Infobae en Kharkiv: tareas escolares, juegos, bailes y hasta cumpleaños infantiles en las estaciones de metro bajo las bombas

Cientos de familias se mudaron bajo tierra para refugiarse de los ataques en una de las ciudades más bombardeadas por los rusos. Cómo es la vida allí

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Infobae en Kharkiv: Así viven los niños refugiados hace un mes en el metro

El 24 de febrero del 2022 cientos de miles de niños supieron lo que era huir de un bombardeo. De ese entonces a hoy, más de un millón y medio aprendieron lo que es dejar el país, convertirse en refugiados. Otros miles siguen en sus ciudades, lidiando a su manera con la guerra, descubriendo lo que es.

En Kharkiv, cientos de chicos y chicas llevan más de un mes viviendo en distintas estaciones de metro. Bajo tierra la vida parece un poco menos peligrosa, pero según la estación que le toque a cada uno, basta acercarse un poco a la salida de la estación para escuchar lo bombardeos. Cuando lo hacen, vuelven rápido a la oscuridad del andén. Salvo algunos, que como tantos otros ucranianos se acostumbraron a la cortina de explosiones permanentes.

-¿Sabés lo que está pasando?

Kathuya tiene 14 años, la timidez de una adolescente que no se siente segura de sus palabras, la sonrisa infantil y nerviosa.

-Es una guerra porque la gente está muriendo -dice.

En las estaciones del metro de Kharkiv los niños juegan y bailan. Parecen lejanos a la guerra que ocurre sobre sus cabezas.
En las estaciones del metro de Kharkiv los niños juegan y bailan. Parecen lejanos a la guerra que ocurre sobre sus cabezas.

Kathya lleva un mes viviendo en la estación de metro debajo del estadio del Metalist, el club de fútbol más importante de Kharkiv. Su casa queda a diez minutos caminando. Tiene una suerte: varias de sus amigas del colegio están viviendo ahí con ella, en la misma estación. Están también sus padres y sus tíos, pero no sus abuelos. “Son lo que más extraño”, dice. Se quedaron en la casa porque dijeron que no se iban a rendir ante Putin.

Quedarse en el metro, por supuesto, no es rendirse. Es, de hecho, resistir lo más cerca posible. Los que están acá son los que no quieren abandonar la ciudad pero tampoco desean exponerse a que un misil les estalle en la sala. No es una posibilidad del todo remota: una de las amigas de Kathya es Tatyana, tiene 15 años y no puede volver a su casa porque en efecto fue devastada por un ataque aéreo.

Junto a sus padres -Serguei y Svetana- viven del lado de la vía en el que no hay vagón, apoyados contra la pared de la escalera. Pusieron una alfombra grande en el piso y pasan muchas horas sentados ahí con Jessica, su perra. Serguei muestra en celular una imagen de su edificio. Es un mole gris con una mancha negra en el medio, en el barrio de Saltvka, el más castigado de Kharkiv. La mancha negra, dice, es justo su departamento, el lugar preciso donde dió el misil. Ellos no estaban ahí, el primer día se habían instalado en el metro por seguridad. La decisión les salvó la vida.

Serguei muestra en su celular como quedó destruido el departamento en el que vivía.
Serguei muestra en su celular como quedó destruido el departamento en el que vivía.

Del otro lado del andén hay un tren detenido. Las autoridades de la ciudad distribuyen diferentes vagones por las estaciones para que haya más lugares donde vivir. Dentro de la formación todo es más oscuro todavía porque los trenes no tienen electricidad. Los asientos son utilizados de cama y los marcos de las ventanas como estantes donde poner el shampoo, el cepillo de dientes, un jabón. En el primer vagón se acumulan seis globos pegados contra el techo. Una semana atrás fue el cumpleaños de Kathya y lo celebraron ahí dentro.

Nastya es la encargada de la recreación y el estudio de los chicos en la estación Sportyvna. Tiene 33 años y también está viviendo ahí desde el primer día con sus hijas. Aunque su casa queda a cinco minutos caminando, dice que no fue nunca porque le da miedo salir.

En cada estación del metro de Khrakiv hay maestras que coordinan actividades educativas para los niños que están viviendo allí.
En cada estación del metro de Khrakiv hay maestras que coordinan actividades educativas para los niños que están viviendo allí.

-Quién tiene más miedo: ¿los chicos o vos?

-Yo, sin dudas. Los chicos son felices. Los padres tratamos de cortarle la información negativa, y que no estén afuera para que no escuchen los tiroteos y los bombardeos, entonces los adultos estamos más preocupados que ellos.

Su actividad favorita es bailar. No sé si lo hace por ella o por ellos, pero apenas entré a la estación es lo primero que vi: ella bailando junto a seis adolescentes, haciendo pasos como si estuvieran en un video de TikTok. “Los juegos los distraen, nos distraen, y también cantar canciones. Hacemos lo posible por alejarnos de todo esto”, dice.

