A menos de 15 días de las elecciones presidenciales, Emmanuel Macron realizó su primer viaje “real” como candidato, acudiendo a Dijon, una región histórica del centro-este de Francia, el lunes 28 de marzo. No sólo dejó el papel de Presidente de la República, sino el de Presidente interino de la Unión Europea. Para el escenario electoral, el lunes marcó la apertura de la campaña oficial y también fue la ocasión para que el actual primer mandatario entre realmente en la arena con miras a su reelección a dos semanas de la primera vuelta, el domingo 10 de abril.
Recorrer barrios populares, intercambios casuales con vecinos, alientos, reproches, el Jefe de Estado francés de esta manera decidió dejar de lado, al menos por algunos instantes, las crisis por la invasión de Ucrania y la pandemia, que vuelve a golpear con más de 100.000 contagios diarios. Después de todo, Emmanuel Macron aguardó la apertura de la campaña oficial para decidirse a entrar en la contienda.
Ya sin especulaciones, ni tiempo, el mandatario, que el 4 de marzo tímidamente había anunciado su deseo de renovar su mandato de cinco años en el Palacio del Elíseo, dejó con esta presencia una campaña donde había optado por apariciones limitadas, llevado por las circunstancias a alejarse de una apuesta a lo grande.
En Dijon, capital de Borgoña, entre los recorridos promocionales, la campana mostró un formato mas habitual. Su falta de presencia, o su agenda atada a las contingencias actuales, habían comenzado a inquietar a su entorno. Un presidente bajo los efectos de la invasión a Ucrania, sumido en la reconstrucción post covid, pero alejado de los problemas cotidianos. El candidato preferido, tiene una intención del 28% para el primer round, según la encuesta de Ipsos-Sopra Steria para Le Monde, el actual presidente debe mostrarse activo frente a su principal competidora, la candidata de ultraderecha, Marine Le Pen.
El pequeño descenso de su cómodo primer lugar, las acusaciones de sus opositores de querer pasarse por encima la campaña y el temor de ver bajar la moral de su electorado, por arrogancia y presumir tener la elección ganada, lo convencieron de la necesidad de salir al terreno. “Reuniones, ¡eso me encanta! Vivo frustrado por no haberlo podido hacerlo antes”, dijo el domingo en la pantalla de France 3.
Pero salir de la zona confort por la “no exposición” lo dejó a merced de los reclamos. En el popular distrito de Fontaine d’Ouche, Macron fue interpelado sobre la caída del poder de compra. Los franceses están especialmente golpeados por el aumento en los precios de los combustibles y la energía. En ese convite, fue cuestionado por un concurrente que le dijo que ya no podía sobrevivir económicamente. “Ponte en el lugar de una familia francesa. Es horrible. Horrible para hacer las compras, para llenar tu tanque de gasolina. Soy un pobre asalariado. En algún momento tendremos que buscar una solución porque la gente se va a cansar”, le increpó el asistente. Pero además insistió: “¡Los 18 centavos que dan por el diesel son ridículos! ¿Cómo llenar un depósito a 140 euros? Nada para vivir después de haber pagado las cuentas”.
Dejando el optimismo de las encuestas, los paseos le permitieron intercambiar con varias decenas de habitantes de barrios de trabajadores. No poder saltear situaciones incómodas, algunas incluso dramáticas. “Nosotros, la gente que trabajamos, no aguantamos más. Ayúdenos, señor Macron”, le dijo una mujer entre lágrimas. Entre la multitud, junto al “presidente Macron” y muchas muestras de apoyo, tambien se escucharon algunas: “Renuncia Macron”, dirigidas por un par de mujeres que le recordaron la existencia, aún viva, del movimiento “chalecos amarillos”.
Sin prisa, algo raro en los tiempos cronometrados de Macron, el inquilino del Eliseo, tambien se ocupó, sin nombres propios, del creciente fenómeno de la ultraderecha. Referencia directa a su adversaria más cercana, Marine Le Pen, y bastante más lejos sobre Eric Zemmour. Incluso, cuando en un acto de este último, en el Trocadero de París, decenas de miles de activistas y simpatizantes el domingo vitorearon: “Macron asesino”.
“Hay líderes políticos a los que sólo les gusta la violencia. Creo que no es bueno para el país”, sostuvo Macron. “Los que pierden los nervios siendo violentos, en las amenazas, en el insulto, son malos para la democracia y la República, sea cual sea el proyecto que lleven”, sentenció, sin identificar a ningún candidato, pero con un objetivo claro.
“Está la extrema derecha, hoy, que sigue ahí, y que, frente a nosotros, sigue apoyada en un clan y quiere la división. La extrema derecha tiene aliados útiles, que la ayudan”, concluyó el jefe de Estado, investido en ese acto en líder de su movimiento La República en Marcha.
Macron, que sabe que puede atraer los votos de una izquierda fragmentada, que suma además el temor de la ultraderecha en ascenso, enfatizó su intención de hacer de la escuela y la salud “los dos pilares” de un posible próximo quinquenio. El presidente saliente, que busca la revalidación en abril, defendió la “coherencia” de su política, consistente en “crear riqueza para poder reinvertir en políticas sociales y ayudar a los más débiles”.
En otra señal para cautivar el voto de los más vulnerables, en un distrito con habitantes con dificultades concretas, Macron recordó que “no existe el dinero mágico”. Defendió su propuesta de un “dividendo de los empleados” , destinado a hacer obligatorio el pago de un bono de participación en los beneficios para el personal de las empresas que pagan dividendos.
Su primera, y probablemente última, reunión de campaña antes de la primera vuelta se celebrará el sábado 2 de abril en La Défense de París, en una sala que puede albergar hasta 35.000 personas. La cita más esperada, un virtual cierre de campaña.
Así, su actividad proselitista por el popular Dijon, en contacto con una población con problemas reales, también pretendía ser un mensaje para encarnar la contracara de sus competidores de extrema derecha, y alejarse del tilde de “arrogante” y “soberbio”, algo que suelen separarlo del humor social, en medio de un clima aún mas enrarecido por la crisis que dejó la pandemia y una guerra que pocos imaginaban.
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