La invasión rusa de Ucrania es un acto de guerra de una violencia sin precedentes, cuya duración aún es incierta. Sin embargo, las consecuencias sobre las perspectivas macroeconómicas de esta guerra para la economía europea comienzan a describirse y proyectarse con detalle para los próximos años.
En primer lugar, esta guerra modificará profundamente los viejos arbitrajes presupuestarios en materia de gasto militar en muchos países europeos. En segundo lugar, provocará en un nivel estrictamente macroeconómico, tanto un shock de demanda como un shock de oferta. A corto plazo todo se traducirá en un alto impacto sobre la inflación.
Sin embargo, para Europa las desigualdades se acrecentarán entre sus miembros. Los países del Este del continente que se han adherido a la Unión Europea en oleadas sucesivas observan con otra perspectiva la guerra en Ucrania, a partir de una crisis inmigratoria sin precedentes. Incluso, la acogida de refugiados es una cuestión ciertamente mas importante que las amenazas para la seguridad que podría infligir un ataque ruso: Polonia, Hungría, Eslovaquia o incluso Rumanía se plantean las derivaciones económicas de la invasión en Ucrania.
Las economías de Europa del Este se enfrentan a un alto impacto por las transformaciones en sus sistemas de relaciones comerciales. Los ex miembros del Pacto de Varsovia deberán alejar aún más de Rusia, a favor de la Unión Europea. Sus economías inclinaran su dependencia aún mas con Alemania, una economía que de por si esta apremiada por dejar sus vínculos con Moscú.
Desde el conflicto en Crimea, es decir desde 2014, aunque geográficamente cercanas a Rusia, debieron escindirse a mayor velocidad de la dependencia económica rusa. Y ahora, esta búsqueda de una balanza comercial pro europea deberá sumar las necesidades, por ejemplo, de 3,8 millones de refugiados ucranianos que abandonaron su país y fueron recibidos por sus vecinos, con Polonia a la cabeza.
Julien Marcilly, economista jefe de Global Sovereign Advisory, según explica en el diario economico francés, Les Echos, dice que “estos países se han alejado en gran medida de Rusia desde 2014, es decir, desde la captura de Crimea y la guerra en Donbass. Rusia ya no es un socio comercial líder para los países de Europa del Este”. Podría elevarse como un muro, una cortina de hierro, en sus fronteras con Rusia.
Las economías del este, aunque con matices, han tenido un buen comienzo de año, pero en la medida que la guerra en la vecina Ucrania entró en su segundo mes, temen que su crecimiento se afecte en múltiples frentes.
Desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero y desencadenó una serie de sanciones internacionales punitivas, el impacto esperado en las exportaciones, las interrupciones en la cadena de suministro y el aumento de la inflación han amenazado particularmente a estas economías.
Polonia es la sexta economía más grande de Europa por PIB nominal (sin tener en cuenta la inflación) y un importante productor de maquinaria, vehículos y productos electrónicos, así como muchos minerales, como carbón, cobre, zinc y sal de roc. Si bien el desempeño económico del país en febrero aún no refleja completamente el impacto del conflicto, Liam Peach, economista de mercados emergentes de Capital Economics, pronosticó que la guerra en Ucrania arroja una “nube oscura” sobre el país.
Para los países del Este, los nuevos llegados a la Unión, las exportaciones a Rusia raramente superan el 3% de sus ventas al exterior y siempre menos del 5% cuando se incluye Ucrania. Los lazos financieros son también débiles y la crisis no debería debilitar demasiado a los bancos de los países del Este.
Pero otro factor determinante será la dependencia energética. “Para ellos, el factor de riesgo está más del lado de las importaciones, especialmente de gas” , coinciden analistas europeos. El problema es real para los países bálticos, Hungría y Eslovaquia, que dependen mucho del gas de Moscú. Pero es menos agudo para otros. “En 2019, Rusia representó solo el 3% de las exportaciones polacas y el 6% de sus importaciones, especialmente de gas”, según Daniel Foubert, fundador de la firma Excalibur Insight con sede en Varsovia.
