Se los reconoce por su aspecto. Hombres entre 20 y 60 años, en forma, poco y nada de panzas, la mayoría vestidos con algún tipo de uniforme militar y algunos con bolsas y cajas que envuelven armas. En otra circunstancia podrían ser confundidos con uno de esos grupos de cazadores que vienen a la Patagonia a matar unos cuantos ciervos y emborracharse en una cabaña del bosque. Pero no son de ese tipo. No hacen bromas entre ellos. Fuman y caminan nerviosos. Algunos se conocen desde antes. Otros son camaradas de armas. Hay unos cuantos callados y de mirada torva. Forman pequeños grupos en una gasolinera del pueblo de Medyka, todavía en territorio polaco, o en otra en la entrada de Shehiny, ya en Ucrania.
Allí, sobre la ruta por donde escapan cientos de miles de civiles, los esperan unas camionetas y los contactos del ejército ucraniano para llevarlos hasta un centro de reclutamiento en Lviv, la capital ucraniana de facto en el oeste aún no acosada por las bombas. Forman parte de los entre 16.000 y 20.000 voluntarios que están llegando a Ucrania para alistarse en las Brigadas Internacionales para enfrentar a los invasores rusos. Una tradición de siglos que resurge cada vez que se produce una de estas “guerras justas” que arrastran a miles de voluntarios de todo el mundo, con experiencia militar o no, a “ayudar” a la que consideran la parte más débil del conflicto. Son “soldados de corazón” provenientes del extranjero. Muchos de ellos ya están luchando en el frente repartidos en diferentes unidades alrededor de Ucrania.
Los corresponsales extranjeros que se encuentran en la frontera polaco-ucraniana entrevistaban ayer a decenas de voluntarios que esperaban su turno para presentar los papeles en la aduana. Había muchos ucranianos con vidas hechas en Estados Unidos o el oeste de Europa y que volvían para luchar por su país. Ingleses y daneses con experiencia de comandos en Afganistán. Unos cuantos polacos que dicen que “hay que parar a Putin porque de lo contrario invadirá también nuestro país”. Estadounidenses veteranos de mil batallas. Y unos cuantos latinoamericanos, mexicanos, colombianos, un brasileño, también veteranos, pero de otras guerras contra las guerrillas o los carteles de la droga.
Varios gobiernos occidentales y del bloque postsoviético apoyan activamente y hasta animaron a sus ciudadanos a unirse a la lucha. La ministra de Asuntos Exteriores británica, Liz Truss, dijo abiertamente que estaba de acuerdo con el llamamiento de Zelensky a los extranjeros “para que se unan a la lucha armada contra la invasión rusa, no sólo por el bien de Ucrania, sino de toda Europa y del mundo”. El parlamento de Letonia votó unánimemente a favor de que sus ciudadanos se unan a la guerra en forma individual, mientras que el gobierno de Dinamarca aclaró en un comunicado que “no es ilegal ir a combatir por Ucrania”. Y el portavoz del gobierno de Canadá dijo que “luchar o no en Ucrania es una decisión que los canadienses pueden tomar por sí mismos”. La NPR, la radio pública estadounidense, informó que en la embajada ucraniana en Washington se habían inscripto más de 3.000 voluntarios para ir a combatir.
En Buenos Aires, la embajada ucraniana también lanzó el llamamiento a que se sumen voluntarios. El primero en presentarse fue Luca Gallardo, un chico de 19 años que está estudiando para ser director deportivo, vive en la localidad de Gerli y no tiene ninguna experiencia militar. Asegura que conoció a otros jóvenes argentinos y uruguayos no mucho más grandes que él dispuestos a enfrentar a los rusos y que en el consulado ya tienen una larga lista. Un fenómeno que se está registrando en otros países como México y Colombia. Si lo aceptan, la embajada le proveerá de un pasaporte temporario, 3.000 euros y pagará los pasajes. “Esto va más allá de pelear por una patria extranjera, esto es una forma de impedir que un nuevo tirano se alce en Europa y atente contra la seguridad de todos nosotros. Todo ciudadano que sepa usar un arma de fuego y quiera sumarse a esta Legión Extranjera, quiero decirle que esto va a ser codo a codo entre los voluntarios argentinos y con los soldados ucranianos por la defensa de la seguridad de Europa y del mundo”, dijo Gallardo en una entrevista.
