¿Dónde están los aviones? Es la pregunta que se hicieron los analistas tras dos o tres días del comienzo de la invasión rusa a Ucrania. Fue una de las mayores sorpresas de la fase inicial: la incapacidad de las flotas de cazabombarderos de las Fuerzas Aeroespaciales Rusas (VKS) para establecer la superioridad aérea, o para desplegar un poder de combate significativo en apoyo de las fuerzas terrestres rusas de bajo rendimiento. Los problemas de logística y despliegue que se vieron en tierra, se reprodujeron en el aire. Quince días más tarde, pareciera que el oso ruso está finalmente preparado para volar y en las próximas horas comenzará con un fuerte bombardeo desde el aire contra las defensas en las principales ciudades ucranianas.
Los estrategas militares del Kremlin habían previsto para el primer día de acciones una serie de operaciones aéreas rusas a gran escala que vendrían tras los ataques iniciales con cruceros y misiles balísticos. Nunca se materializó. Un análisis inicial de las posibles razones de este fracaso realizado por el Royal United Service Institute (RUSI) de Londres identificó tres posibles causas del fracaso:
1) Las dificultades rusas para desconfigurar las baterías de misiles tierra-aire (SAM) que podría llevar a que los aviones fueran derribados por “fuego amigo”.
2) La falta de municiones guiadas de precisión para realizar bombardeos selectivos.
3) El número limitado de pilotos con la experiencia necesaria para llevar a cabo ataques precisos en apoyo de las operaciones terrestres iniciales debido a la baja media de horas de vuelo de entrenamiento del VKS por recortes de presupuesto.
Los cazas rápidos rusos sólo realizaron salidas limitadas en el espacio aéreo ucraniano, en solitario o en parejas, siempre a baja altura y sobre todo de noche para minimizar las pérdidas por los sistemas de defensa aérea portátiles ucranianos (MANPADS) y el fuego terrestre.
Y todo esto es más inexplicable si se tiene en cuenta que Rusia realizó desde 2010 una impresionante modernización de su flota de combate. De acuerdo al informe de Jane´s, la publicación especializada en Defensa más prestigiosa del mundo, la VKS compró unos 350 aviones, incluidos los cazas de superioridad aérea Sukhoi Su-35S, los cazas polivalentes Su-30SM y los bombarderos Su-34. También realizó una ambiciosa campaña de modernización para mejorar unos 110 interceptores Mikoyan Mig-31BM/BSM y un número menor de aviones de ataque terrestre Su-25SM.
Rusia tiene unos 300 aviones de combate modernos normalmente estacionados en los Distritos Militares del Oeste y del Sur -que está dentro del radio de acción de Ucrania- y también reubicó naves de otras partes de Rusia como parte de su acumulación militar antes de la invasión. “Está claro que había una intención de al menos señalar su uso, especialmente a la luz de la intervención militar rusa en Siria desde 2015, que se ha caracterizado por el uso intensivo de activos de ala fija del VKS para patrullas aéreas de combate y misiones de ataque”, escribió Justin Bronk, analista del instituto RUSI y uno de los máximos especialistas en las fuerzas armadas rusas.
Mientras la ofensiva terrestre rusa lucha por avanzar en el norte y el este de Ucrania, y las fuerzas ucranianas siguen sufriendo grandes pérdidas de vehículos y personal, la falta de actividad aérea rusa se veía hasta ahora como un verdadero misterio. Sobre todo, a la luz de que dos semanas más tarde parecen estar finalmente listos para comenzar con el bombardeo masivo.