El 30% del suministro de gas polaco consiste en gas natural licuado (GNL) estadounidense y el 15% proviene de países europeos como Noruega, continúa el franco-polaco. Polonia ha construido la infraestructura necesaria, particularmente en el puerto de Gdansk, para evitar las compras pronto desde Rusia. Además, la inauguración del Baltic Pipe el próximo otoño le permitirá, como a toda la región, olvidarse definitivamente de los gasoductos rusos.
Una nube particularmente compleja es la inflación. Polonia, como gran parte de Europa y más allá de estas fronteras, ya están peleando con precios en constante suba incluso antes de la invasión atribuidas, en muchos casos, a la crisis del coronavirus.
Sin embargo, la nueva incertidumbre geopolítica y la volatilidad en los mercados de materias primas empañan aún más las previsiones de inflación. En una nota la semana pasada, JPMorgan dijo que se espera que persistan fuertes presiones inflacionarias subyacentes en Polonia, como en el resto de los países del Este, por lo menos durante los próximos meses.
La inflación es un problema en Polonia, República Checa o Hungría. El banco central de Hungría elevó sus tipos en 30 puntos básicos hasta el 6,15% el pasado jueves y el banco nacional checo se prepara para subirlos en 50 puntos básicos el jueves hasta el 5 por ciento. Hay que decir que los precios subieron más de un 10% en un año en la República Checa y un 9% en Polonia.
Con este escenario, estos países ya están experimentando un ciclo de presión sobre precios y salarios. Los bancos centrales comenzaron su carrera por retocar las tasas, antesala para endurecer su política monetaria.
Algo para asimilar es la suba en los precios de la energía, disparador de la expectativa de inflación. En Polonia, ya en enero, el gobierno debió reducir temporalmente el impuesto al valor agregado sobre la gasolina y los comestibles en un esfuerzo por contener los crecientes precios al consumidor. Mientras, el regulador de energía polaco resolvió en diciembre un aumento del 54% en las facturas de gas, y los economistas de JP Morgan dijeron que es posible que se necesiten más aumentos de precios.
El dilema será entonces subir las tasas en medio de una crisis en las fronteras puede provocar minar la confianza de los hogares y los líderes empresariales. De momento, se espera un crecimiento entre el 3% y el 4% este año en Centroeuropa. Pero el año 2022 estará lleno de acontecimientos para los países del Este, incluso a nivel económico.
Para el Este, también la acogida de refugiados ucranianos representa un reto inesperado. Más de 3,8 millones de personas han huido hasta ahora de la guerra y más de la mitad de ellas han cruzado la frontera polaca.
En una nota a principios de marzo, Goldman Sachs ensayó que la llegada de refugiados a las ECO-4 (Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa) brindará un “impulso sustancial al PIB” que compensará los impactos a corto plazo en las empresas y a los hogares en conflicto.
Los analistas redujeron sus pronósticos del PIB para la región entre 0,25 y 0,5 puntos porcentuales en 2022, mientras que los aumentaron en una cantidad similar para 2023, a medida que los refugiados comiencen a contribuir tanto a la demanda interna como a la fuerza laboral. Sin embargo, tambien debe esperarse las políticas de asistencia financiera que dispongan para esta contención el Banco Central Europeo y el gobierno comunitario. ¿Habrá un mega plan de la UE de rescate como para las crisis del Covid 19? En la cumbre de Versalles, Francia, no hubo acuerdo.
Finalmente, y con una Alemania apremiada por reconvertirse, un Berlín resistente hasta ahora a cortar lazos con Moscú, es donde el Este sumará otra debilidad. Alemania es el principal cliente de las industrias checa, polaca, eslovaca y húngara. Durante 2019, el 22% de las exportaciones eslovacas fueron a Alemania, el 27% de las exportaciones húngaras y polacas se vendieron a su poderoso vecino e incluso el 31% de las exportaciones checas.
Significa que cualquier recesión en el motor europeo hará temblar a sus economías. Si bien aún los datos de la fuerza productiva alemana no reflejan una fuerte turbulencia, cierto viento cruzado, ya han mellado bruscamente la confianza de los jefes alemanes, al igual que la de los patrones checos y del resto del Este, al menos dicen los relevamientos de las agencias calificadoras.
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