Hasta ahora, de acuerdo a los datos del gobierno de Kiev, la mayoría de los brigadistas son ucranianos que viven en el exterior. Una veterana corresponsal de Foreign Affairs describió el caso de dos hermanos nacidos en Ucrania, Aleksiej y Alexander, que viven desde hace años fuera del país, uno en Polonia y el otro en la República Checa, y que llegaron juntos a la estación de ferrocarril de Przemysl para unirse a las fuerzas extranjeras porque les dijeron que era la manera más fácil de ayudar y ser enviado al frente. “Putin puso la mano en nuestra casa. Venimos a defenderá y si es posible, cortarle esa mano al invasor”, dijo Aleksiej. “Estamos motivados como no se pueden imaginar”.
También están llegando muchos médicos y enfermeros. La agencia Reuters entrevistó a Michael Ferkol, de 29 años, que sirvió como especialista en suministros en batallones de ingenieros del ejército estadounidense, y luego se convirtió en un paramédico. Estaba haciendo un curso de especialización en Roma cuando escuchó el llamamiento del presidente ucraniano a los combatientes extranjeros. Se presentó en el centro de reclutamiento de la ciudad de Lviv. “Voy a estar con alguna unidad de internacionales para apoyar a los médicos y tratar a los heridos”, dijo. “Y si hay que empuñar un fusil, también lo voy a hacer”.
Entre los que ya están en la línea de defensa en el oeste de Kiev se encuentran decenas de ex soldados del Regimiento de Paracaidistas de élite del ejército británico. “Pronto vendrán cientos más”, aseguró uno de ellos a Reuters. Estos combatientes serán muy útiles para el ejército ucraniano porque saben cómo utilizar los misiles antitanques del tipo Javelin y NLAW que les entregó Estados Unidos y Gran Bretaña. Conocidos como “los Paras”, el regimiento sirvió en los últimos años en Afganistán e Irak. “Estamos todos muy, muy entrenados, y hemos estado en el servicio activo en numerosas ocasiones”, dijo el ex-soldado del regimiento que estaba esperando a unos colegas en Lviv. “La crisis de Ucrania nos dará un propósito, camaradería y una oportunidad de hacer lo que mejor hacemos: luchar”.
En la historia hubo voluntarios extranjeros en centenares de conflictos. Se distinguen de los mercenarios porque luchan por la causa y no por una recompensa. Las Brigadas Internacionales más famosas para los hispanoamericanos fueron las que combatieron en favor de la República en la Guerra Civil Española (1936-39). Eran unidades militares compuestas por voluntarios extranjeros de más de cincuenta países que enfrentaron al bando sublevado fascista. Llegaron a ser unos 40.000 brigadistas, 10.000 de ellos franceses. Murieron 15.000.
También hubo muchos latinoamericanos que se presentaron como voluntarios de diferentes ejércitos aliados durante la II Guerra Mundial. Sólo de Argentina partieron 5.000, 400 de ellos mujeres. La gran mayoría eran hijos de inmigrantes europeos que volvieron para pelear por la tierra de sus padres. Unos 400 nunca volvieron.
Y, paradójicamente, en esta misma tierra de Ucrania, en la Gran Guerra, entre 600.000 y 1.400.000 soviéticos (rusos y no rusos) se unieron a las fuerzas de la Wehrmacht nazi como Hiwis o Hilfswillige (voluntarios). Las fuerzas colaboracionistas ucranianas estaban compuestas por un número estimado de 180.000 voluntarios sirviendo con unidades dispersas por toda Europa. Los emigrantes y desertores rusos de la Unión Soviética formaron el Ejército Ruso de Liberación o combatieron dentro de Alemania como unidades de la Wehrmacht principalmente en el Frente Oriental.
En el centro de reclutamiento de Lviv van apareciendo personajes de todo tipo y el funcionario ucraniano que está a cargo comenta que algunos parecen ser “personas no muy equilibradas que se presentan y dicen `vengo a matar rusos, dónde firmo´”. A estos voluntarios los envían a una unidad militar en las afueras de la ciudad para que sean evaluados si están aptos para el servicio. Si pasan la revisión médica tienen un corto entrenamiento militar de dos días. Muchos fueron directamente a Kiev y otras ciudades del sur y se presentaron a los jefes militares zonales. Estos son incorporados directamente, aunque es una situación peligrosa. En la jerga de los veteranos se los llama “atrae-balas” porque los mandan a los peores lugares en el frente.
Y también hay algunos “emprendedores privados” como un multimillonario de Nueva York llamado Anthony Capone, que ofreció financiar los gastos de algunos voluntarios. Lo puso en un post de Facebook pensando que recibiría 10 o 20 solicitudes. Una hora más tarde tenía una lista de más de 1.000. Tuvo que aclarar que sólo va a aceptar veteranos con gran experiencia en la guerra y paramédicos.
Seguir leyendo: