudo contactar con su hijo. Los amigos que permanecían en la ciudad trataron entonces de encontrar a Serhiy, y fueron al edificio donde se había refugiado en el sótano.
Volodymyr dijo a Amnistía Internacional: “Cuando preguntaron a los vecinos, les dijeron que el 13 de marzo los rusos se habían llevado a mi hijo [del sótano]. Cuando fueron a buscar a Serhiy, lo encontraron detrás de los garajes del mismo edificio... dijeron que le habían disparado en la cabeza”.
La vida bajo la ocupación rusa
Los entrevistados dijeron a Amnistía Internacional que habían perdido el acceso a la electricidad, el agua y el gas en los primeros días de la invasión, y que el acceso a los alimentos era muy limitado. Había poca conectividad por teléfono móvil, y algunos entrevistados dijeron que los soldados rusos habían confiscado o destruido teléfonos móviles cada vez que veían que los residentes los llevaban, o los amenazaban con violencia por tener un teléfono.
Las amenazas de violencia e intimidación también eran generalizadas.
Un hombre de Hostomel dijo que vio un dormitorio entero de personas que se refugiaban del bombardeo y que fueron obligadas a salir al exterior, donde los militares rusos dispararon inmediatamente sobre sus cabezas, obligándoles a tirarse al suelo.
Dos hombres de Bucha también dijeron que los francotiradores les disparaban regularmente cuando iban a recoger comida de una tienda de comestibles destruida cerca de su casa.
En un comunicado, la secretaria general de Amnistía Internacional, Agnès Callamard, expresó: “El asesinato intencionado de civiles es una violación de los derechos humanos y un crimen de guerra. Estas muertes deben ser investigadas en profundidad y aquellos responsables deben de ser perseguidos, incluidos quienes ocupan posiciones elevadas en la cadena de mando”.
(Con información de EFE)
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