“Mi nombre es Andriy Illyenko. Tengo 34 años. Soy político. Fui dos veces miembro del Parlamento Ucraniano por la ciudad de Kiev. Hoy soy parte del batallón Svoboda de las Defensas Territoriales”. Svoboda, dice, significa libertad.
Su unidad está bajo el comando de lo que el mundo conoce como milicuas ucranianas, pero en el país se las llama Defensas Territoriales, una fuerza oficial que se creó por una ley votada en el Parlamento. Contempla que las Fuerzas Armadas, en caso de necesitarlo, puede disponer de un cuerpo de combatientes extra.
Cualquiera se puede inscribir para ser parte de las Defensas, pero no a todos se le asignan tareas de combate. Hoy en Kiev el mayor orgullo es que el número de voluntarios excedió la cantidad de gente que pueden aceptar, entonces están derivando a las personas a tareas logísticas. Sin embargo, a todos les piden el número de teléfono y les piden que estén atentos: cuando llegue el momento, también podrían llamarlos.
Para que eso suceda, claro, primero necesitan más armas. Hace días que desde las altas esferas se bajó el mensaje de que cada ucraniano use su espacio en los medios para pedir ayuda internacional concreta. Se resume en dos grandes demandas: cerrar los cielos para que los rusos no puedan seguir bombardeando, y entregar más armas a Ucrania.
“Somos una fuerza oficial. No somos improvisados, más allá de que seamos muchos civiles. Mi función principal por ejemplo es la comunicación con los medios y las cuestiones de la prensa. Cada uno de nosotros tiene un rol que cumplir”, explica Andriy, que como él mismo dijo, hasta hace una semana era tan solo un político más.
-¿Por qué decidiste en las Defensas Territoriales?
-Porque es nuestra ciudad, porque es nuestro país. Y nuestro país y nuestra ciudad están bajo un brutal ataque. Recibiendo una agresión no provocada. Ellos destruyeron nuestras ciudades, la paz de nuestra gente. Atacaron escuelas, atacaron chicos, mujeres. Y todos los ucranianos debemos proteger a nuestro país, proteger nuestra libertad. Estamos peleando no solo por la libertad de Ucrania sino por la libertad de toda Europa, de todo el mundo. Contra la tiranía, con la ideología totalitaria.
El enfoque se repite en casi todos por acá: si no paran a Putin ahora, pronto esta guerra estará en toda Europa. Es difícil hacer valoraciones sobre esto cuando uno está en el terreno. Más allá de eso, la convicción con que lo dicen parece siempre genuina. “Ellos dicen que somos fascistas, que por eso nos atacan. Es pura mentira. Ucrania es un país pacífico, no queremos pelear, no queremos ocupar a ningún país. Pero estamos bajo ataque y vamos a luchar contra nuestro enemigo, que quiere destruirnos”, agrega Andriy.
-Putin habla tan solo de “operación militar”. ¿Cómo lo viven ustedes?
-No es una operación militar, es una guerra real. Una guerra real y brutal en Europa en el siglo XXI. Es una tragedia global. Es la mayor tragedia desde la Segunda Guerra. Nosotros sabemos lo que es. Las dos grandes guerras fueron en nuestro territorio. Millones de ucranianos fueron asesinados en estas guerras. Y ahora pasa lo mismo, mientras la personas de todo el mundo ven cómo estamos peleando por nuestra libertad.
-¿Si pudieras hablarle al mundo, qué le dirías?
-Agradecemos a todos los que están con Ucrania. Es muy conmovedor. Pero nuestro mensaje al mundo es este: nosotros vamos a pelear, pero necesitamos que nos protejan, necesitamos que nos den más armas, necesitamos que cierren los cielos. Hoy hay ciudades pacíficas bajo ataque. No solo unidades militares. Una escuela no es una unidad militar. Los hospitales no son una unidad militar. Nuestra gente no es una unidad militar. Pueden ir a Bucha, a Irpin, vecindarios de Kiev, y pueden ver las ruinas. Pueden ir a Jarkov, nuestra segunda ciudad, medio millón de personas viven en ella, y la destruyeron. Con misiles, con artillería, con aviones… Es terrorismo. Y nosotros necesitamos defendernos, y lo haremos. Y necesitamos hacer esto ya porque después de esto irá por otros países, por los países de la OTAN. La gente libre del mundo debe ser consciente.
