El coronel ruso Mikhail Mizintsev se ganó el apodo de “carnicero de Mariupol” por ser el artífice del desgarrador ataque contra la ciudad ucraniana sitiada por las tropas del Kremlin.
Ucrania aseguró que Mizintsev planificó un ataque similar en la ciudad de Alepo (Siria), que quedó destrozada por las bombas.
Las fuerzas rusas, que se unieron a Bashar al-Assad en sus esfuerzos por recuperar Siria de manos de varios grupos rebeldes -algunos de ellos respaldados por Occidente- que se habían repartido el país durante la guerra civil, ayudaron al dictador a asediar y, finalmente, a reconquistar la ciudad noroccidental de Alepo de manos de las tropas del Ejército Sirio Libre. En total, la batalla para retomar la ciudad duró más de cuatro años, pero el periodo más intenso se produjo a finales de 2016, cuando las fuerzas rusas y sirias rodearon la mitad oriental mientras 270.000 civiles seguían dentro y la bombardearon durante meses antes de desplegar tropas y tanques para capturarla.
La Red Siria para los Derechos Humanos estima que al menos 23.000 civiles murieron durante este periodo, aunque el número exacto es difícil de obtener y podría ser mayor. Los analistas militares del Instituto para el Estudio de la Guerra dijeron que el asedio estuvo “marcado por un grado de salvajismo y sufrimiento sin precedentes”.
Las fuerzas rusas utilizaron bombas de racimo, armas químicas y bombas incendiarias -todas ellas prohibidas por las cartas internacionales- durante el asedio. Se demostró que los hospitales habían sido sistemáticamente atacados, y finalmente fueron completamente destruidos en los bombardeos. Se declararon frecuentes ceses del fuego, pero a menudo las pausas en los combates fueron aprovechadas por las fuerzas rusas y sirias para rearmarse y reposicionarse antes de reanudar el asalto. Otras no se respetaron en absoluto, o se utilizaron con fines propagandísticos, acusando a los rebeldes de violarlas como pretexto para redoblar los ataques.
Al final se ofrecieron corredores humanitarios a los civiles que deseaban escapar de los combates, y aunque miles de ellos consiguieron huir, otros dijeron que fueron detenidos intentando salir, mientras que algunos fueron ejecutados o murieron a lo largo de las rutas supuestamente “seguras”. Los observadores documentaron más de 100 ejecuciones sumarias durante el asedio, mientras que la Red Siria de Derechos Humanos afirmó que casi 2.500 personas fueron detenidas arbitrariamente y torturadas, decenas de ellas niños.
La población de Mariupol está sufriendo un destino similar, aunque a mayor escala. Antes de la invasión rusa, este puerto estratégico tenía 400.000 los habitantes. Se calcula, que lograron huir unos 150.000. Los muertos por los bombardeos podrían ser más de 20.000, incluidos los bebés y las parturientas de la Maternidad principal de la ciudad y los cientos que se refugiaban en el teatro de arte dramático que fueron destrozados por las bombas.
Mizintsev, de 59 años, ocupa uno de los más altos puestos militares en Rusia y reporta directamente a Vladimir Putin. Es el jefe del Centro Nacional de Gestión de la Defensa (NDCC), que Rusia creó en 2014 para dirigir futuras operaciones militares. También controla buena parte de los hackers del ejército que trabajan en los sistemas Astra Linux y Rusbitech.
Mizintsev nació durante el apogeo del poder de la Unión Soviética, en un pueblo ubicado a unos 650 kilómetros de Moscú.
Estudió en la Escuela Superior de Mando de Armas Combinadas de Kiev antes de convertirse en comandante de un pelotón de reconocimiento del ejército soviético en Alemania Oriental, la misma región en la que operaba Putin como agente del KGB.
Tras la caída de la Unión Soviética, Mizintsev se desplegó en el Cáucaso para comandar un batallón de fusiles motorizados.
Su regreso a Moscú a finales de la década de 1990 lo llevó a un rápido ascenso, que culminó con un puesto en 2003 como jefe de la dirección de operaciones del jefe del Estado Mayor, función que le encomendaba tareas de planificación militar, según información de Fox News.
El coronel general salió a la luz en la última semana cuando lanzó el ultimátum ruso a las autoridades de Mariupol: “Dejen las armas. Todos los que lo hagan tendrán garantizado el paso seguro fuera de la ciudad. Las autoridades municipales tienen la oportunidad de tomar una decisión y ponerse del lado del pueblo. De lo contrario, el tribunal militar que les espera será sólo una pequeña parte de lo que merecen por los terribles crímenes cometidos que la parte rusa está documentando cuidadosamente.”
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