Roman Abramovich no es simplemente el dueño del club de fútbol Chelsea o uno de los hombres más ricos del mundo. Maria Konstantinovna Pevchikh, jefa de la unidad de investigación de la Fundación Anticorrupción (FBK, por sus siglas en inglés), aseguró que el oligarca ruso “es la razón por la que Putin sigue en el poder”, en medio de la invasión rusa a Ucrania.
“Roman Abramovich es el más fiel y devoto de los oligarcas de Putin. Sus lealtades son muy claras. Apoya incondicionalmente todo lo que hace Putin desde hace dos décadas. Incluso ahora, durante la guerra, está al lado del presidente, aceptando y saludando a sus órdenes”, señaló en sus redes sociales la periodista rusa que se desempeña en la organización sin fines de lucro, con sede en Moscú, establecida en 2011 por el preso político Alexei Navalny.
Además de integrar la larga lista de oligarcas sancionados por Occidente, Abramovich se encuentra en el centro de la escena desde hace varios días por su participación en las negociaciones entre Rusia y Ucrania. Esta semana se supo que sufrió síntomas de un posible envenenamiento, los mismos que afectaron a dos negociadores de Kiev. “No tenían la intención de matar, solo era una advertencia”, informó el periodista Christo Grozev, del portal alemán Bellingcat.
Sin embargo, Pevchikh cuestionó la participación del magnate en la comitiva rusa y puso en dudas el verdadero interés de Putin: “No puedo entender cómo es posible sugerir que Abramovich es un buen tipo de repente. ¿En qué se basa? ¿Ha cambiado algo?”. Su presencia en las mesas de negociación “no es una buena señal”, advirtió la activista rusa.
Aunque él se encargue de negarlo, el vínculo entre Abramovich y Putin es muy estrecho. El magnate de 55 años forma parte del grupo de oligarcas que se enriqueció a costas del estado ruso desde la llegada de Putin al poder. Siempre, bajo la condición de lealtad y de renunciar a cualquier ambición política. “Hagan lo que quieran, hagan el dinero que quieran, pero no cuestionen mi poder”, fue la orden directa del jefe del Kremlin varios años atrás. Y, por supuesto, parte de esos ingresos deben ir a las arcas del mandatario a través de comisiones o sobornos directos.
Pevchikh incluso calificó a Abramovich como “el último monedero de Putin”, “su última fuente de sobornos”.
En diciembre de 2010 el empresario ruso Sergei Vladimirovich Kolesnikov, quien vive en el exilio desde ese año, envió una carta al entonces presidente Dmitri Medvedev, en la que denunciaba una trama corrupta que incluía la construcción del “Palacio de Putin”. Según indicó, uno de los principales patrocinadores fue Abramovich, con una “donación” de 203 millones de dólares. Además, el primer superyate de Putin (Olympia) también fue regalado por el magnate ruso.
Estas historias se conocen porque dos denunciantes se animaron a sacar a la luz el entramado corrupto del régimen de Putin. Ambos ahora están en el exilio.
Medios británicos aseguran que el oligarca ruso forma parte de un entramado que habría estafado al Estado en casi 3 mil millones de dólares.
Aunque hoy es uno de los hombres más ricos del planeta, gracias a sus negocios con el régimen ruso, Abramovich no viene de una familia adinerada. Todo lo contrario. Pasó de ser un huérfano pobre a un influyente multimillonario. Según describió en alguna oportunidad, la suya es “una historia exclusivamente rusa”.
Nacido en 1966, perdió a sus padres a los tres años y fue criado por unos familiares en la república de Komi, en el frío norte de Rusia. Tras un breve paso por el Ejército, estudió ingeniería y su primer trabajo fue como mecánico.
En la época de la perestroika rusa, dirigió una fábrica de juguetes para niños. Tras la caída de la Unión Soviética se abrió camino en el comercio y el transporte de petróleo y otros productos industriales. Pero el gran salto hacia el poder llegó tras un encuentro con el magnate Boris Berezovsky en un crucero por el Caribe en diciembre de 1994.
Según indica una causa radicada en la justicia británica, Abramovich propuso a Berezovsky la creación de la gran empresa petrolera estatal Sibneft, con la que amasó una gran fortuna. Berezovsky, que ya era rico por sus negocios en el sector automotriz, utilizó sus conexiones políticas y propuso la idea de Abramovich al entonces presidente ruso, Boris Yeltsin. La propuesta era fusionar un productor de crudo con una refinería, y entregar el control del negocio a los empresarios. A cambio, ellos utilizarían los ingresos de la nueva empresa petrolera para financiar la cadena de televisión ORT para ampliar la campaña de propaganda del Kremlin.
De esa manera Yeltsin creó Sibneft por decreto en agosto de 1995. Abramovich tenía 29 años. La compañía fue vendida al entonces “modesto” empresario ruso en una subasta arreglada previamente. La venta se hizo por unos 240 millones de dólares, por el 90% de las acciones. Abramovich sólo utilizó 18,8 millones de dólares de su capital. Luego, en 2005, Gazprom, la enorme empresa de combustibles de propiedad mayoritaria del Estado ruso, compró su participación, entonces del 72%, pagando 7.400 millones de libras.
Con la llegada de Putin al poder, Berezovsky se distanció del presidente ruso. Abramovich, en cambio, permaneció fiel al ex agente de la KGB. En 2012 Berezovsky presentó una demanda ante el Tribunal Superior de Justicia del Reino Unido, en la que daba detalles del entramado corrupto del régimen ruso, involucrando a su ex socio. En la causa el magnate ruso reconocía que el acuerdo para la creación de Sibneft era ilícito, y que Abramovich estaba al tanto de esos manejos. En esa misma causa, según consigna The Guardian, el abogado de Abramovich, Jonathan Sumption, reconoció que su defendido “estaba al tanto de esa corrupción, pero así se hacían los negocios en Rusia en aquellos tiempos”.
Desafiar a Putin le costó muy caro a Berezovsky. Una noche de marzo de 2013 apareció muerto en su mansión de Sunninghill, Berkshire.
De la mano de Putin, Abramovich siguió amasando su fortuna con la adquisición de empresas de la industria del aluminio. En 2003 vendió una participación del 25% en la compañía RusAl a otro oligarca, Oleg Deripaska, por 1.900 millones de dólares. Y vendió otro 25% por 540 millones de dólares.
Ese mismo año, saltó a la fama cuando decidió comprar al club de fútbol inglés Chelsea por 1.500 millones de libras (1.141 millones de dólares).
Los miles de millones que Abramovich ganó con las privatizaciones rusas financiaron su fastuoso estilo de vida: lujosas mansiones, jets privados, yates y súper coches.
El multimillonario también adquirió el 29% de participación en Evraz, un conglomerado industrial que cotiza en la Bolsa de Londres. La compañía cuenta con plantas de producción de acero en Rusia, Estados Unidos y Canadá. El último año registró ingresos por 14.000 millones de dólares.
Sin embargo, la empresa fue sancionada a raíz de la invasión a Ucrania, por su “estrecha relación durante décadas” con el régimen de Putin. El gobierno británica la acusó de suministrar servicios o bienes al Estado ruso, “lo que incluye el posible suministro de acero a los militares rusos, que puede haber sido utilizado en la producción de tanques”.
La compañía negó las acusaciones, asegurando que “sólo suministra acero a los sectores de las infraestructuras y la construcción”.
La Unión Europea (UE) sancionó a Abramovich al afirmar que su dinero está íntimamente ligado a la maquinaria bélica de Rusia como proveedor y financista.
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