-¿Qué cosas cambiaron en tu vida en la última semana?
-Es muy difícil hablar de esto. Hace diez días teníamos una vida pacífica. Íbamos a los restaurantes, pasábamos el tiempo con nuestras familias, pensábamos en el futuro. Hoy el único futuro que tenemos es la guerra. Pero somos fuertes, nos pondremos de pie por nuestro país, y venceremos.
-¿Tienen suficientes voluntarios?
-Voluntarios hay muchos, de toda Ucrania, y de todo el mundo. Pero igual necesitamos más. Y necesitamos más armas. Es el mensaje clave que queremos dar: ¡necesitamos más armas!
-¿Tenés entrenamiento militar?
-Sí, tuve un poco. No demasiado porque yo no hice el servicio militar, pero tuve un breve entrenamiento cuando era estudiante, hace más de diez años.
-¿Sabés cómo usar un arma si tenés que hacerlos?
-Sí. Y ahora estamos teniendo más entrenamientos.
Luego de conversar con Andriy, recorremos el cuartel. Primero entramos a la oficina del comandante, que nunca llega a presentarse. En la oficina hay una repisa llena de cuchillos de colección, un sillón en L, un rifle AK-47 en el sillón, un paquete de galletitas en la mesa pequeña y una caja de municiones al lado. Nos sentamos a esperar, pero unos minutos después nos piden cambiar de ubicación.
Pasamos a un cuarto más grande donde se ve una enorme montaña de camperas del ejército, varias cajas de medicina, algo de ropa de abrigo apretada en bolsas -evidentemente se trata de donaciones-. Muchos voluntarios van de acá para allá, todos parece ocupados y apurados. Una puerta conduce hacia el buffet, donde hay muchos hombre sentados comiendo algo. Es lo más parecido a un restaurante abierto que hay en la ciudad, pero es gratis y exclusivo para los hombres que pasan hoy horas y horas cada día en los checkpoints. Cuando se termina su turno y llega el relevo, los de esta unidad vienen al cuartel y descansan. Se mueven siempre en sus propios autos, no hay una flota de la fuerza, todo lo que es de ellos ahora parece ser también del país. Así lo ofrecen.
En la entrada de vehículos del predio, otros voluntarios están descargando un camión. Custodiándo el operativo está Volodymyr. Tiene una de esas caras que intimida. Sin embargo, le pedimos una foto y comienza a sonreír. Se acerca a un perro que hay por ahí, lo acaricia. Volodymyr quiere ser pastor pero hoy primero debe defender la ciudad. Se presenta: “Soy Volodymyr Bakalenko, tengo 48 años, vivo en una ciudad cercana a Kiev y estoy estudiando en el seminario para ser teólogo y predicador”. Sus palabras, como las de Andriy, representan el discurso uniforme de la mayoría de los hombres que están hoy dispuestos a morir por Ucrania.
-¿Cuándo te uniste a las defensas territoriales?
-Al segundo día de comenzar la guerra. El primer día quise unirme a las fuerzas en mi pueblo pero no había lugar así que me uní en Kiev.
-¿Habías tenido algún entrenamiento militar antes?
-No, no tenía ninguna experiencia. Me dedicaba a estudiar Teología en Odessa, pero estuve en Kiev durante las dos revoluciones, en el 2004 y en el 2014, y siempre apoyé a mi país.
-¿Cómo se siente estar cargando un rifle?
-Es como si fuera un pariente.
-¿Querés ser pastor cuando termines tus estudios?
-Sí.
-¿Y qué se siente desear eso y estar cargando un arma? Parece paradojal.
-Si no detenemos al demonio ahora, entonces lo haremos crecer. Sin una cirugía a tiempo para sacarle la pierna a alguien que la tiene infectada, el paciente puede morir. Lo vas a dejar con una discapacidad, pero al menos le vas a salvar la vida.
-¿Tenés miedo?
-No, estoy con Dios.
-¿Van a vencer?
-Claro. No somos los agresores. Estamos defendiendo nuestro lugar, nuestras familias. Vamos a prevalecer.
-¿Estás dispuesto a morir por tu país?
-Sí. Sin lugar a dudas.
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