Un posible argumento es que las flotas de cazas de la VKS se mantienen en reserva, potencialmente como elemento disuasorio contra la intervención directa de las fuerzas de la OTAN. Rob Lee, especialista de la Foreign Policy Research Institute, no concuerda con esta explicación. “Si la fuerza aérea rusa es capaz de realizar operaciones de combate a gran escala para establecer rápidamente la superioridad aérea sobre Ucrania, al no hacerlo está debilitando su potencial valor disuasorio frente a las fuerzas de la OTAN en lugar de preservarlo”, escribió en un paper ampliamente difundido en las redes sociales. “El fracaso del tan temido ejército ruso a la hora de arrollar rápidamente a las fuerzas ucranianas, mucho más pequeñas y mal posicionadas, y sus grandes pérdidas de vehículos y personal moderno, ya han dañado seriamente la percepción internacional del poder militar convencional de Rusia. Desde el punto de vista de la disuasión de la OTAN, el Estado Mayor ruso y el Kremlin tienen todos los incentivos para emplear su potencia aérea al máximo para restablecer parte de esta credibilidad perdida”.
Otra explicación mencionada es que, debido a la proporción relativamente baja de la flota de aviones rusa que puede emplear eficazmente municiones guiadas de precisión, se evitaron los ataques a gran escala con bombas y cohetes no guiados para evitar dañar infraestructuras críticas que Rusia espera conquistar y utilizar. También se podría interpretar que se quiso minimizar el número de las víctimas civiles ucranianas. Una teoría que se desmorona rápidamente después de las escenas de horror de los ataques a parturientas, bebés recién nacidos y centros esenciales de abastecimiento de agua y electricidad que llevó a cabo con artillería pesada y misiles de crucero contra múltiples ciudades cercadas -sobre todo Kharkiv y Mariupol-.
Hay otra teoría que dice que los mandos rusos no están dispuestos a arriesgarse a sufrir grandes pérdidas en sus caros y prestigiosos cazabombarderos rápidos. Los especialistas hablan de “una baja tolerancia al riesgo”. “Esto tampoco tiene sentido”, comentó Justin Bronk del instituto RUSI. “Las fuerzas terrestres rusas han perdido en una semana cientos de modernos tanques, vehículos blindados de transporte de tropas, sistemas de defensa aérea de corto y medio alcance y miles de soldados, incluyendo un número desproporcionado de paracaidistas de élite y fuerzas especiales. La economía rusa está siendo rápidamente asfixiada por sanciones paralizantes, y los dirigentes rusos han quemado sus redes de influencia y alianzas cuidadosamente desarrolladas en toda Europa y en el resto del mundo. En resumen, el Kremlin lo está arriesgando todo: retener las fuerzas aéreas para evitar pérdidas no tiene sentido en este contexto”.
Ante este panorama, queda una conclusión simple: la fuerza aérea rusa carece de la capacidad para planificar, informar y volar operaciones aéreas complejas a gran escala. Hay que tener en cuenta que, en Siria, incluso en las operaciones más delicadas contra Idlib en 2015, solo operó con aviones en pequeñas formaciones de no más de cuatro naves. Los analistas apuntan a que, incluso en los aparatosos desfiles sobre la Plaza Roja en el Día de la Victoria, los aviones del VKS lo hacen en en parejas o en grupos de, a lo sumo, cinco naves. Esto significa que sus mandos operativos tienen muy poca experiencia práctica en la planificación, de operaciones aéreas complejas en las que intervienen decenas o cientos de aviones y helicópteros. Los brigadieres no tienen la experiencia de manejar centros de operaciones aéreas combinadas como los utilizados en las operaciones militares occidentales sobre Irak, los Balcanes, Libia, Afganistán y Siria durante los últimos 20 años.
David Deptula, un general de tres estrellas retirado de la Fuerza Aérea estadounidense que tuvo a cargo las operaciones de “no-fly zone” en el norte de Irak, explicó a la agencia Reuters que “la mayoría de los pilotos rusos tienen unas 100 horas de vuelo al año, y en muchos casos menos, aproximadamente la mitad de las que vuelan la mayoría de las fuerzas aéreas de la OTAN”. Y explicó que “también carecen de instalaciones de simuladores modernos comparables para entrenar y practicar tácticas avanzadas en entornos complejos. Las horas de vuelo en directo que reciben los pilotos de caza rusos también son significativamente menos valiosas para preparar a los pilotos para operaciones aéreas complejas que las que vuelan las fuerzas de la OTAN”.