Como ella, hay una encargada de la educación y recreación de los niños por cada estación de metro. No todas viven en la estación que tienen asignadas, pero van todos los días para que los chicos tengan una persona de referencia. Es parte de un proyecto de apoyo social y psicológico a niños, niñas y adolescentes que están viviendo en albergues subterráneos (estaciones de metro y estacionamientos). El proyecto lo inició la ONG ucraniana Fund Professional Development de Kharkiv y es apoyado por UNICEF Ucrania. Tiene el objetivo de asistir psicológica y educativamente a los menores de edad que están siendo víctimas de la agresión militar rusa.

Los niños han decorado con sus dibujos algunas de las paredes y columnas de las estaciones de metro donde viven
Los niños han decorado con sus dibujos algunas de las paredes y columnas de las estaciones de metro donde viven

El primer paso fue equipar lo refugios con zonas de juego y aprendizaje, y luego asignar voluntarios, psicólogos, artistas y trabajadores juveniles que brinden clases regulares en cada lugar. Marina Ladyzhenska es la coordinadora del proyecto. “Esta gente vive acá desde el 24 de febrero, con sus padres, con sus mascotas. Y todos los días tienen un momento de educación y recreación con un voluntario en cada estación”, dice.

-¿Qué aprendiste de los chicos en este tiempo?

-Mirándolos siento que todo va a estar bien, que la victoria será pronto. Y espero que puedan tener un futuro brillante y feliz. Ellos son tan entusiastas en su rutina diaria que siento que, incluso en estas condiciones, pueden mantener a salvo su infancia.

-Se los ve felices ahora, ¿están sufriendo la guerra o no se dan cuenta?

-Creo que sí, porque todos dejaron sus casas, sus juguetes, sus libros, sus computadoras, sus clases… Y aunque estamos tratando de crear en el metro algo similar a la vida que tenían antes, creo que igual están sufriendo. Extrañan sus casas, sus vidas, y por eso les damos apoyo psicológico y tenemos sesiones particulares con cada chico. Espero que estas actividades los ayuden y minimicen su estrés y el dolor que sienten ahora.

-¿Entienden de qué se trata esta guerra?

-Creo que entienden. Si mirás sus dibujos, ellos claramente entienden quién es Putin y qué está haciendo Rusia en nuestro país. Ellos creen en el ejército ucraniano y saben quién es quién. Creo que sí, que entienden.

Los vagones, detenidos y sin luz, se han convertido en la vivienda de muchos.
Los vagones, detenidos y sin luz, se han convertido en la vivienda de muchos.

En la estación Heroiv Pratsi la situación es situación es peor porque es el Metro del barrio Saltvka, entonces hay muchísimas más gente instalada allí. La vida ahí adentro es una historia en sí, un capítulo aparte de esta guerra, pero ahí también hay niños y hay voluntarios que intentan darles una infancia. La encargada allí es Yana, una psicóloga de 29 años que se quedó en Kharkiv con su esposo y cada día va a la estación a trabajar con los chicos. No quiere irse de su casa, aunque sus nuevos “alumnos” le dicen que se quede ahí viviendo con ella. Cada día, cuando llega, una voz anuncia por el altoparlante de la estación que se comienza la actividad para niños en medio del andén, donde tienen instalada una zona de juegos.

Los chicos corren desde los puestos de sus familias hacia el centro para encontrarse con Yana y dibujar o jugar al Twister. A todos ellos parece divertirles la cámara, y se paran junto a ella y saludan. Kiril tiene 13 años y está solo con su hermana Milana, de 3. Sus padres se fueron temprano hoy para cocinar en el departamento y volver con varias comidas para los próximos días. A Kiril se lo ve serio, un poco preocupado, no tan niño como sus pares. Parece entender más la amargura de todo esto, y tiene un poco de ojeras. Yana lo invita a la actividad, y él se acerca y se sienta ahí, pero no dice mucho.

Cientos de familias han hecho de las estaciones de metro su hogar
Cientos de familias han hecho de las estaciones de metro su hogar

Los otros chicos cuentan dónde está el resto de su familia. “Mi hermana en Estados Unidos y mi hermano en otra ciudad de Ucrania”, dice uno. “Mis padres acá”, dice una chica. “Mi hermana en Kiev”, dice otra. “Mis padres allá”, cuenta un chico, y señala una esquina con un colchón sobre el piso.

Los niños del metro en Kharkiv son muchos y ya llevan un mes viviendo bajo tierra. Muchos de ellos no ven la luz del sol hace días porque cuando los bombardeos se ponen intensos los padres no los dejan ni asomarse a la escalera. Cuando está calmado, en cambio, se los ve deambular solos de acá para allá, y juegan a hacer vueltas hasta marearse. A veces, también, a cantar canciones. Antes de irme registro una. La letra dice:

“Mi nombre es la Patria/ ala ligera de la cigüeña/ Mi nombre es Ucrania/ Y el calor del sol/ Las palabras de papá: ¡Ucrania soy yo!/ Canciones de madre, ¡Ucrania eres tú!”.

Cantan con una bandera en las manos. Cantan y afuera sigue sonando la guerra. Es la vida real que les toca. Algún día también leeremos sus diarios.

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