En las fuerzas aéreas occidentales, como la RAF británica y la US Air Force estadounidense, los pilotos reciben un riguroso entrenamiento para volar salidas complejas en condiciones meteorológicas adversas, a bajo nivel y contra amenazas terrestres y aéreas reales y simuladas. “Para superar el entrenamiento avanzado de aviones rápidos –explica el manual de la OTAN-, deben ser capaces de hacer esto de manera fiable y así alcanzar los objetivos dentro de los cinco a diez segundos del tiempo planeado. Se trata de una habilidad vital para las misiones de primera línea, que permite a los múltiples elementos secuenciar sus maniobras y ataques de forma segura y eficaz, incluso bajo fuego y con poca visibilidad. También requiere mucho tiempo de entrenamiento y tiempo regular de vuelo en vivo y en simulador para mantenerse al día”.
Los generales del aire europeos que están a cargo de las operaciones aéreas de las fuerzas militares conjuntas opinan que “Rusia carece de acceso a una arquitectura de entrenamiento y ejercicios que compita con la de las fuerzas aéreas de la OTAN, que se entrenan habitualmente en campos de tiro bien instrumentados en el Mediterráneo, el Mar del Norte, Canadá y Estados Unidos. Rusia tampoco tiene un equivalente a los complejos ejercicios aéreos a gran escala con simulación de amenazas realistas que los miembros de la OTAN celebran anualmente, el más famoso se denomina Red Flag. Por ello, no sería de extrañar que la mayoría de los pilotos rusos carezcan de la competencia necesaria para operar eficazmente como parte de grandes formaciones mixtas que ejecutan misiones complejas y dinámicas bajo fuego”.
Claro que, en Ucrania, la aviación rusa no se enfrenta a un enemigo muy poderoso. Debería haber sido comparativamente sencillo para ellos lograr la superioridad aérea sobre el país invadido. El pequeño número de cazas ucranianos que realizan heroicos esfuerzos de defensa aérea sobre sus propias ciudades, están obligados a operar a bajas altitudes para no ser alcanzados por los misiles SAM rusos de largo alcance y, en consecuencia, tienen una capacidad de resistencia comparativamente limitada. “Debería ser relativamente fácil para los aviones de combate rusos abrumarlos con vuelos rasantes al ser mucho más numerosos, mejor armados y más avanzados, y estar desplegados alrededor de las fronteras ucranianas”, dijo el analista británico.
Los sistemas SAM móviles ucranianos de medio y corto alcance, como el SA-11 y el SA-15 –vendidos en su momento por los rusos y por lo tanto idénticos para las dos fuerzas-, tuvieron éxito en estos 15 días en el ataque contra helicópteros y aviones rápidos rusos. Aunque hay que tener en cuenta que los aviones de ataque rusos que vuelan a media o gran altura, lo hacen con cazas de escolta capaces de ubicar y atacar rápidamente cualquier SAM ucraniano que dé a conocer su posición al dispararles. “Podrían perder aviones en el proceso, pero serían capaces de reducir los SAM restantes y establecer rápidamente la superioridad aérea”, escribió el analista Justin Bronk.
En las próximas horas veremos, seguramente, algunas impresionantes batallas aéreas sobre Ucrania. Aviones rusos pasando a velocidades extremas por encima de sus objetivos y soldados ucranianos lanzando sus misiles portátiles Igla y Stinger, que están llegando desde a cientos en la ayuda militar que le están proporcionando los países europeos. También surgirán las imágenes de la muerte y destrucción que son capaces de provocar esas naves. Si los rusos, finalmente, logran poner en funcionamiento toda su capacidad aérea, será una carnicería.
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